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Cartas de La Zarzamora VII - VIII - IX

 

VII  -  Castrismo de doble filo

                (Publicado en Webislam el 6-2-2012) 

 

        Perdóname, colega, el juego de palabras. Me lo inspira el artículo publicado en Webislam con el título de La revolución sexual: el feminismo.


        Y digo castrismo de doble filo porque, por un lado invita al sueño, a la modorra, con una riada de palabras que seguro que despierta los celos de Fidel. Y no entro ya en cuestiones de barbas, porque las barbas no son precisamente mi debilidad, a menos que vea pelar al vecino y espero que, de momento, de eso nos veamos a salvo.

         

        El otro filo va por aquello de que, una vez repuesta con muchísimo esfuerzo de la modorra total y anestésica que provoca esa carga de palabras contra el feminismo, una se sobresalta ante la seria posibilidad de que estando anestesiada la hayan castreado que, a la vista de lo que dice el artículo, o de lo que no dice, más bien, es lo que, siendo mujer y navegando en artículos de esta suerte, una más se puede temer.


         ¡El castreador! ¿El castreador! ¡Se castrean feministas! ¡Se castrean disolutores de sexos! ¡Se castrean lobas feroces y abuelitas malas! ¡El castreador! ¡El castreador!
 ¡Pa dentro, Zarzamora, que visto el espíritu castrense que guía a este ladrillo contra el feminismo, lo mismo te podan, hija mía! 


         Sí que sí, que, conocimiento del artículo, no sé si alguien podrá ordeñar alguno, consignas se sacan a tutiplén: El feminismo es pecado, el feminismo –lo mismo que los ojos negros de un moreno de verde luna- tiene la culpa de todo. El feminismo va a acabar con los sexos, el feminismo va a acabar con la civilización, con los raticidas, con los caballitos del tiovivo, con la madre que nos parió a todos.


          Para escribir ese artículo yo sospecho que han tenido que evadirse de la realidad en eso, en un caballito del tiovivo, y haberse encaramado a una nube de realidad irreal, pero apañada a las necesidades castrense-castreantes de luchar contra un enemigo ficticio y, así, quitar ideas de enfrentarse a la realidad real porque, mientras ellos se mantengan en su nube de irrealidad, será muy difícil que los pillen. ¡Menudas son las nubes! Y es que el artículo es un puro divagar y no tocar nada en verdad, no pronunciarse sobre nada e inventar con desahogo ya que, mientras no se difame, aquí nadie va a poner denuncia y, manteniéndose en la irrealidad, es imposible difamar a nadie.


        Véase, por ejemplo, cómo empieza diciendo:

       "El feminismo, con idéntica miopía y suficiencia que la ideología global que lo genera, se arroga el derecho a juzgar culturas de cuya naturaleza ignora absolutamente todo, de las que no conoce -y mucho menos comprende- ni sus fundamentos, ni sus objetivos, ni su historia; y, sin que nadie se lo pida y sin tomarse siquiera la molestia de pedir su opinión a las interesadas, asume la defensa universal de las mujeres, imponiendo su moderna idea de libertad como punta de lanza en la occidentalización imperialista del planeta."


       

           Así que, empapémonos, el feminismo no surgió de la conciencia de algunas mujeres y varones de que se venía cometiendo con ellas una enorme injusticia de muchos siglos, basada en considerarlas inferiores, en incapacitarlas jurídicamente y en tratarlas como eternas menores salvo para explotarlas. No, cuando surgió el feminismo, qué duda cabe, fue para imponerse globalmente como parte del imperio a los países sojuzgados imponiéndoles SUS costumbres e ideología, ideología que de hecho sí que se impuso, pero no ninguna ideología feminista, que no era parte de la tradición esa imperial ni de su cultura, sino la ideología del poderoso, del que “como yo ya estoy en el machito, no me pienso bajar y aquí me quedo y para quitaros las ganas de moverme de ahí, os castrearé con las maldades del feminismo hasta que os rindáis y ni se os ocurra pedir subiros al machito como yo”. Eso puede sonar fatal si lo dice solamente una persona o solamente un grupo, por eso los que lo dicen hablan como si lo hicieran en nombre de todos los sexos y en particular como si defendieran al pobre sexo femenino de que lo descarríe el fementido lobo feministo. Fíjense, los pobres “hombres” como caperucitos rojos, expuestos a la ferocidad y perfidia de esos seres desintegrados y con los sexos confundidos en una pulpa informe por culpa del feminismo feroz.


          Por eso nos siguen diciendo: "Ofuscada por el afán de imponer un uniformismo igualitario, impotente ante cualquier panorama complejo que escape a la cuadrícula o al juego elemental de simetrías primarias, la ideología progresista pretende establecer la nivelación o incluso la abolición de los sexos por decreto, depreciando la manifiesta desigualdad funcional que la naturaleza atribuye a los cuerpos." 


          Yo creía que de lo que se acusaba a laoccidentalsociedad, opresora y progre era precisamente de desnudar a la mujer, porque no es igual que el varón. Y de hacerla operarse de las tetas y otras sinrazones para ser todavía “más mujer”Pero no: es que nos quieren hacer desaparecer el cuerposeguramente también en alguna nube-. Y luego habla de que la superioridad debiera entrañar más obligaciones que derechos.


             Sí, que nos lo cuenten. Por favor, que nos cuenten que, cuando a lo largo de la historia, a cuenta de considerar a los varones superiores a las mujeres y a pesar de que durante todo ese tiempo las mujeres han sido las que han seguido pariendo y cargando nueve meses con los hijos sin parte ninguna de ningún varón, pues resulta que eso sí que ha dado más obligaciones a las mujeres y no derechos y eso sí que ha dado más derechos a los varones –varones, que no hombres ya que hombres somos todos, los de ambos sexos: los del sexo masculino son varones y los del sexo femenino, mujeres (si ya se empieza por apropiarse la denominación de especie, malo)- y no más obligaciones.


