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Cartas de la Zarzamora I - II - III


I   -   De velos y desvelos       
                  (Publicado en Webislam el 27-2-2010)

 

         A mí lo que me gustaría es que nos dejaran a las mujeres en paz. Que no nos utilizarán, ni unos ni otros, para sus fines. ¡¡Por favor!! Las mujeres somos más que los trapos que nos visten o desnudan a gusto del consumidor y nos interesamos por temas que van más allá de la indumentaria.

 

        Tanto aquí como allí, tanto los que pretender obligar como los que pretenden prohibir, se escudan en los velos de las mujeres para eludir los auténticos problemas. Se trata de un debate totalmente ficticio. Así, tenemos a medio mundo pretendiendo taparnos desde un púlpito y al otro medio pretendiendo desnudarnos desde otro púlpito. Pura hipocresía por ambos lados. Como para no estar perplejos.

       

        Los problemas de las mujeres allí y aquí son otros muy distintos que los centímetros de piel que deben mostrar para ser aceptadas.

       

        Hay muchas causas por las que las mujeres pueden decidir ponerse un pañuelo en la cabeza: identitarias, culturales, políticas, reivindicativas, incluso hay algunas que consideran que es una obligación religiosa. Y siempre que sea decisión propia, están en su derecho.

 

          A lo que no tienen derecho es a que lo que ellas entienden como obligación religiosa haya de ser obligación religiosa para todas ya que el honrado Alcorán no establece tal obligación. Es decir, tienen derecho pero no tienen obligación.

 

        Es curioso como en el tema de las mujeres se pasa con una facilidad pasmosa a hacer de sus derechos obligaciones y a que su falta de obligación se convierte en prohibición.

 

         Dicho esto y aún considerando que no hay ninguna obligación religiosa de cubrir la cabeza, sé que la mayoría de mujeres que se ponen el pañuelo en Europa lo hace por decisión propia. ¿Hasta qué punto están influenciadas por la manipulación masculina? No creo que estén más influenciadas que las no musulmanas que se visten siguiendo una moda determinada, muchas veces incomodísima o para agradar al marido o para estar la más buena. Ni tampoco están más influenciadas que los varones a la hora de decidir cómo se visten.

 

        Pretender prohibir es exactamente lo mismo que pretender obligarlas a llevarlo. El caso es que las mujeres no decidan por sí mismas porque pueden estar manipuladas. En realidad, lo que se está discutiendo es si las musulmanas tienen capacidad o no para decidir cómo vestirse. En la Europa del siglo XXI. Debería darles vergüenza.

 

        El argumento de que el hiyab es una prenda que tiene la connotación de sumisión ante los varones no es válido. Religiosamente hablando, una mujer ha de observar una etiqueta ante los extraños, sean estos varones o mujeres. Es decir, la mujer que se pone el pañuelo no se está cubriendo sólo ante las miradas de los varones, también ante las miradas de las mujeres.

 

       El argumento de que es una prenda sexista tampoco cuela. Es decir, no lo es más que la inmensa mayoría de prendas que usamos. Respecto a esto cambiaré de opinión el día que vea a los varones yendo a la oficina con tacones y minifalda o a las ejecutivas obligadas a usar traje y corbata para trabajar en el banco.

 

       Respecto al velo integral, ahí hay que hilar más fino. Hay situaciones en las que es imprescindible mostrar el rostro. Pero, ¿qué diferencia ves tú entre una mujer que se vele dejando ver sólo sus ojos y otra mujer que no utilice niqab pero utilice un gorro y una bufanda para protegerse del frío invernal, dejando a la vista sólo los ojos? ¿Tal vez lo que incomoda es que la primera hace visible algo que es difícil de aceptar?

 

       En cualqueir caso, este debate también es un poco forzado a fin de crear una alarma que no existe. Es ponerse la venda antes de la herida. ¿Cuántas mujeres hay en Europa que utilicen el niqab? Desde luego no las hay en cantidad suficiente que justifiquen la prohibición, ni siquiera el debate. En Francia rondan las dos mil entre una población de  aproximadamente cinco millones de musulmanes. Se trata de una moda que ha encontrado en la oposición política alimento para sostenerse en el tiempo y prolongarse en el espacio. 

 

       En Europa el verdadero debate está en el fondo de la cuestión. Tanto la mujer que usa el hiyab como la que usa el niqab, llevan una bandera que pone de relieve lo que Europa no está dispueta a aceptar a no ser que sea invisible. Me refiero al islam.

 

 

 

 

 

 

II  -   De imames y desmanes       
                   (Publicado en Webislam el 5-11-2010)


         Buenos días hijita: Me he estado fijando en algunas cosas que se dicen sobre el imamato. Veo que hay personas que ponen peros a que lo ejerzan las mujeres. Dicen, por ejemplo, algo que a mí me choca mucho, a saber, que : “En el honrado Alcorán no se aborda esa cuestión”.

 

         Por el amor de Dios. ¡Vaya morro! Claro que trata el honrado Alcorán esa cuestión. El problema es que no dice lo que quieren algunos que diga: que se prohíbe a la mujer dirigir el azalá. Pues si no lo dice, blanco y en botella, lo que resulta es que no se prohíbe. Ahí debería quedar todo. Pero he aquí que, como tantas veces, los "errores y olvidos del honrado Alcorán" viene a subsanarlos algún hadiz, que oportunamente prohibirá lo que el honrado Alcorán no prohibe.

 

      Pero el caso es que, aunque en algún hadiz hubiera realmente algo concluyente en el sentido de no permitir a las mujeres hacer de imames -que hasta dónde yo alcanzo no sólo no lo hay sino que lo hay en sentido contrario-, la cuestión es que: ¿dónde está la prueba de que el Profeta, Dios lo bendiga y salude, dijera o hiciera semejante cosa con la pretensión de que fuera vinculante para todo el mundo por toda la eternidad? Si fuera para toda la eternidad, el honrado Alcorán no podría haberse callado, en eso como en muchas otras cosas. 

         Las mujeres son siempre la mitad de la umma. ¿Tan difícil era en la aleya que dice quienes pueden dirigir la oración intercalar la palabra varón? ¿Por qué no está intercalada? Para admitir que Dios no lo dijo, pero que era eso lo que quería, habría que concluir que a Dios le importan un pepino las mujeres, para no molestarse en aclarar algo de tanto alcance, que les afecta a todas y a quienes dependen de ellas, y que es TAN SIMPLE. Si esa restricción no la puso Dios, es que no le dio la divina gana de ponerla. ¿A qué viene el añadirlo colándonoslo por la trastienda? ¿A qué tuvo el mundo que esperar que a algunos les diera el impulso de recopilar hadices para al fin enterarse de que no podían las mujeres llevar la oración (¿por que era abominable semejante cosa tal vez o por qué?). ¿Aben Arabi era tonto? ¿Averroes deliraba? Por otra parte si, efectivamente, fue por unas circunstancias determinadas por las que se hubiera preferido que no dirigieran mujeres la oración, ¿qué clase de atropello es ese que ante la duda se las excluye como si fueran cosa negligible y que no importa y que ni siquiera vale la pena mencionar eso, que se le prohibe? Porque lugar a duda está claro que hay. Porque si no lo hubiera, Dios lo habría puesto en el honrado Alcorán, a menos que Dios haga chapuzas, astaghfirullah.