       Y ahora se nos viene con que la superioridad es fuente de obligaciones. ¡Fantástico! ¡Cuánto lo festejamos! Y ¿cómo no se ha caído en ello antes? ¿Se querrá asustar a las musulmanas, como en su día se quiso asustar a las mujeres del ámbito de la cultura europea, haciéndoles creer que todo lo que hacían los varones exigía una inteligencia, fuerza, habilidad, valentía, o lo que fuera de las que ellas carecían? Pero eso sólo hasta que ellas empezaron a trabajar en los mismos buenos oficios y profesiones que los varones y se dieron cuenta de que muchísimas veces se lo pasaban pipa en esos trabajos y que sí que eran un derecho aún más que una obligación.

          Los que sí eran una obligación eran los otros oficios, los mal pagados y de dar el callo a lo bestia en los que a las mujeres nunca les había estado prohibido trabajar porque las mujeres siempre han trabajado en todos los trabajos duros, en el campo y oficios serviles y nadie los ha considerado un derecho. O sea, que la superioridad sí ha dado y da derechos y sigue dando derechos más que obligaciones. Pero para castrear a las mujeres se nos habla de estos apocalipsis de disolución del sexo y de obligaciones más que derechos. Sí, cariño, sí: engáñame otra vez, que me ha sabido a poco.


          No, claro que no hace falta que pida que me engañen, que eso ya viene con una de origen. Pero es que, aunque no se pida, parece que sí que se pidiera como cuando, por ejemplo, ciertos musulmanes preguntan, inocentemente, si hay algún hadiz que permita ser imamas a las mujeres. Ni soñar con que se les permita semejante cosa sin que haya un hadiz que diga que pueden, ¿verdad? No es que el que lo haya vaya a hacer cambiar las cosas porque no va a cambiar nada, se hará como si no se hubiera oído y en paz. Pero lo interesante es que, en cambio, a nadie se le ocurre pedir un hadiz que diga que las mujeres pueden fregar escaleras, quitar la suciedad y bañar a los inválidos de la familia, acostarlos, levantarlos aunque pesen 90 kilos o hacer cualquier otra cosa dura y mal pagada o sin pagar en absoluto. Eso a nadie se lo ocurre preguntarlo y, desde luego, a nadie se le ocurre salvarlas de matarse en cosas así ni de dar el callo gratis o por poco dinero. ¿No resulta gracioso y no nos llena de orgullo?
  
         O sea, ya sin guasa: El artículo ¿en qué se plasma en concreto? ¿Por qué se está abogando? ¿Qué propugna exactamente?


          A menos que haya por ahí alguna finalidad benéfica y concreta, lo que yo saco en limpio es que de lo que se trata es de desprestigiar la lucha femenina -y masculina- por la justicia y la equidad entre los sexos. Se arroga la pretensión de hablar en nombre de varones y mujeres pero es sólo eso, una pretensión. Porque no sólo no habla en nombre de todas las mujeres, es que tampoco lo hace en nombre de todos los varones; que, si a la mujer se la ha timado en el reparto de deberes y derechos a lo largo de la historia, también a los varones se los ha timado. A todos, engañándolos en cuanto a su propio valor relativo y, a muchos, a los buenos y honrados varones que sí que han asumido deberes, echándoles la doble carga de tener que hacer frente a sus obligaciones y a las que otros varones, escudados en su superioridad, se han abstenido de asumir.


          En el artículo parece que se invocan, sin concretar, claro, situaciones pasadas en las que al parecer todo era muy sublime y elevado, pero de cómo y en qué piensan recuperar esa elevación, no se dice nada. Eso sí, ya se pone por delante que lo que es primordial es la condena del feminismo, como un todo monolítico y hegemónico, y de todo lo que tenga que ver con él. Es decir, la condena de la lucha por la equidad y la justicia entre los géneros. Esta, al parecer, ha de venir automáticamente. ¿Confiamos, pues, en el hada madrina o ésa es demasiado occidental y feminista y tiene que ser el genio de la lámpara el que nos la conceda?


           Con ser eso suficientemente engañoso, hay algo que todavía lo es más. He aquí otro párrafo del artículo:

          “Sin negar la idéntica dignidad esencial de los seres humanos ante el espíritu, todas las culturas han sabido que las diferencias biológicas entre hombre y mujer se corresponden con diferencias psicológicas y anímicas que les predisponen consecuentemente -al margen de anomalías o excepciones siempre legítimas- a vocaciones distintas y, por tanto, a funciones diferentes, tanto en el nivel existencial como, más concretamente, en el social.”


          Oiga, ¿“han sabido…”? ¿De verdad? ¿Lo han sabido? ¿A quién le consta? A mí me consta que eso es lo que pretende el autor que creamos pero ni él sabe si los otros “han sabido” ni a mí me consta que lo sepa él. Lo que a mí me consta y creo saber es que eso no es cierto porque que no lo es lo puedo comprobar a diario en las personas reales, a cientos y, a lo largo de la vida, a muchos cientos o miles. Lo más que podría decir el autor sobre esas culturas sería que él cree que esas parecen haber creído que... Las diferencias de personalidad, psicológicas y anímicas son entre individuos, no entre sexos. Lo que hace el sexo, al predestinar biológicamente, es que las características de cada cual ponen a prueba a los individuos en circunstancias reproductivas distintas según el sexo y eso, a la vista está, es suficiente para tener consecuencias enormes, enormísimas, sin necesidad de recurrir a hipotéticas diferencias psicológicas en las que fundar una división del trabajo a la medida del poder que mande.


        Es de observar que aunque parece que el artículo, por el nombre del blog, se hubiera escrito desde un punto de vista islámico, en ningún pasaje del artículo se dice así -cosa que le honra- y que, por otra parte, no se da ninguna fuente islámica para fundamentar lo que se dice. Sobre todo, hay que decirlo claramente, no descansa en ninguna cosa que se diga en el honrado Alcorán. Esas presuntas diferencias psicológicas y anímicas entre los sexos, si salen de alguna parte, seguro que no es de la revelación transmitida por el Profeta, Dios lo bendiga y salude. En el honrado Alcorán se habla muchas veces de los derechos de las mujeres y de sus obligaciones para con Dios. Asimismo de las obligaciones y derechos de los varones atendiendo a esas diferencias en las funciones reproductivas pero que, jamás, jamás, menciona ninguna otra diferencia si no es entre individuos por el grado de piedad. Y que no consagra ningún rol de género, hasta el punto de que ni siquiera impone como una obligación el que las madres amamanten a sus hijos.

         

        En resumen, castrismo de doble filo y, ya más refraneramente, mucho ruido y pocas nueces. Hay que leer más honrado Alcorán y confiar más en él que en esas ideas castreistas. ¡Hombre!

       

        Salaam, hijita. Voy a asomarme a ver si ya ha pasado el castreador y no corro peligro de perder la barba. A más ver, hijita, in sha’ Allah.

 

 

 

 

 

 

VIII -  Los ídolos y el dios con los pies de barro
                    (Publicado en Webislam el 13-4-2012)        

        Hijita, me ha dejado anonadada la visita de Joan Manuel Serrat y Joaquín Sabina a Israel -y lo aviso, como vayan, para mí, se convertiran automáticamente en las SS-


          Quienes hemos sido jóvenes en la España de cierta época, tenemos en la memoria un cuarto que no es de Barba Azul, sino de los tesoros, de los sueños llenos de aires limpios y reales que, en su momento, eran como el vuelo hacia un destino menos malo, más sincero, más auténtico, sin culto a las apariencias y a las convenciones oprimentes; hacia todas aquellas cosas de las que se osaba hablar entonces y que, antes sí, habían estado guardadas en un cuarto de Barba Azul. Eso es lo que me evocaban a mí las canciones de Joan Manuel Serrat y lo que a muchos han evocado las de Joaquín Sabina.


        ¿Qué nos quieren hacer estos dos "ídolos" con ese cuarto aireado que era nuestro concepto de humanidad, de progreso, de libertad y en el que los sentimos como compañeros impalpables pero ciertos?    


         Leo que se anuncian para cantar en Israel, ese dios con pies de barro, y me pregunto: ¿Sienten nostalgia del cuarto de Barba Azul? ¿Se les ha encogido la humanidad y ya no la quieren a toda entera sino sólo a los poderosos? ¿Era ése el mundo que preconizaban, el de que en la bota del más fuerte está la virtud? ¿Quieren volver a meternos en el cuarto de Barba Azul? ¿Quieren que nos aplaste la noche negra de monstruos y amenazas? ¿Existieron en vano los poemas del hermoso Miguel Hernández, los del recto Antonio Machado? ¿Nos va a amargar ahora aquel nombre que sabía a hierba? ¿Va Joan Manuel Serrat de mica en mica a convertirse en una mueca muerta de sí mismo? ¿Se han ido convirtiendo estos ídolos no en dioses con pies de barro sino tan solo en barro, ya sin forma ni consistencia para resistir a ninguna tentación del poderoso? ¿Camí aval a qué cosecha de desesperanza, Joan Manuel?   

      

        Yo estaba fuera de España cuando se produjo el mayor auge de Sabina pero sé el seguimiento que ha tenido y tiene. Ahora, en lugar de tener seguimiento ¿él sigue? ¿Sigue la línea de gravedad de aquel que hace lo que le da la gana porque puede, que aplasta porque quiere y aterroriza también porque puede? Y ¿le van a dar la una y las dos y las tres y ni se va a enterar que toca el fin del mundo, al menos el fin del cuarto aireado de otro tiempo y un nuevo principio del sótano de Barba Azul? ¿A qué le van a saber los elogios cuando ya se sepa que se ha bajado, no los pantalones ni al moro, sino a la ciénaga espesa donde vive el horror y la inhumanidad?      


           Todos debemos aprender a decir adiós. Adiós a los sueños de juventud, adiós a los tiempos pasados, adiós a quienes se van por que Dios los llamó a Sí.    


       ¿Qué les diremos a quienes se van porque vuelven a un sótano de Barba Azul? ¿Qué les diremos?


       Confío, todavía como si fuera joven, en que no tengamos que decir nada, en que estos dos compañeros, "ídolos" para muchos,  no se vayan del cuarto aireado que tan bien hicieron sentir. Confío en que no tengamos que decirles un adiós deprimente, el adiós a quienes se van a donde nosotros no queremos ir ni vivos ni muertos.


         ¡Alabado sea Dios, el único siempre Victorioso!

 

 

 

 

 

 

IX  -  Palestina: Crucifixión a plazos
                 (Publicado en Webislam el 26-11-2012)  


                  ¡Ay, ay, ay, ay, ay, hijita! ¡Qué pena, qué pena!

        

        El calvario palestino cumplirá pronto, en 2017, un siglo. Y, es lo que tiene el evenenamiento a pequeñas dosis a lo largo del tiempo, la gente no se alarma ni se preocupa. Es un asesinato igual pero se vive con él y se codea uno con el asesino. Es como acostumbrarse a vivir ciego o lisiado. Y cuando muera el asesinado, sencillamente se dirá que es que llevaba ya bastante tiempo mal de salud.


      El artículo publicado en Webislam el día 18 http://www.webislam.com/articulos/79754-la_guerra_anunciada.html me parece un síntoma más de esa tolerancia a los calvarios a plazos o a cámara lenta. Lo que se hace en él es enumerar y describir algunos de los síntomas que se manifiestan en los circunstantes de un crimen de las características del que se lleva cometiendo tantas décadas con Palestina. Cuando se haya acabado con los palestinos según el protocolo de ejecución, es muy probable que se escriba un artículo parecido y se explique la lógica de que Palestina, al final, haya muerto. Se hará otra enumeración de los sintomitas narrados en el artículo y otros parecidos y se tratará de explicar con ellos lo que sólo tiene explicación en las causas. Y con las paletadas de tierra que se echarán encima de esas causas nos taparán los ojos y nunca nos fijaremos en quién o qué ha movido todo.