 

         Caso parecido es el de la menstruación y de no poder rezar o ayunar durante ella. Es la mitad de la especie humana la que no va a poder rezar de ninguna manera unos cuantos días todos los meses y el honrado Alcorán va y habla de la menstruación, pero se abstiene de decir que ni recen ni ayunen, y habla de las condiciones que impiden el azalá, pero no menciona la menstruación. ¿Por qué? Que no se trata de cuatro gatos ni es una vez en la vida. Curiosamente, salvo eso, no hay en el honrado Alcorán ningún impedimento del azalá que no pueda quitarse mediante la ablución o el ghusl. Curioso de veras. Pero que muy curioso. O sea, para cada impedimento, la manera de quitarlo. Pero no es del honradísimo Alcorán de donde se sacan estas perlas, sino de hadices más o menos dudosos, que hacen las veces de correctores de las carencias de la revelación divina. Me parece tan blasfemo...     
                            

         Los hadices no son la palabra de Dios, no hayninguna indicación, incluso en el caso de aquellos que sean ciertos y auténticos, de que el Profeta, Dios lo bendiga y salude, tuviera la pretensión de que se trataba de cuestiones fundamentales y de que lo que él dispusiera o recomendara debiera durar mientras durase el mundo.

 

         Muchas cosas pueden haber ocurrido de forma conforme a algún hadiz sin que eso quiera decir que el motivo de imponer algo o de aplicar alguna instrucción que figure en ellos sea algo permanente y fundamental y no una cosa transitoria por motivos del momento, como el caso, que este sí está en el honrado Alcorán, en el que se dice a las mujeres de los creyentes que alarguen la ropa, porque los creyentes estaban sujetos a los ataques de los hipócritas que la emprendían con las mujeres. ¿Hemos de procurar que haya siempre hipócritas que molesten a las mujeres, para que así ellas puedan alargarse la ropa un poquito y cumplir con lo que dice el honrado Alcorán? ¿Somos tontos y se nos ha olvidado ponernos el capirote o vamos perdiendo la baba por la calle? Por otra parte ¿no sentimos cargo de conciencia cuando negamos la posibilidad de que el Profeta, Dios lo bendiga y salude, adoptara disposiciones que fueran meramente para las situaciones que se le presentaban, como buen jefe, y lo que le echamos sobre los hombros cuando pretendemos hacer eternas esas disposiciones? ¿No corresponde esto exclusivamente a Dios y no está todo ello en el honrado Alcorán, cuya transmisión íntegra y fiel el Altísimo encomendó al Profeta, Él lo bendiga y salude, y que el Profeta, Dbs, cumplió tan fielmente, tan completamente? Esa era su misión, lo demás son propinas. ¿No nos preguntará Dios si hemos abusado de las espaldas del Profeta, Él lo bendiga y salude? ¿Es que la transmisión fiel e íntegra del honrado Alcorán, caso único de un libro sagrado, porque no se sabe de otro, nos parece poca cosa y tan fácil que hay que buscar algún mérito más al Profeta ejemplar qué se volvió transparente a la luz divina, porque si no nos parece poco? ¿Estamos locos?

 

       Ése que menciono es también el caso de todos los hadices sobre los perros. ¿Tendremos que hacer que todos los perros sean sarnosos o rabiosos para que se pueda seguir lo que dicen los hadices sobre los perros? ¿Seguiremos abusando de textos que narran acontecimientos, sin más pretensión y olvidando cómo en el relato de los compañeros de la cueva se cuenta al perro como uno de ellos? 

       Muchas cosas, si uno usa el sentido común, ni siquiera voy a decir la mollera, se disipan como se levanta la niebla, por sí sola. Pero el problema no es ése. El problema es la infantilización de que padecemos y con la que al parecer estamos tan satisfechos que hace que no nos atrevamos a pensar y a asumir la responsabilidad de ser pensante. Parece que los que pueden pensar sólo fueran algunos que así, a voleo, se supone que saben mucho y que el común, como quien se pone la intravenosa, tiene que recibir instrucciones en vena so pena de ir al infierno o no saber salir de la puerta de su casa. Y desde luego no será porque el honrado Alcorán nos repite pocas veces que pensemos, discernamos, reflexionemos y, vamos, toda la panoplia de cosas que hay que hacer y saber sin necesidad de pedir permiso ni instrucciones.

        

        Otra cosa es que, por consenso, las comunidades musulmanas acuerden formas o normas que vayan conviniendo al bien común. Eso creo que era lo que hacían los madhhabs y que en buena parte creo que hicieron razonablemente bien. Lo que pasa es que en algún momento estos se quedaron colgados y no han sabido velar debidamente por el bien común de los musulmanes aquí y ahora. En ocasiones, parecen más bien una rémora. Por otra parte ya no estan sólo los madhhabs, las variantes del islam campan por doquier y la confusión parece imperar, o quizás más que confusión, la inquietud por dar con algo que en estos tiempos en que parecemos una pluma en el viento nos sirva de asidero firme y marco en el que crecer como comunidad.

 

         Y sin embargo, yo no me avergüenzo para nada de la historia del islam. En todas las sociedades hay gente y situaciones de todo tipo, aún así, la trayectoria de la civilización islámica durante unos cuantos siglos, a pesar de todo, fue comparativamente bastante honrosa desde todos los puntos de vista, incluido el de la mitad femenina de la población. Pero el bache en el que ha caído es innegable y ahora ya es momento de que nos despertemos un poquito y hagamos alguna aportación más al mundo, si el Altísimo así lo dispone. Y es que el copiar y pegar vale para el tratamiento de textos y la internet, pero una civilización nacida de la revelación divina, desde luego, debería aspirar a más, por lo menos a conmover y a aportar al resto de el mundo al menos alguna de sus maravillas.

 

 

 

 

 

 

III  -  No sin su jaima
        (Publicado en Webislam el 2-3-2011)

         Hablando de Libia, y tratando de determinar cuál era el papel que estaba desempeñando el Imperio (sí, me llaman conspiranoica pero advierto que puedo vivir perfectamente con ese sambenito y con algún fraile más), pues eso, que me dice un interlocutor que lo que parece es que el Imperio está a la expectativa a ver quién gana allí para apuntarse al ganador.

 

         Pues, dije, yo no creo que sea exactamente que se apunten al que gane.

 

        ¡Qué va! Más bien lo que creo es que van siempre unos cuantos pasos por delante y que ya se ocupan, y se han ocupado antes de ahora, de quién tiene que ser el que gane o, más bien, de que no gane nadie. Eso último. Como, por ejemplo ¿quién gana en Haití? Ninguno. Lo máximo a que puede aspirar nadie es a lacayo colonial desechable, como el gobierno iraquí o los facinerosos de Afganistán.

 

       Cuando hace unos 10 años el Imperio apretó las tuercas con lo de las armas de destrucción masiva a varios países, a saber, al menos Irán y Libia, Irán pudo resistir principalmente porque tiene mucha población y una situación estratégica determinante con la consiguiente base y capacidad económica y organizativa. Y esas, con un gobierno todo lo injusto que se quiera, pero muy hábil, eran dos ventajas decisivas que no tenía Libia. Libia, que resistió lo que pudo durante muchos años todo tipo de tropelías rematado con el régimen de las sanciones internacionales por el "atentado" de Lockerbie y con un gobierno que al parecer no estaba por la labor de hacer pasar a los libios por experimentos como el de Corea del Norte, se plegó.

 

      

         Tiene chiste que ahora se acuse a Qhadafi de estar con los tiranos, como si nada más llegar al poder hubiera corrido a lamerles el culo. La mala memoria terminará matando a la gente, si no de vergüenza, que ya sabemos lo que hizo con ella el burro, de puro Alzheimer, o como se diga. Y no sé si se librarán de Qadhafi quienes quiera que sean que se quieren librar, pero del Imperio, con esa memorita no se libran ni de coña.

 

         Dado lo dado, en resumidas cuentas ¿cuáles, si las había, eran las quejas de la gente de a pie de Libia? ¿Que era un títere del Imperio? Pues puede que se termine tragando dos tazas, Dios no lo quiera.