      Los que creemos en Dios y en una causa última parece mentira que no nos preguntemos sobre la causa última de otras cosas menos personales y divinas de lo que experimentamos. Y, así, ese artículo peca de ingenuo o de hacerse el ingenuo, como cuando dice: "el auge de los movimientos radicales religiosos, ahora directamente apoyados por las potencias occidentales". Bueno, bueno, bueno… Eso es lavar la historia del Imperio Británico y su sucesor actual, aproximadamente también británico, con prolongación anglosajona y europea. Los movimientos religiosos no es que se apoyen recientemente, es que son de creación colonial británica y han seguido la línea inicial bajo el nuevo caparazón, llamémoslo, otanesco. Se urdieron en despachos imperiales disfrazados de movimientos autóctonos. ¿Alguien se acuerda de Lawrence de Arabia, Lorencito el gringo? Lo nombro por ser muy conocido. 

 

         Israel no es fruto de ninguna eterna aspiración judía. Los judíos, como todas las gentes, han tenido, tomados como tal gente, sus cosas buenas y malas, pero en cambio, sería muy cómodo y conveniente y muy buena tapadera para los designios imperiales bien asentados que la gente tome precisamente a los judíos como causa de todos los males y como monigote al que apuntar, o sea, como el malo de la película (¡películas, películas!).


        No cabe duda de que el engendro llamado Israel es hoy en día un monstruo, un gólem, como el de la literatura, pero no es él el motor ni la causa, sino un instrumento. Israel es una creación del Imperio Británico incrustada en medio del mundo árabe para frustrar a éste de raíz e impedir que levante cabeza jamás. Desde que surgieron los nacionalismos árabes, el Imperio se dedica ferozmente a minarlos y el instrumento que ideó para acabar con cualesquiera aspiraciones a la libertad y el progreso de esos pueblos (y no solo de los árabes) fue, aparte del cáncer de Israel, el religiosismo. Con el religiosismo –que no la religión- el Imperio acabo con la OLP, movimiento laico y nacional. El Imperio, por medio de su sicario Israel, impidió que a la OLP llegara ningún dinero, hundió a esa organización y la corrompió por todos los medios a su alcance, al mismo tiempo que sí que permitía llegar el dinero a Hamás. El resultado lo hemos visto.

    

        Hasta los heroicos palestinos necesitan, aunque sea una chispita, algo de dinero para sobremalvivir y, si el dinero estaba con los religiosistas, con los religiosistas tenían que ir. El imperio acabó con la OLP como acabó con los movimientos populares árabes como el encarnado en Nasser y terminó metiendo a los árabes, hasta por salva sea la parte, el religiosismo como factor-milagrito o como requisito por descontado.


         No, claro, que los árabes, u otros, sin religiosismo estén faltos de religión. Bien es sabido que Nasser era persona muy creyente y devota, pero jamás se sirvió de la religión para glorias y triunfos mundanos ni la convirtió en exhibición. Vergüenza, debiera darles a otros chupar de la religión para imponerse. Desde luego, sacar faltas al nacionalismo, a Nasser y a tantas otras cosas, se puede hacer –y hasta se debe- faltaría más, porque no hay nada en este mundo que no tenga faltas, pero de la maera que se ha llevado, adrede, realmente es como decir: como tú no eres perfecto, aunque yo a mi vez sea un redomado Satanás, te puedo asesinar impunemente. Una ley del embudo que se aplica sin reparo ninguno en la comunicación de masas y en la formulación y justificación de políticas.



        Eso de sacar faltas a troche y moche para justificar cualquier crimen de lesa humanidad por parte de los "que saben y tienen autoridad" o sea, el Imperio, es el principio universal que todo el mundo acepta y que no se discute. Mientras no haya alguien mil por mil inocente, o que se suponga inocente, se le puede hacer de todo. Es el principio que implantó y sostuvo al gran maestro de la imperialidad que fue el Imperio Romano y que mantiene al Imperio de hoy que es fiel sucesor ideológico de aquel. La misma mentalidad de adoración al poder por el mero hecho de ser el poder.


        Volviendo al religiosismo, con ese artilugio el Imperio ha conseguido precisamente lo que se proponía y que es un axioma de la acción imperial perfectamente conocido desde siempre, o sea, si no te conviene el enemigo que tienes, créate el enemigo que te conviene: pues sí, ahí tenemos a ese enemigo que le conviene al Imperio y que ha creado el Imperio y que es el religiosismo. Ahora ya el Imperio puede arremeter por doquier contra el “fanatismo musulmán” que él mismo ha suscitado y justificar cualquier acción genocida y paisicida que siempre tendrá un coro de aplaudidores en sus propias filas, igualmente envenenadas con el religiosismo, aunque en este caso cristiano (sionista) y descerebrado. Es lo propio de la mentalidad imperial, embrutecer a las masas para que todo aquello a lo que aspiren sea pan y circo, aunque sea el circo del fin del mundo, finalmente hoy estamos todos acostumbrados a las películas... Y, aparte de en las películas, el circo lo tenemos hoy en las noticias y los programas de televisión y los políticos todos los días del año. El pan veremos si no empieza a escasear.


         En cuanto a Palestina, que es el punto de partida de esta carta, hoy todo lo que sucede en ese país crucificado es fruto de ese veneno del poder imperial, no de que si los pueblos no se entienden o de que si el conflicto tiene solución o no tiene solución. Al imperio le importan un carajo las soluciones. No quiere ni tolera soluciones, quiere el poder omnímodo de vida y muerte sobre todo lo que existe. Punto final. Y a ello va, sirviéndose de todas las armas concebibles y tratando a todo bicho viviente como mierda porque el endiosamiento es eso. El buscarle motivitos a esto o aquello puede ser entretenido pero es mentira.