 

       La verdad es que siendo lo más objetiva posible y no echando nada debajo de la alfombra, a mí, de lo visible, lo que me repatea de Qadhafi y me parece indigno de él y de cualquiera, pero en particular de él, es que haya permitido que se le suba a las barbas y le deje en ridículo el impresentable ese que tiene por hijo, para más coña, nombrado Espada del Islam. Supongo que habrá muchos que opinen que su verdadero nombre místico es Dolor de Muelas. Creo que tiene más hijos pero ése concretamente debería habérselo dado en adopción a Herodes. Sea como sea, es indudablemente, como mínimo, una formidable arma propagandística en su contra y tampoco sé como le afecta eso en el interior de Libia, que supongo que las hazañas del tal no se habrán restringido al exterior sino todo lo contrario. Ese personaje lo convierte en caricatura y hace creíble con respecto a Qadhafi cualquiera de los tópicos que se suelen manejar cuando se habla de "esos países".

 

        También su personaje público, que le ha servido mucho y bien durante mucho tiempo, era el del excéntrico, aficionado a “épater le bourgeois”. Es posible también que ese personaje no haya envejecido muy bien y que lo que antes eran desplantes eficaces, con el tiempo y la humillación consiguiente a haberse tenido que plegar al imperio, se hayan convertido en un contar batallitas susceptibles de aburrir a las moscas y a lo mejor hasta de acordarse de Fidel Castro.

 

       Yo no niego que hay cosas que me han sorprendido en la bilis contra Qadhafi que se ha desatado. Como si de repente hubiera despertado un perro rabioso. Sí, me sorprende la fruición con que algunos muy musulmanes se ceban en Qadhafi y su tiranía y que si aliado con el Imperio y tal mientras que no dicen ni media palabra del régimen saudí. Es el colmo. Y no es que yo quiera que nadie arremeta contra el régimen saudí. Eso les corresponde exclusivamente a los saudíes pero tiene su gracia.

 

        Y, por supuesto, la guinda, Al Qaradawi. Casi hasta mentalmente le veo los espumarajos en las comisuras. Repugnante. Y no es que sea Qadhafi. Da igual. Ese sujeto, Qaradawi, con su fatwa respaldando que se asesine a Qadhafi, si no lo he entendido mal, ha perdido para mí cualquier beneficio de la duda. Me pregunto si ha emitido fatwas de esa índole contra Blair o Bush o Aznar o contra la plana mayor de asesinos del ente sionazi, como los que campan por Qatar, país que, parece ser, le brinda su prestigio y donde radica Al-yazira, que por la gracia de Dios nos informa de todo tan requetebién, no sé si aprovechando la santa inspiración de San Qaradawi, ya que está ahí, o de entes superiores.

 

       En fin, no soy quién para juzgar lo que sucede en Libia, y además no reconozco a nadie semejante derecho o capacidad, más que a los libios. Yo les deseo todo lo mejor, mucha lucidez, mucho patriotismo y mucha sordera a los cantos de sirena. Les deseo lo mismo que deseo a los egipcios y a todos los pueblos del mundo, incluido el mío.

 

       Pero no, no pienso unirme al coro de harpías. Y si se va a asesinar a alguien, sinceramente, pienso que hay muchos en la cola antes de Qadhafi. Una no sabe mucho de Libia pero durante una buena pila de años, los libios han vivido una tregua de bienestar e independencia del imperio, todo lo imperfecta que se quiera (a ver los perfectos, por favor, en formación), pero real.

 

         Los pueblos que no recuerdan su historia están condenados a repetirla. Ojalá que los libios no lleguen a añorar otra condena a los años de Qadhafi con su jaima y sus jaimitadas porque sería preferible entonces que no recordaran.

 

         En cualquier caso, si el pueblo libio lo quiere relevar, que lo releve pero Dios quiera que no siga los indignos consejos de la jauría porque sería mal principio de su futuro.

 

        Y que Dios nos perdone a todos y nos tenga en cuenta sólo lo bueno y nos perdone lo malo. Él, si así quiere, nos contará un día la verdadera historia. Ahora, lo confieso, yo soy muy ignorante.

 

 

 

 

 

 

 

 

 




Varones de fuego, mujeres de barro


«7.11. Y, ciertamente, os [plural] creamos y luego os [plural]

dimos forma; y luego dijimos a los ángeles: “¡Postraos ante adam!”

–y se postraron excepto Ibliis, que no fue de los que se postraron. .»

«7.12. Y dijo Dios: “¿Qué te impidió postrarte cuando te lo ordené?”

Respondió: “Yo soy mejor que él: a mí me creaste de fuego

mientras que a él lo creaste de barro»

«38.75. Dijo Dios: “¡Oh Ibliis! ¿Qué te ha impedido postrarte

ante lo que he creado con Mis manos? ¿Te tomas por más o por encima

de otros?” »

«38.76. Respondió: “Soy mejor que él: A mí me creaste de fuego

y a él lo creaste de barro.” »          (Honrado Alcorán)

En mis últimos años, dedicados a la exégesis coránica, me he encontrado, por una parte,  con algo que me ha sorprendido gratamente y, por otra, con algo que no me ha agradado tanto.

Lo que he descubierto con agrado –aunque para otros no será un descubrimiento- es que el feminismo que se desprende del honrado Alcorán no es el feminismo al uso por el que se revisa la interpretación del texto revelado para adaptarla a las circunstancias del mundo actual y colocar a las mujeres al mismo nivel que los varones. Al contrario, el feminismo que se desprende del honrado Alcorán es radical, radicalmente feminista y radicalmente islámico y sin el prurito de tener que gustar a unos o a otros.

En cuanto a lo que digo que ya no me ha agrada tanto es que aquello que hasta no hace mucho se consideraba el sumun, que era alcanzar la igualdad con los varones, ya no parece satisfacer a algunas de nosotras que nos consideramos feministas, aunque eso en su día fuera un paso necesario. Es una situación que, aunque sigue considerándose deseable, ya no nos conviene, dado que su punto de partida está fijado a la conveniencia del varón y para satisfacer sus exigencias, ya sean estas legítimas o no y, preciso es reconocerlo, los varones no son la Humanidad. Nosotras, las mujeres, somos la Humanidad.

¿Me he pasado de la raya al decir esto? En un sentido, desde luego, pero en otro no, para nada. Creo que para muchos de nosotros, la cosa está clara. Las mujeres son como los varones, sí, pero, como dice muy bien el honrado Alcorán en la aleya 3.36: “El varón no es como la mujer”.  Todo lo que en la vida le puede ocurrir a un varón, le puede también pasar a una mujer, pero hay cosas que les pueden ocurrir a las mujeres y que les pasan todo el tiempo y que no le pueden ocurrir ni siquiera una sola vez en toda su vida a un solo varón. Ellos no concebirán, no se embarazarán, no parirán y no amamantarán nunca. Si eso que les ocurre a las mujeres pero no a los varones fuera algo baladí o accesorio, como dejarse barba larga o corta o no dejársela o, estadísticamente, ser más altos o más bajos o más o menos fuertes,   podríamos no darle importancia pero es que aquello en lo que el varón no es como la mujer es precisamente la capacidad para perpetuar la especie, que es la primera necesidad de cualquier especie y que en los mamíferos exige de las hembras una inversión desmedida. Esta capacidad y la posibilidad de ser madre condicionan enteramente la vida de las mujeres, sin equivalente ninguno en lo que puedan experimentar los varones.