         Como lo de que Siria ha pasado a segundo plano al sacarse a primer plano lo último de Palestina. Pues claro. Pero es que lo de Palestina está casi siempre en segundo plano, aunque siga pasando exactamente lo mismo que cuando, por una de estas fases del juego, nos lo primerplanean un poquito y nos dobleengañan, porque parece que es algo nuevo. Pero no, ayer y anteayer sucedía lo mismo, se exterminaba a palestinos y se les hacían otras lindezas igualmente genocidas pero nadie nos lo mencionaba.


         Pues Siria, sí, seguro que sigue adelante el plan, como sigue con todo, aunque no se diga nada, como sigue con España con media población sin trabajo y sin ingresos y sin medios para nada porque, encima, las leyes supereuropeas que se nos aplican paralizan con sus exigencias alambicadas y utópicas cualquier iniciativa individual o a pequeña escala de salir del atolladero. Y con los medios de comunicación, públicos y privados, mintiendo a placer y sin parar, escandalosamente sobre todo y sobre cada cosa, pues realmente el pan no sé, el circo parece que lo tenemos seguro. 

 

 

          Estamos maniatados, tanto como los palestinos, lo que pasa es que ahora todavía nos dejan medio agujerito de la nariz fuera del agua. Pero ya queda menos. La Edad Media superada y España liberada del moro en guerras fratricidas fabricadas en Roma por la iglesia Romana y el Sacro Imperio y después por los imperios sucesores, ya plenamente europeos, primermundeños; aplanados los Pirineos y gibraltarizados total, vamos camino del estado perfecto de todo país terrenal: posesión imperial en cuerpo y alma. Pero no nos hagamos ideas de pureza continental o racial porque la cosa no va por ahí. El Estrecho de Gibraltar también va a caer, o a subir, vaya, y Marruecos, y todo lo de más allá, también caerá (o ya ha caído y meramente está teniendo un aterrizaje suave) porque las vocaciones imperiales son vocaciones universales y, con Libia ya liberada, seremos parte del mismo mundo que esos moros que nos inquietaban tanto y tendremos, por fin, la Pax Imperia (perdonen el latín si es erróneo, no lo domino, él me domina a mí): el Mediterráneo y los océanos todos balsas de aceite (no seas mal pensada, no digo el chapapote pero, si lo piensas, tú sabrás por qué) ¡Pero qué bien, qué bien, qué requetebién que vamos a estar! ¡Con nuestros monumentos a Príapo, Eros, a Jano, a … lo que se quiera y salga, hombre! Mucho, mucho circo y mucho gladiador en buenos cueros ante el que podremos darnos el gustazo de bajar el pulgar… ¡Cuándo, pero cuándo podríamos haber aspirado a tanto!  ¡Ay, banderas imperiales, cómo se os echaba de menos!

         ¡Que Dios El Heredero conserve lo bueno de este mundo y nos permita alcanzarlo un día! ¡Que la gloria humana crucificada resucite en la gloria Santa e Imperecedera del Altísimo, Ar-Rahman, Ar-Rahim! ¡Apiádate, Majestad Divina, apiádate!

         Salaam, hijita, y que al menos la esperanza no nos abandone.

 

 

 

 

 




Varones de fuego, mujeres de barro


«7.11. Y, ciertamente, os [plural] creamos y luego os [plural]

dimos forma; y luego dijimos a los ángeles: “¡Postraos ante adam!”

–y se postraron excepto Ibliis, que no fue de los que se postraron. .»

«7.12. Y dijo Dios: “¿Qué te impidió postrarte cuando te lo ordené?”

Respondió: “Yo soy mejor que él: a mí me creaste de fuego

mientras que a él lo creaste de barro»

«38.75. Dijo Dios: “¡Oh Ibliis! ¿Qué te ha impedido postrarte

ante lo que he creado con Mis manos? ¿Te tomas por más o por encima

de otros?” »

«38.76. Respondió: “Soy mejor que él: A mí me creaste de fuego

y a él lo creaste de barro.” »          (Honrado Alcorán)

En mis últimos años, dedicados a la exégesis coránica, me he encontrado, por una parte,  con algo que me ha sorprendido gratamente y, por otra, con algo que no me ha agradado tanto.

Lo que he descubierto con agrado –aunque para otros no será un descubrimiento- es que el feminismo que se desprende del honrado Alcorán no es el feminismo al uso por el que se revisa la interpretación del texto revelado para adaptarla a las circunstancias del mundo actual y colocar a las mujeres al mismo nivel que los varones. Al contrario, el feminismo que se desprende del honrado Alcorán es radical, radicalmente feminista y radicalmente islámico y sin el prurito de tener que gustar a unos o a otros.

En cuanto a lo que digo que ya no me ha agrada tanto es que aquello que hasta no hace mucho se consideraba el sumun, que era alcanzar la igualdad con los varones, ya no parece satisfacer a algunas de nosotras que nos consideramos feministas, aunque eso en su día fuera un paso necesario. Es una situación que, aunque sigue considerándose deseable, ya no nos conviene, dado que su punto de partida está fijado a la conveniencia del varón y para satisfacer sus exigencias, ya sean estas legítimas o no y, preciso es reconocerlo, los varones no son la Humanidad. Nosotras, las mujeres, somos la Humanidad.

¿Me he pasado de la raya al decir esto? En un sentido, desde luego, pero en otro no, para nada. Creo que para muchos de nosotros, la cosa está clara. Las mujeres son como los varones, sí, pero, como dice muy bien el honrado Alcorán en la aleya 3.36: “El varón no es como la mujer”.  Todo lo que en la vida le puede ocurrir a un varón, le puede también pasar a una mujer, pero hay cosas que les pueden ocurrir a las mujeres y que les pasan todo el tiempo y que no le pueden ocurrir ni siquiera una sola vez en toda su vida a un solo varón. Ellos no concebirán, no se embarazarán, no parirán y no amamantarán nunca. Si eso que les ocurre a las mujeres pero no a los varones fuera algo baladí o accesorio, como dejarse barba larga o corta o no dejársela o, estadísticamente, ser más altos o más bajos o más o menos fuertes,   podríamos no darle importancia pero es que aquello en lo que el varón no es como la mujer es precisamente la capacidad para perpetuar la especie, que es la primera necesidad de cualquier especie y que en los mamíferos exige de las hembras una inversión desmedida. Esta capacidad y la posibilidad de ser madre condicionan enteramente la vida de las mujeres, sin equivalente ninguno en lo que puedan experimentar los varones.

Por otra parte, el ideal sería que todos, mujeres y varones, nos encontráramos en igualdad de condiciones. Nadie, creo, está en desacuerdo con eso. La cuestión es cuáles habrían de ser esas condiciones para que fueran iguales para todos, aunque el dilema se resuelve solo porque, como ya hemos dicho, las exigencias femeninas encierran todas las exigencias masculinas porque ¿qué necesidades podrían tener los varones que no tuvieran también las mujeres? Todos queremos libertad, todos queremos seguridad, dignidad, derecho a la vida privada… No hay nada en la vida normal de un varón que no figure también en la vida normal de una mujer.

La inversa, sin embargo, no se da. Las necesidades de los varones no incluyen nada relativo a la capacidad de concebir, la capacidad para los embarazos, la capacidad de menstruar, la capacidad de parir o la posibilidad de no conseguir cualquiera de esas cosas. De hecho, esas necesidades de las mujeres, no es meramente que se hayan descuidado bajo las normas masculinas que llevan milenios rigiendo a la humanidad sino que se han utilizado con saña en perjuicio de las propias mujeres, muchísimas veces despojándolas gravemente de su capacidad reproductiva sometiendo esta a la voluntad y capricho de los varones, haciendo de ellas un apero para la reproducción que se maneja a voluntad para que dé hijos o para que no los dé y en las condiciones fijadas por el poder patriarcal, dividiendo para ello a  las mujeres en “las buenas”, que se reproducen con la aprobación masculina, y “las malas”, que no se emplean para la reproducción sino exclusivamente para el disfrute de los varones y que, si se reproducen, se las castiga y se castiga cruelmente a su prole o se la mata.

El Código Napoleón y sus derivados vinieron a compendiar el dominio masculino.  En   ellos  se reunían y sistematizaban todas las leyes hasta entonces dispersas en distintos códigos y costumbres a lo largo de siglos. Bajo esas leyes, vigentes en muchos países del primer mundo  hasta la segunda mitad del siglo pasado, a todos los efectos, las mujeres eran menores de edad y empleadas, sin sueldo ni vacaciones ni descanso semanal, de los maridos, los padres o los hermanos con horario de 24 horas. Lo hijos, por supuesto, eran responsabilidad y propiedad del padre y la madre mera prestadora de servicios reproductivos y domésticos también bajo la autoridad del padre. Por otra parte, mientras que el adulterio de la mujer constituía delito, no sucedía lo  mismo con el del varón. La mera idea de que se penara el adulterio masculino hubiera dado risa –y todavía la da-. La mujer no podía disponer de sus propios bienes, siendo el marido el único con derecho a hacerlo. Cualquier alcohólico, por ejemplo, podía disponer  de los bienes de su esposa y dejarla a ella y a sus hijos en la miseria, algo que sin duda consternaba a la buena gente que debía ser testigo de ello pero que no podían hacer nada por evitarlo, al tiempo que otras personas, no tan honradas, se veían alentadas por la propia ley a aprovecharse de mujeres y niños.´

(Véase la traducción de este texto al final del artículo)

 

Seguimos teniendo arraigada esa subordinación de nuestro sexo al bien común (es decir, al bien de los varones). Incluso cuando ya no siguen vigentes las leyes del Código Napoleón, muchos siguen creyendo, por ejemplo, que el Estado u otras instituciones y, claro está, los varones a través de ellas, tienen el derecho de entrometerse en el cuerpo de las mujeres con el pretexto de que el aborto es un crimen. Pero resulta que el que las mujeres den la vida no es ningún logro masculino, no es nada que ellos hayan conseguido con gran esfuerzo y diligencia, sino algo completamente ajeno a su actividad o intención. Dios quiso crear a los mamíferos y asignar la carga y el honor de dar la vida a las hembras. A pesar de eso, la arrogante mentalidad varócéntrica, a semejanza de Ibliis, el ser hecho de fuego de que nos habla el honrado Alcorán, pretende poner los cuerpos femeninos a disposición de la colectividad. Es decir las mujeres no tienen vida privada ni propia. Su función dadora de vida, lejos de atraerle honores, da el pretexto a sus opresores para que se la tenga, como a una bandida, bajo vigilancia, a entrometerse en su intimidad, a que se la despoje de su cuerpo. Lo mismo sucede cuando se la espía e inspecciona a ver si sigue virgen o se le imponen reglas constringentes  en sus salidas, su vestimenta o relaciones de cualquier tipo.

Puede ser que no se deba abortar o también puede ser que haya motivo para ello en según qué condiciones. Sea como sea, el cuerpo de las mujeres no es un cuerpo compartido con la sociedad ni con el Estado, no es propiedad pública sino muy privada. No se puede quebrantar la intimidad ni la privacidad femenina bajo ningún pretexto. Dios no da facultad o poder para eso a nadie, a nadie, salvo en el caso de aquellos derechos particulares que puedan derivarse de un contrato de matrimonio y que solo asistiría a la otra parte conforme a lo contratado y nunca a ninguna colectividad ni por voluntad ajena a los contratantes ni más allá de lo contratado. No puede nacionalizarse el cuerpo femenino como si fuera una riqueza nacional. Para llegar a semejante injuria, antes debería haberse nacionalizado el cuerpo de todos los varones.