Por otra parte, el ideal sería que todos, mujeres y varones, nos encontráramos en igualdad de condiciones. Nadie, creo, está en desacuerdo con eso. La cuestión es cuáles habrían de ser esas condiciones para que fueran iguales para todos, aunque el dilema se resuelve solo porque, como ya hemos dicho, las exigencias femeninas encierran todas las exigencias masculinas porque ¿qué necesidades podrían tener los varones que no tuvieran también las mujeres? Todos queremos libertad, todos queremos seguridad, dignidad, derecho a la vida privada… No hay nada en la vida normal de un varón que no figure también en la vida normal de una mujer.

La inversa, sin embargo, no se da. Las necesidades de los varones no incluyen nada relativo a la capacidad de concebir, la capacidad para los embarazos, la capacidad de menstruar, la capacidad de parir o la posibilidad de no conseguir cualquiera de esas cosas. De hecho, esas necesidades de las mujeres, no es meramente que se hayan descuidado bajo las normas masculinas que llevan milenios rigiendo a la humanidad sino que se han utilizado con saña en perjuicio de las propias mujeres, muchísimas veces despojándolas gravemente de su capacidad reproductiva sometiendo esta a la voluntad y capricho de los varones, haciendo de ellas un apero para la reproducción que se maneja a voluntad para que dé hijos o para que no los dé y en las condiciones fijadas por el poder patriarcal, dividiendo para ello a  las mujeres en “las buenas”, que se reproducen con la aprobación masculina, y “las malas”, que no se emplean para la reproducción sino exclusivamente para el disfrute de los varones y que, si se reproducen, se las castiga y se castiga cruelmente a su prole o se la mata.

El Código Napoleón y sus derivados vinieron a compendiar el dominio masculino.  En   ellos  se reunían y sistematizaban todas las leyes hasta entonces dispersas en distintos códigos y costumbres a lo largo de siglos. Bajo esas leyes, vigentes en muchos países del primer mundo  hasta la segunda mitad del siglo pasado, a todos los efectos, las mujeres eran menores de edad y empleadas, sin sueldo ni vacaciones ni descanso semanal, de los maridos, los padres o los hermanos con horario de 24 horas. Lo hijos, por supuesto, eran responsabilidad y propiedad del padre y la madre mera prestadora de servicios reproductivos y domésticos también bajo la autoridad del padre. Por otra parte, mientras que el adulterio de la mujer constituía delito, no sucedía lo  mismo con el del varón. La mera idea de que se penara el adulterio masculino hubiera dado risa –y todavía la da-. La mujer no podía disponer de sus propios bienes, siendo el marido el único con derecho a hacerlo. Cualquier alcohólico, por ejemplo, podía disponer  de los bienes de su esposa y dejarla a ella y a sus hijos en la miseria, algo que sin duda consternaba a la buena gente que debía ser testigo de ello pero que no podían hacer nada por evitarlo, al tiempo que otras personas, no tan honradas, se veían alentadas por la propia ley a aprovecharse de mujeres y niños.´

(Véase la traducción de este texto al final del artículo)

 

Seguimos teniendo arraigada esa subordinación de nuestro sexo al bien común (es decir, al bien de los varones). Incluso cuando ya no siguen vigentes las leyes del Código Napoleón, muchos siguen creyendo, por ejemplo, que el Estado u otras instituciones y, claro está, los varones a través de ellas, tienen el derecho de entrometerse en el cuerpo de las mujeres con el pretexto de que el aborto es un crimen. Pero resulta que el que las mujeres den la vida no es ningún logro masculino, no es nada que ellos hayan conseguido con gran esfuerzo y diligencia, sino algo completamente ajeno a su actividad o intención. Dios quiso crear a los mamíferos y asignar la carga y el honor de dar la vida a las hembras. A pesar de eso, la arrogante mentalidad varócéntrica, a semejanza de Ibliis, el ser hecho de fuego de que nos habla el honrado Alcorán, pretende poner los cuerpos femeninos a disposición de la colectividad. Es decir las mujeres no tienen vida privada ni propia. Su función dadora de vida, lejos de atraerle honores, da el pretexto a sus opresores para que se la tenga, como a una bandida, bajo vigilancia, a entrometerse en su intimidad, a que se la despoje de su cuerpo. Lo mismo sucede cuando se la espía e inspecciona a ver si sigue virgen o se le imponen reglas constringentes  en sus salidas, su vestimenta o relaciones de cualquier tipo.

Puede ser que no se deba abortar o también puede ser que haya motivo para ello en según qué condiciones. Sea como sea, el cuerpo de las mujeres no es un cuerpo compartido con la sociedad ni con el Estado, no es propiedad pública sino muy privada. No se puede quebrantar la intimidad ni la privacidad femenina bajo ningún pretexto. Dios no da facultad o poder para eso a nadie, a nadie, salvo en el caso de aquellos derechos particulares que puedan derivarse de un contrato de matrimonio y que solo asistiría a la otra parte conforme a lo contratado y nunca a ninguna colectividad ni por voluntad ajena a los contratantes ni más allá de lo contratado. No puede nacionalizarse el cuerpo femenino como si fuera una riqueza nacional. Para llegar a semejante injuria, antes debería haberse nacionalizado el cuerpo de todos los varones.

Algo que vale la pena resaltar cuando hoy en día se lamenta tanto que seamos demasiados en el planeta y que por ese motivo se halle en un estado catastrófico  es que, si eso demuestra algo, es que las mujeres no han fallado en su misión de dar vida, antes al contrario la han cumplido más allá de cualquier expectativa. Es chocante, pues, que las mismas fuerzas que mantienen en todo el mundo a millones de mujeres como rameras a las que, claro está, no se solicita para procrear sino para todo lo contrario, se pretenda que se inspeccione a las mujeres para evitar que se deshagan de algo que de todas formas no le interesa un pimiento al orden patriarcal, a menos que le sea útil , puesto que vemos perfectamente que los varones no van de vez por las mancebías para averiguar si por ventura de alguna de sus actividades hubiera surgido una nueva criatura. En el aborto solo vale la pena pensar si sirve para perseguir a las mujeres, si no, por favor, que continúe y allá se apañen ellas como puedan mientras no se nos dé la lata con ello.   

Así pues, aunque muchas veces se trate como si lo fuera, el cuerpo de una mujer no es un activo del Estado ni un peligro público. Nada de eso. Es el medio de cumplir la encomienda que Dios les ha dado directamente y sin intermediarios ni tutelaje ninguno a las mujeres. Es una encomienda tan sagrada como privada de Dios a cada mujer. Debería ser fuente de honra para ella y no de esclavitud ni censura y, para todos los hombres, varones y mujeres, debiera ser un honor proceder de esa encomienda divina y no de lo que decida ningún varón  con veleidades de poder ni ningún aquelarre masculino o su seguimiento femenino.

Tampoco hay que olvidar que su constitución expone a las mujeres a otros peligros, como la violación, la trata, la prostitución, el abuso y la violencia doméstica o de género, que si bien pueden acechar también a los varones, en su caso son mucho menos frecuentes o se limitan a la infancia. Así pues, comprobamos que, a pesar de ser quienes proporcionan a la sociedad y a la especie su  principal activo, que son las nuevas generaciones, lejos de granjearse  con ello las mujeres respeto y consideración, lo que les ha atraído casi siempre ha sido opresión, persecución, represalias, penalidades, crueldad y abuso. Cabe decir que el presente orden patriarcal desequilibra a la sociedad humana y oprime y frustra a todo el mundo.