Algo que vale la pena resaltar cuando hoy en día se lamenta tanto que seamos demasiados en el planeta y que por ese motivo se halle en un estado catastrófico  es que, si eso demuestra algo, es que las mujeres no han fallado en su misión de dar vida, antes al contrario la han cumplido más allá de cualquier expectativa. Es chocante, pues, que las mismas fuerzas que mantienen en todo el mundo a millones de mujeres como rameras a las que, claro está, no se solicita para procrear sino para todo lo contrario, se pretenda que se inspeccione a las mujeres para evitar que se deshagan de algo que de todas formas no le interesa un pimiento al orden patriarcal, a menos que le sea útil , puesto que vemos perfectamente que los varones no van de vez por las mancebías para averiguar si por ventura de alguna de sus actividades hubiera surgido una nueva criatura. En el aborto solo vale la pena pensar si sirve para perseguir a las mujeres, si no, por favor, que continúe y allá se apañen ellas como puedan mientras no se nos dé la lata con ello.   

Así pues, aunque muchas veces se trate como si lo fuera, el cuerpo de una mujer no es un activo del Estado ni un peligro público. Nada de eso. Es el medio de cumplir la encomienda que Dios les ha dado directamente y sin intermediarios ni tutelaje ninguno a las mujeres. Es una encomienda tan sagrada como privada de Dios a cada mujer. Debería ser fuente de honra para ella y no de esclavitud ni censura y, para todos los hombres, varones y mujeres, debiera ser un honor proceder de esa encomienda divina y no de lo que decida ningún varón  con veleidades de poder ni ningún aquelarre masculino o su seguimiento femenino.

Tampoco hay que olvidar que su constitución expone a las mujeres a otros peligros, como la violación, la trata, la prostitución, el abuso y la violencia doméstica o de género, que si bien pueden acechar también a los varones, en su caso son mucho menos frecuentes o se limitan a la infancia. Así pues, comprobamos que, a pesar de ser quienes proporcionan a la sociedad y a la especie su  principal activo, que son las nuevas generaciones, lejos de granjearse  con ello las mujeres respeto y consideración, lo que les ha atraído casi siempre ha sido opresión, persecución, represalias, penalidades, crueldad y abuso. Cabe decir que el presente orden patriarcal desequilibra a la sociedad humana y oprime y frustra a todo el mundo.

Se suele objetar a los feministas que también los varones lo pasan mal, que también ellos se preocupan por sus familias y son víctimas de la sociedad tanto como las mujeres. Eso es cierto en algunos sentidos, pero hay feministas y pensadores de distintas tendencias que afirman que ello obedece precisamente a la estructura y mentalidad patriarcal que, en última instancia, reconoce la fuerza como el primer principio de autoridad. No hace falta indagar mucho para comprobar que es así. Por otra parte, la fuerza siempre es favorable a los varones, dado que a las  mujeres, por la carga que soportan y su constitución, les resultaría difícil mantener una autoridad sobre esa base. Es de lamentar que hoy día a quien renuncia a la fuerza no se lo ve como buena persona sino como a un tonto. La autoridad hoy día sigue la mentalidad de Ibliis. ¿Acaso no protestó Ibliis por tener que postrarse él, que estaba hecho de fuego, ante una enclenque criatura hecha de barro? En términos coránicos podríamos decir, a tenor del paradigma de la fuerza, que los varones que hacen como Ibliis se pretenden hechos de fuego y las mujeres de barro. ¿Es que va a someterse el fuego al barro? Los varones de bien que se dan cuenta de que no se los ha creado para ser de fuego sino de barro y no se esperan subordinación de las mujeres sino que, por el contrario, quieren servirles de apoyo, están tan necesitados de reconocimiento como las propias mujeres. Los que siguen atrapados en el espejismo del varón hecho de fuego lo único que pueden alcanzar en cualquier sociedad humana es frustración, la propia y la de la sociedad. Aunque consigan la adoración que pretenden, nunca les satisfará, porque, aun gozándola, saben en su fuero interno que es sólo una apariencia extorsionada al destino.

Volviendo a la panorámica del primer mundo, vemos que ya se han abrogado o modificado radicalmente las leyes derivadas del código Napoleón. Ahora “la mujer es igual al varón” y tenemos derecho a ser lo que pretendamos ser (no entraré en el esfuerzo que hayan de hacer para lograrlo). Sin embargo, sigue ocurriendo que aunque la mujer es igual que el varón, el varón no es igual que la mujer y que seguimos asentados en el patrón varonil, seguimos obligadas a ser varones funcionales al tiempo que seguimos soportando toda la carga de la reproducción pero sin que se nos reconozca esa carga, porque eso es algo excepcional y no de toda la población, ya que al grueso de la especie, ellos, no les ocurre y como si el reproducirse fuera un caprichito privado de las mujeres.

Aun así, es innegable que en la lucha por la igualdad se han alcanzo logros importantes para la mujeres, aunque, desde luego, la situación actual crea menos conflictos a unas mujeres que otras. En general las mujeres de los países ricos están mejor que las de los países pobres. El dinero no lo arregla todo pero sí lo hace más llevadero. Posibilita, por ejemplo, el trabajo inmigrante en aquellos hogares en que la mujer trabaja y tendría, sin ese trabajo, que ocuparse de todo. También en los países que tienen buenas estructuras sociales, ricos normalmente, la vida para la mujer es más fácil que en los que carecen de ellas. En otro orden de cosas, las mujeres acomodadas de los países pobres, con abundancia de mano de obra barata, pueden vivir incluso mejor que las de los países ricos y disfrutar de su “igualdad” casi como los varones, si sus circunstancias domésticas se lo permiten.

Sin embargo, en algunas partes del primer mundo, las cosas están yendo a peor. Para la mayoría de las mujeres, el trabajar hoy día no es cuestión de elección sino de necesidad, dada la precariedad de los empleos y lo exiguo de la remuneración que hace que todo el que puede encontrar un empleo de hecho trabaje.