Se suele objetar a los feministas que también los varones lo pasan mal, que también ellos se preocupan por sus familias y son víctimas de la sociedad tanto como las mujeres. Eso es cierto en algunos sentidos, pero hay feministas y pensadores de distintas tendencias que afirman que ello obedece precisamente a la estructura y mentalidad patriarcal que, en última instancia, reconoce la fuerza como el primer principio de autoridad. No hace falta indagar mucho para comprobar que es así. Por otra parte, la fuerza siempre es favorable a los varones, dado que a las  mujeres, por la carga que soportan y su constitución, les resultaría difícil mantener una autoridad sobre esa base. Es de lamentar que hoy día a quien renuncia a la fuerza no se lo ve como buena persona sino como a un tonto. La autoridad hoy día sigue la mentalidad de Ibliis. ¿Acaso no protestó Ibliis por tener que postrarse él, que estaba hecho de fuego, ante una enclenque criatura hecha de barro? En términos coránicos podríamos decir, a tenor del paradigma de la fuerza, que los varones que hacen como Ibliis se pretenden hechos de fuego y las mujeres de barro. ¿Es que va a someterse el fuego al barro? Los varones de bien que se dan cuenta de que no se los ha creado para ser de fuego sino de barro y no se esperan subordinación de las mujeres sino que, por el contrario, quieren servirles de apoyo, están tan necesitados de reconocimiento como las propias mujeres. Los que siguen atrapados en el espejismo del varón hecho de fuego lo único que pueden alcanzar en cualquier sociedad humana es frustración, la propia y la de la sociedad. Aunque consigan la adoración que pretenden, nunca les satisfará, porque, aun gozándola, saben en su fuero interno que es sólo una apariencia extorsionada al destino.

Volviendo a la panorámica del primer mundo, vemos que ya se han abrogado o modificado radicalmente las leyes derivadas del código Napoleón. Ahora “la mujer es igual al varón” y tenemos derecho a ser lo que pretendamos ser (no entraré en el esfuerzo que hayan de hacer para lograrlo). Sin embargo, sigue ocurriendo que aunque la mujer es igual que el varón, el varón no es igual que la mujer y que seguimos asentados en el patrón varonil, seguimos obligadas a ser varones funcionales al tiempo que seguimos soportando toda la carga de la reproducción pero sin que se nos reconozca esa carga, porque eso es algo excepcional y no de toda la población, ya que al grueso de la especie, ellos, no les ocurre y como si el reproducirse fuera un caprichito privado de las mujeres.

Aun así, es innegable que en la lucha por la igualdad se han alcanzo logros importantes para la mujeres, aunque, desde luego, la situación actual crea menos conflictos a unas mujeres que otras. En general las mujeres de los países ricos están mejor que las de los países pobres. El dinero no lo arregla todo pero sí lo hace más llevadero. Posibilita, por ejemplo, el trabajo inmigrante en aquellos hogares en que la mujer trabaja y tendría, sin ese trabajo, que ocuparse de todo. También en los países que tienen buenas estructuras sociales, ricos normalmente, la vida para la mujer es más fácil que en los que carecen de ellas. En otro orden de cosas, las mujeres acomodadas de los países pobres, con abundancia de mano de obra barata, pueden vivir incluso mejor que las de los países ricos y disfrutar de su “igualdad” casi como los varones, si sus circunstancias domésticas se lo permiten.

Sin embargo, en algunas partes del primer mundo, las cosas están yendo a peor. Para la mayoría de las mujeres, el trabajar hoy día no es cuestión de elección sino de necesidad, dada la precariedad de los empleos y lo exiguo de la remuneración que hace que todo el que puede encontrar un empleo de hecho trabaje.

En resumen, sigue mandando la mentalidad de varón de fuego y hay demasiados habitantes en la tierra para que a nadie le preocupe la reproducción. Estamos muy lejos de ninguna crisis que amenace con la desaparición de la especie humana. Como en una sociedad en la que todos fuesen cojos y se exigiera a los nuevos que se cortaran una pierna para ser admitidos, hoy se obliga a las mujeres a elegir entre cortarse una pierna o atenerse a las consecuencias, ya que no hay necesidad ninguna de hacer concesiones a cambio de algo que ya se tiene sin necesidad de hacerlas. No hay ninguna necesidad de honrar a las mujeres o de mimarlas para que siga la especie. La poca reproducción que necesitamos la podemos tener sin transigir con nada. Nada, pues, nos obliga a cambiar. E, incluso, si la necesidad fuera grande, a las mujeres siempre se las puede forzar a reproducirse, al menos hasta cierto punto. Porque, eso sí, si se tira mucho de la cuerda esta podría romperse y la especie desaparecer junto con las mujeres. Hasta ahora, los seres humanos del tipo varón de fuego han conseguido pararse antes del abismo.

 

Lo dicho vale, por supuesto, a menos que se planteen las cosas desde el punto de vista moral, o sea, desde el punto de vista del ser humano “de barro”, como una exigencia de la realidad. Aunque, sin entrar en esas consideraciones, ahora que somos tantísimos millones también existen los medios y la posibilidad de eliminar igualmente a muchos millones en un abrir y cerrar de ojos por no decir en un par de añitos, por ejemplo, con una buena pandemia. Esto es de interés en el caso de aquellos que desdeñan las consideraciones morales por considerarlas carentes de objetividad.  Aunque,  moral aparte, los peligros que acechan a la humanidad podrían hacer del cambio la única alternativa.

Por otra parte ¿hay que hacer caso a quienes rechazan la moral? Para las personas con ética o creyentes siempre existe la obligación de obrar bien tanto en la índole (fitra) humana como en los  mandamientos divinos. Para los creyentes, el mandamiento de redimirnos de los delirios del varón de fuego y de recuperar nuestra naturaleza de barro, de seres sexuados, que no pueden esperar que se los adore, sino que son ellos los que deben adoración es fuente de conformidad y de las enseñanzas del honrado Alcorán se sigue para nosotros un gozo que podemos compartir con todos los seres humanos.

El honrado Alcorán encierra todos los elementos para crear una sociedad en la que las mujeres no tengan que ser cojas y los varones sean apreciados por sus obras generosas y buenas y no por su fuerza. Pero ¡qué pena que la luz del honrado Alcorán, esa luz que no ciega sino que surge de los corazones como una corriente de paz interior, esa luz ha quedado anegada en la riada de pensamientos ajenos a ella y hemos de volver al texto y sacar esa luz de debajo de todas las extrañas interpretaciones y traducciones que se le han superpuesto!

El honrado Alcorán es inequívoco. Aunque hay quienes lo pretenden, es falso que el honrado Alcorán asigne ningún rol a la mujer. En ninguna parte dice semejante cosa. Lo que sin embargo sí hace el honrado Alcorán es reconocer la función natural de las mujeres en tanto que mujeres y la falta de semejantes funciones en los varones en tanto que varones y, atendiendo a la carga que soportan las mujeres y no los varones en la reproducción, se asigna a estos el papel que equilibre la carga de las mujeres. Las mujeres asumen la carga de la reproducción y los varones les sirven a ellas de apoyo y auxilio en todo, incluida la aportación económica. El gran pensador indio fallecido no hace mucho, Ashghar Ali Engineer, escribió una serie de textos en los que acertadamente señalaba que en el honrado Alcorán se habla de las mujeres en términos de derechos y de los varones en términos de deberes. Aunque solo fuera por esa percepción, Engineer merece que se lo recuerde con deferencia porque ese solo hecho es un factor fundamental en el entendimiento del honrado Alcorán y para la paz interior de los creyentes.

Ahora bien ¿es cierta esa apreciación? Así lo creo. Como creo también que el honrado Alcorán no prohíbe a las mujeres absolutamente nada que les esté permitido a los varones ni otorga a estos autoridad ninguna sobre las mujeres. Lo que hace el honrado Alcorán es imponer a los varones la carga de ver que las mujeres estén perfectamente atendidas en todos los aspectos. Son muchas las formas en que esta encomienda se expresa en el honrado Alcorán pero, puesto que el presente es un texto breve, nos limitaremos a analizar con igual brevedad la aleya que fija la misión asignada a cada sexo en tanto que tal en la sociedad humana. Suelo hablar de esta aleya como la aleya de la balanza porque eso es lo que parece sugerir. Examinemos, pues, la aleya 4.34:

“4.34 Los varones (ellos) son responsables del cuidado (qawwamun) de las mujeres (ellas) en virtud de aquello con que Dios ha dotado mejor a los unos que a los otros (ba3Dahum 3ala baa3Din) y ello gastando de sus bienes y las virtuosas (ellas) son las verdaderamente devotas a Dios y guardadoras de lo oculto guardado por Dios. Y a aquellas de quienes temáis (vosotros, la comunidad de creyentes) que caigan en conducta inmoral (“nushuz”), exhortadlas, dejadlas en sus moradas (madayi’,) resolved con ellas su situación (iDribuhunna) y, si os hacen caso, (a vosotros, la comunidad de creyentes), dejadlas en paz. ¡Dios es en verdad excelso, grande!”

Un grupo de mujeres que mantenemos un vivo intercambio de pareceres llamamos a esta aleya la “superaleya” porque, de verdad, siendo la aleya maestra en la que Dios distribuye la carga de cada sexo, también se ha convertido en una ciudadela a modo de cebolla en la que se almacena todo un arsenal de armas y munición de forma que no consigamos ir más allá de la primera capa para llegar a esta divina gema, todo ello con el fin de mantener el territorio dominado por el varón de fuego fuera del alcance de las mujeres de barro. Cada paso de esta aleya está cargado y con doble bala. La labor de desmontaje de cada capa es ardua y hay muchos musulmanes, varones y mujeres que han puesto dedicación en hacerlo. Trataré de resumirlo. 

Con el papel de los varones como apoyo y auxiliares de las mujeres (qawwamun) casi siempre traducido hasta ahora como “los varones tienen autoridad sobre las mujeres”, parece que no estamos tan mal y actualmente se suele reflejar en las traducciones (véase también qawwamun en las aleyas 4.235 y 5.8). Sin embargo lo siguiente, la expresión de reciprocidad ba3Dahum 3ala ba3din, aunque tímidamente reflejada alguna vez, sigue haciéndosele caso omiso en muchas otras y traducirse como “algunos (o algunos varones) son mejores que otros” en la formulación que sea, o, descaradamente, “los varones son superiores a las mujeres”. De hecho, lo que dice la aleya es que Dios ha favorecido a los varones con respecto a las mujeres en algo y ha favorecido a las mujeres con respecto a los varones igualmente en algo y que, atendiendo a aquello en que se ha favorecido respectivamente a cada uno, los varones deben a las mujeres toda clase de apoyo y cuidados incluido explícitamente el apoyo económico.

Ahora bien ¿en qué ha favorecido Dios a las mujeres por encima de los varones y que sea específico de las mujeres en cuanto tales y que Dios considere importante y lo sea también para la especie, puesto que es de la especie de la que hablamos, dado que mujeres y varones constituyen la especie? Si nos hacemos los tontos podemos responder: las mujeres son más bajitas, más bonitas, los varones son más fortachones… En realidad, las mujeres también pueden ser fortachonas, más altas que muchos varones y además hay varones que tiran de espaldas de guapos que son… Estadísticamente puede haber más de una cosa en un sexo que en el otro pero la regla, que no necesita de ninguna estadística para distinguir un varón de una mujer, es que nunca, ni siquiera una sola vez, un varón va a concebir, quedarse preñado o parir. Esa es una capacidad y una facultad que poseen las mujeres y no los varones. Con ello, Dios ha favorecido claramente a las mujeres. Y ¿Cuál es la contrapartida del varón? Pues precisamente la inversa: la concepción puede no ser una carga pero todo lo que viene después lo es. Una carga muy pesada que determina el destino de toda mujer desde cualquier punto de vista, porque, aun cuando sea estéril, puede haber tenido expectativas y todos los que no son ella haber tenido expectativas a su respecto.

Y de qué manera tan concisa e inteligente expresa todo eso el honrado Alcorán. Una cara de la moneda es la carga femenina y la otra el verse libre de la carga de lo que se beneficia el varón. Pero puesto que lo que rige la creación divina es el equilibrio, la moneda se completa y lo que es el favor a cada uno se transforma en el favor a ambos mediante el papel del varón como apoyo y auxilio de la mujer, papel dictado por Dios y no por ninguna ambición femenina de castrarlo, como han podido formular algunos dementes. Los varones han de ser el apoyo de la mujer invirtiéndose en ellas ellos mismos y su fortuna. 

Esos son los deberes de los varones. En el caso de las mujeres Dios no formula ningún deber. No hace falta, visto que la naturaleza ya tiene bien atrapadas a las mujeres, como muy bien sabe Dios, claro está. Las mujeres desempeñan su función sin necesidad de ningún mandamiento divino como han demostrado fehacientemente los hechos. Lo que se refiere a las mujeres Dios lo remite a Sí mismo: “y las virtuosas (ellas) son las verdaderamente devotas a Dios y guardadoras de lo oculto guardado por Dios.” Y ¿qué es lo oculto que guardan ellas si son virtuosas y devotas a Dios pero no los varones? La fidelidad en el matrimonio no es, puesto que esa incumbe por igual a varones y a mujeres; tampoco los secretos, cuya guarda incumbe igualmente a ambos sexos. Entonces ¿qué es eso que solamente las mujeres pueden guardar y que Dios ha guardado o habrá guardado? ¿Pudiera ser la concepción, el embarazo, lo oculto, la nueva criatura humana y lo que la atañe? Y ¿no concordaría eso con el mandamiento de la aleya 4.1. “honrad a Dios (ittaqwllah) por quien os preguntáis y honrad las matrices”? Esta es la única vez en todo el honrado Alcorán en que se nos manda honrar a Dios y a otra cosa junto con Él.

El que en esta parte de la aleya 4.34 que habla exclusivamente de las mujeres y su relación con lo que guarda Dios se haya forzado la existencia de unos maridos (los maridos ausentes, los secretos de los maridos o la reputación de los maridos) que no existen en el texto ni explícitos ni implícitos, delata cómo se ha convertido el honrado Alcorán en un documento interesado al servicio de los varones de fuego en el que la única función de las mujeres consiste en serles útiles a ellos, ni siquiera a la especie o a los hijos, sino a ellos.  

Sigue a esa frase sobre lo oculto otra maravilla de concisión  que igualmente ha servido para otro logro de la mentalidad del varón de fuego ante las palabras divinas. Nunca deja una de sorprenderse ante tanta confusión acumulada sobre esta aleya. Sigue siendo de aplicación el símil de la cebolla pero sólo si se trata de una cebolla enorme con muchísimas capas. Cuando salvamos una creemos que hemos llegado a alguna parte pero no, no hemos dado más que un pasito y sin saber siquiera en qué dirección.

Bien, como decíamos, sigue a esa frase la última oración de la aleya que, como no podía dejar de ser, gira también en torno a los maridos hechos de fuego. Las mujeres no pueden existir aparte de un varón al que pertenezcan  y les dé una razón de ser y eso a pesar de que en la aleya jamás se habla de maridos o de esposas y que sólo se trata de varones y de mujeres. Entonces, lo que diga el honrado Alcorán no importa porque el honrado Alcorán no puede hablar, no se le permite  hablar de las mujeres si no es con referencia a varones que constituyan la razón de su existencia.

El mayor escollo en general con que suele tropezar la gente en la lectura de esta aleya parece haber sido la palabra “iDribuhunna”, que aparece en su última parte. Habitualmente se ha traducido como “pegadlas” y muchos han investigado y dado buenas razones para no aceptar esa traducción. En esta ocasión yo iré un poquito más allá: una vez salvadas unas cuantas capas de la cebolla, se advierte que el significado no pude ser “pegadlas” por un buen número de razones, aparte de las que ya se han solido dar. Para empezar, aquí el honrado Alcorán no se dirige a ningún marido ni a los maridos en general. Ni siquiera se dirige a los varones. ¿A quién se dirige Dios en esa aleya? Volvamos a la aleya 4.29. Empieza con el vocativo: “Ya ayyuha al-ladhina amanu”, “Oh, vosotros que habéis llegado a creer”. A esos va dirigida, a aquellos que han llegado a creer, mujeres y varones, los creyentes en general. A ellos se dirige toda esta serie de aleyas. Véase y examínese con detención cada aleya después de la 29 y hasta la 42, en todos ellas se mantiene el mismo destinatario. Después de la aleya 42, en la aleya 43, se renueva el mismo vocativo iniciándola con “Oh vosotros que habéis llegado a creer”. Vemos pues que la alocución no se dirige a ningún marido de nadie, sino que se dirige a todos los creyentes, sí también a las mujeres y a los niños y también a los varones que no son de fuego sino de barro.

 

Así pues, hasta aquí no ha aparecido ningún marido en el horizonte, tampoco ninguna esposa, solo varones en general, mujeres en general, luego mujeres virtuosas, que es de desear que seamos todas, pero que por si acaso algunas mujeres estuvieran en dificultades y pudieran extraviarse, a nosotros, los creyentes se nos ordena no quedarnos de brazos cruzados sino prevenir lo que tememos que pueda ocurrir. “IDribuhunna” con el significado de “golpear” o “azotar” no puede ser más que un sinsentido, en primer lugar porque se habla de temor o sospecha, no de nada que se tenga constancia de que haya ocurrido como para ya sin más, liarse a repartir estopa. En segundo lugar, porque, como queda mencionado, la alocución no va dirigida a ningún marido, sino a toda la comunidad de creyentes y es de esperar que estos no se liarían a apalear mujeres  a mansalva porque resulta que se sospecha de ellas.

En lugar de eso, lo que se instruye a los creyentes es que aborden a las mujeres por las que temen expresándoles esos temores, luego dejar que las mujeres reflexionen sobre ello por su cuenta y, por último, resolver con ellas cualquiera que sea la situación en que están si es que esa situación existe. El famoso “nushuz” en este contexto y dado su sentido semántico como lo contrapuesto a las virtuosas, no podemos equivocarnos mucho si pensamos que lo que se teme es que esas mujeres hagan algo que las aparte de la conducta aceptada  o correcta en cuanto a su relación con  Dios en tanto que mujeres y que sería la que se menciona en la oración anterior de guardar lo que Dios guardó.  

Si retrocedemos a la aleya 4.15 en la que se nos instruye sobre aquellas que “ya’atina el fahisha”, que vivan en la indecencia (el aspecto del verbo es de acción inacabada, de donde se sigue que es algo que se hace habitualmente o repetidamente) y sabiendo lo que han sido y son las sociedades humanas, no nos costaría mucho entender que lo que dice, si no exclusivamente, sí casa perfectamente con las mujeres atrapadas en la prostitución. Y si, como vemos, en la 4.15 se nos ordena recogerlas en las casas, ¿dónde entonces están antes de que las recojamos en las casas? ¿En la calle tal vez? Si también tenemos en cuenta que estos grupos de aleyas de la azora 4 Las mujeres no tienen por objeto legislar penalmente, sino que, muy al contrario,  se dedican a la protección social de los más desprotegidos, vemos que lo que se nos hace dice es que debemos ocuparnos de los más abandonados por la sociedad, en particular las mujeres, como misión específica de los varones y como deber de toda la sociedad, sobre la que recae el deber de protección de todos sus miembros.   

¡Ah! Pero ¿no nos habremos precipitado un poco? ¡Sí! ¡Esperen, esperen! Porque la mentalidad del varón de fuego con su necesidad de estrellato tiene un as en la manga y nos increpa: “¡Eh, eh! ¿Cómo puedo abandonarlas en el lecho si no soy su marido?” El varón de fuego se refiere a eso que se suele traducir como “… abandonadlas en el lecho…” o algo parecido. ¡Que nadie se asuste! A ver que nadie se asuste que nosotros también tenemos un as en la manga, porque ¿dónde está esa ley universal que dice que las mujeres solo pueden irse a la cama para tener en ella a un varón y tener el honor de darle gusto pero nunca, nunca, jamás de los jamases, meramente para dormir? Perdóneseme la guasa. Es que nos lo ponen muy fácil. Y no hay que olvidar tampoco de que, dormir o no, lecho o yacija, lo que dice la aleya no se dirige a ningún marido en cuanto tal sino al conjunto de los creyentes, varones y mujeres.

Entremos en detalle. Hoy día, la cama se ha convertido en un eufemismo de las relaciones carnales porque la especie humana en esta época adora los eufemismos. Pero eso ¿siempre ha sido así? En el honrado Alcorán seguro que no, que desde luego en él no se anda con eufemismos ni ñoñerías. Entonces ¿era ese el caso en Arabia en la época de la revelación? ¿Eran tantas las camas que había allí en aquel entonces? Lo cierto es que la imagen que se viene a la mente con la interpretación que hace de esta aleya la mentalidad del varón de fuego es la del mundillo del “petit-bourgeois” del siglo XIX y parte del XX, todavía tan añorada por los musulmanes “tradicionales“, que asocian la familia ideal con esa imagen de la familia burguesita de la época colonial.

Procedamos entonces con rigor, examinemos esa palabra que hace tan felices a los varocéntricos de fuego porque les da ese pequeño plus por encima de las mujeres. Aunque no sea “pegar”, pero, por favor, por favor de los favores, no se lo arranquemos. Si lo pierden jamás volverán a recuperarse, por favor no los castremos.

Bien, pongámonos serios, esta vez sí, y coloquémonos en una situación que pueda corresponder a la descrita en el texto y que yo he ilustrado como se sugiere en la 4.15 y en esta última parte de la 4.34: Mujeres que pueden no tener medios económicos y que probablemente tengan hijos y a las que se nos dice que recojamos en las casas. La palabra empleada en la última parte de la aleya 4.34 y que se ha traducido como “cama” o “lecho” es “madayi3”. “Madayi3” no es cama,  no es un mueble, no hay ningún marido que deje de irse con ellas a la cama. Lo más probable es que ellas no tengan una cama y ni siquiera un hogar. Puede comprobarse que “madayi3” en su origen y en el honrado Alcorán significa el lugar en que uno se echa sobre el costado para dormir (en castellano a-costarse), ya sea en el santo suelo o en la santa tierra al aire libre, si también pudiera ser en una cama pero no siempre todo el mundo en todas partes ha tenido una cama, pero nunca ha dejado de acostarse a dormir. El honrado Alcorán también piensa en esas personas que pueden no tener una casa, por no hablar calo de un dormitorio, sobre todo precisamente en esta azora 4, Las mujeres.  Para hablar de la relación carnal en el honrado Alcorán jamás se emplea el término madja3, plural madaji3, ni esa palabra ni siquiera cualquier otra que tenga nada que ver con dormir. “Dormir”, otro nuevo eufemismo para hablar de relaciones carnales. ¿Va a querer decir eso que en el honrado Alcorán se prohíbe dormir a todos los que aparecen en él a menos que siempre eso signifique tener relaciones carnales? No si yo ya sospechaba que los mencionados en el honrado Alcorán era gente muy despierta. Rematemos esta glosa de los madayi3 con algo sacado del diccionario. Muchas palabras del árabe, desde la revelación del honrado Alcorán han podido adquirir otros significados, pero el verbo del que se deriva madayi3 sigue significando echarse a dormir y, aquí viene lo curioso hay dos palabras dayi3 y mudaayi3 que significan compañero de cama, camarada, compañero… Una indicación más de que los madayi3 de que habla el honrado Alcorán no tienen nada que ver con maridos ni con esposas ni con sexo. Incluso cuando se comparten esos madayi3 es con camaradas. Confío en que, de momento y al paso que vamos, “camarada” no se haya transformado ya en algún eufemismo de amante o concubino.

Visto lo anterior, no resultará sorprendente que en cambio la palabra madaji3 sí se use en el honrado Alcorán con el significado que afirmamos aquí de lugar en el que una persona se acuesta para dormir. El lugar donde se sabe que se le encontrará a uno porque le es propio. Creo, incluso, si no  me equivoco, que un habitáculo muy común en Arabia eran las jaimas y dudo de que en ellas hubiera muchas camas y alcobas matrimoniales. Asimismo, si el tiempo es clemente, la gente puede dormir al aire libre sin cama ninguna. Hoy día, en nuestro mundo tan eufemístico, eso es lo que hacen los sin techo todo el tiempo. Podríamos preguntarnos ¿quedan excluidos del honrado Alcorán los sin techo de nuestra época? ¿Se reveló el honrado Alcorán solo a beneficio de la gente “decente” y burguesita que tiene dormitorios y camas?

En un mundo en el que no todos podrían tener una casa o un piso en el que vivir, lo que sí tendrían sería un lugar en el que pararan habitualmente, donde se les podría encontrar, el sitio donde se echarían a dormir, es decir, sus madaji3. Podrían ser sus cartones colocados en el suelo en algún lugar resguardado, tal vez bajo un puente. Si pensamos que, aunque no de manera exclusiva, la disposición de la 4.34 puede referirse a mujeres que no tengan lo que se pueda llamar un hogar, el uso de madaji3 tal como aparece en el honrado Alcorán en varias ocasiones, sin ninguna connotación familiar o sexual, queda plenamente justificado, ya que en su sentido básico no excluye a nadie, ni a los más abandonados, es decir, a aquellos más necesitados de que los auxilie la sociedad y a los que se dedica la azora 4 Las mujeres.

Entonces, cuando se dice a los creyentes, varones y mujeres, que dejen a las mujeres en los madaji3, no podemos errar mucho si entendemos que debemos dejarlas reflexionar sobre su situación y, como se suele decir, que consulten con la almohada. No sé si tendrían almohada, pero vemos que la asociación de ideas que se refleja en este pasaje es perfectamente legítima y compartida en muchos idiomas, entre otros el nuestro. Después ver con ellas qué es lo que las coloca en la tesitura de verse marginadas e “iDribuhunna”, llegar a una solución, hacer lo más eficaz para sacarlas del apuro. “Hunna”, porque ha de hacerse con ellas, “iDribu”, porque no ha de quedarse en meras palabras, sino de verdad, sacarlas del atolladero y no dejarlas que, por ejemplo, se echen a la calle para vender su cuerpo. Hoy en día se conoce esto como asistencia social.

A los varones musulmanes de fuego no se les ocurriría nunca pensar en la 4.15 o en la 4.34 en relación con la prostitución, a pesar de que hay y siempre habido prostitución en sus sociedades. Pero, como quedó dicho, para ellos la prostitución no es un problema sino una solución. El problema es de las rameras y no tiene nada que ver con ellos y por tanto no tiene por qué encontrarse en el honrado Alcorán. Si las necesitan, visitan las mancebías y ya está. ¿A qué vendría gastar más tinta en ello? En cambio, sus mujeres son suyas y esa propiedad debe estar protegida en el honrado Alcorán. En consecuencia esta aleya debe referirse a las cosas que pudieran hacer sus esposas y que ellos no aprueben. El ir más allá de eso, para el varón de fuego, es “haram”, pecado, prohibido.

“...y las virtuosas [ellas] son las verdaderamente devotas, guardadoras de lo oculto guardado por Dios. Y a aquellas de quienes temáis [vosotros, la comunidad de creyentes] que vayan a caer en conducta inmoral (nushuz) exhortadlas, dejadlas en sus moradas (madayi3) y resolved con ellas su situación (iDribuhunna) y, si os hacen caso, [a vosotros, la comunidad de creyentes], dejadlas en paz.”


Vemos que la aleya es perfectamente coherente en sus distintas partes: los varones tienen un deber general para con las mujeres. No se dice qué sucede con los varones que no contribuyen según su capacidad, aunque eso deberá abordarlo la sociedad con equidad y fundándose en los principios coránicos. Luego, con respecto a las mujeres, se hacen dos consideraciones y ninguna de ellas entraña castigo ninguno: Las mujeres virtuosas guardan lo que Dios ha guardado y les da a guardar (Obsérvese que se habla de Dios y que no hay ningún marido por ningún lado ni explícito ni implícito), y puede que haya mujeres que se tema que puedan hacer lo que no hacen las virtuosas y caer en malos pasos y en cuyo favor deben intervenir los creyentes. A todos, varones y mujeres, se dirigen estas instrucciones de ocuparse de esas mujeres.

Se suele aducir que la siguiente aleya, 4.35, habla de una pareja. Correcto: la siguiente aleya. Cuando nos ocupemos de ella veremos sus beneficios y enseñanzas pero ahora estamos en la 4.34 y vemos lo que tiene que decir, que es abundante y claro: varones y mujeres son socios y unos, los varones han de ordenar sus deberes en torno al otro socio, ellas, a las que Dios ya ha dado su carga en origen. Los varones deben sostener a las mujeres y esto nos depara otra perla de la enseñanza coránica. Hemos hablado de la reproducción y de cómo las mujeres llevan esa carga. También sabemos que las mujeres no son fértiles toda su vida sino solo un intervalo e incluso en este pueden no reproducirse o reproducirse muy pocas veces. La naturaleza y el honrado Alcorán, por medio de las mujeres, deja a la especie un margen de maniobra generoso en el que el talento, la inspiración y la capacidad de las mujeres puede dedicarse a otras tareas distintas de la imperativa de la reproducción cuando y como ellas se vean en disposición de hacerlo.

En una sociedad regida por los principios coránicos, las mujeres y varones de barro pueden abrir el camino hacia esa tierra prometida, esa tierra sin mal que ha soñado cada pueblo de la tierra, o al menos acercarse a ella un poco más, a un futuro en el que los pájaros de barro formados por el hijo de Maryam, puedan levantar el vuelo.

 

 

 

Traducción de la imagen El Código Napoleón:

El Código Napoleón

¡Una catástrofe para las mujeres!

En 1804, el Código Napoleón afirma la incapacidad jurídica total de la mujer casada:

– Prohibición de acceso a liceos y universidades 

– Prohibición de firmar contratos y de administrar sus bienes

– Exclusión total de los derechos políticos

– Prohibición de trabajar sin la autorización del marido

– Prohibición de cobrar sus sueldos por sí misma

– Control de su correspondencia y relaciones por el marido

– Prohibición de viajar al extranjero sin autorización

– Imposición a las mujeres de penas graves por adulterio.

– Las madres solteras y los hijos naturales carecen de cualquier derecho

En el artículo 1124 de ese monumento a la misoginia que es el código civil, Napoleón define sin ambigüedad ninguna el lugar de la ciudadana en la sociedad: Son personas privadas de drechos jurídicos los menores, las mujeres casadas, los delincuentes y los deficientes mentales.

Añádase en 1910:

-La mujer y sus entrañas son propiedad del varón y puede hacer con ellas lo que le parezca (Código Napoleón)