En resumen, sigue mandando la mentalidad de varón de fuego y hay demasiados habitantes en la tierra para que a nadie le preocupe la reproducción. Estamos muy lejos de ninguna crisis que amenace con la desaparición de la especie humana. Como en una sociedad en la que todos fuesen cojos y se exigiera a los nuevos que se cortaran una pierna para ser admitidos, hoy se obliga a las mujeres a elegir entre cortarse una pierna o atenerse a las consecuencias, ya que no hay necesidad ninguna de hacer concesiones a cambio de algo que ya se tiene sin necesidad de hacerlas. No hay ninguna necesidad de honrar a las mujeres o de mimarlas para que siga la especie. La poca reproducción que necesitamos la podemos tener sin transigir con nada. Nada, pues, nos obliga a cambiar. E, incluso, si la necesidad fuera grande, a las mujeres siempre se las puede forzar a reproducirse, al menos hasta cierto punto. Porque, eso sí, si se tira mucho de la cuerda esta podría romperse y la especie desaparecer junto con las mujeres. Hasta ahora, los seres humanos del tipo varón de fuego han conseguido pararse antes del abismo.

 

Lo dicho vale, por supuesto, a menos que se planteen las cosas desde el punto de vista moral, o sea, desde el punto de vista del ser humano “de barro”, como una exigencia de la realidad. Aunque, sin entrar en esas consideraciones, ahora que somos tantísimos millones también existen los medios y la posibilidad de eliminar igualmente a muchos millones en un abrir y cerrar de ojos por no decir en un par de añitos, por ejemplo, con una buena pandemia. Esto es de interés en el caso de aquellos que desdeñan las consideraciones morales por considerarlas carentes de objetividad.  Aunque,  moral aparte, los peligros que acechan a la humanidad podrían hacer del cambio la única alternativa.

Por otra parte ¿hay que hacer caso a quienes rechazan la moral? Para las personas con ética o creyentes siempre existe la obligación de obrar bien tanto en la índole (fitra) humana como en los  mandamientos divinos. Para los creyentes, el mandamiento de redimirnos de los delirios del varón de fuego y de recuperar nuestra naturaleza de barro, de seres sexuados, que no pueden esperar que se los adore, sino que son ellos los que deben adoración es fuente de conformidad y de las enseñanzas del honrado Alcorán se sigue para nosotros un gozo que podemos compartir con todos los seres humanos.

El honrado Alcorán encierra todos los elementos para crear una sociedad en la que las mujeres no tengan que ser cojas y los varones sean apreciados por sus obras generosas y buenas y no por su fuerza. Pero ¡qué pena que la luz del honrado Alcorán, esa luz que no ciega sino que surge de los corazones como una corriente de paz interior, esa luz ha quedado anegada en la riada de pensamientos ajenos a ella y hemos de volver al texto y sacar esa luz de debajo de todas las extrañas interpretaciones y traducciones que se le han superpuesto!

El honrado Alcorán es inequívoco. Aunque hay quienes lo pretenden, es falso que el honrado Alcorán asigne ningún rol a la mujer. En ninguna parte dice semejante cosa. Lo que sin embargo sí hace el honrado Alcorán es reconocer la función natural de las mujeres en tanto que mujeres y la falta de semejantes funciones en los varones en tanto que varones y, atendiendo a la carga que soportan las mujeres y no los varones en la reproducción, se asigna a estos el papel que equilibre la carga de las mujeres. Las mujeres asumen la carga de la reproducción y los varones les sirven a ellas de apoyo y auxilio en todo, incluida la aportación económica. El gran pensador indio fallecido no hace mucho, Ashghar Ali Engineer, escribió una serie de textos en los que acertadamente señalaba que en el honrado Alcorán se habla de las mujeres en términos de derechos y de los varones en términos de deberes. Aunque solo fuera por esa percepción, Engineer merece que se lo recuerde con deferencia porque ese solo hecho es un factor fundamental en el entendimiento del honrado Alcorán y para la paz interior de los creyentes.

Ahora bien ¿es cierta esa apreciación? Así lo creo. Como creo también que el honrado Alcorán no prohíbe a las mujeres absolutamente nada que les esté permitido a los varones ni otorga a estos autoridad ninguna sobre las mujeres. Lo que hace el honrado Alcorán es imponer a los varones la carga de ver que las mujeres estén perfectamente atendidas en todos los aspectos. Son muchas las formas en que esta encomienda se expresa en el honrado Alcorán pero, puesto que el presente es un texto breve, nos limitaremos a analizar con igual brevedad la aleya que fija la misión asignada a cada sexo en tanto que tal en la sociedad humana. Suelo hablar de esta aleya como la aleya de la balanza porque eso es lo que parece sugerir. Examinemos, pues, la aleya 4.34:

“4.34 Los varones (ellos) son responsables del cuidado (qawwamun) de las mujeres (ellas) en virtud de aquello con que Dios ha dotado mejor a los unos que a los otros (ba3Dahum 3ala baa3Din) y ello gastando de sus bienes y las virtuosas (ellas) son las verdaderamente devotas a Dios y guardadoras de lo oculto guardado por Dios. Y a aquellas de quienes temáis (vosotros, la comunidad de creyentes) que caigan en conducta inmoral (“nushuz”), exhortadlas, dejadlas en sus moradas (madayi’,) resolved con ellas su situación (iDribuhunna) y, si os hacen caso, (a vosotros, la comunidad de creyentes), dejadlas en paz. ¡Dios es en verdad excelso, grande!”

Un grupo de mujeres que mantenemos un vivo intercambio de pareceres llamamos a esta aleya la “superaleya” porque, de verdad, siendo la aleya maestra en la que Dios distribuye la carga de cada sexo, también se ha convertido en una ciudadela a modo de cebolla en la que se almacena todo un arsenal de armas y munición de forma que no consigamos ir más allá de la primera capa para llegar a esta divina gema, todo ello con el fin de mantener el territorio dominado por el varón de fuego fuera del alcance de las mujeres de barro. Cada paso de esta aleya está cargado y con doble bala. La labor de desmontaje de cada capa es ardua y hay muchos musulmanes, varones y mujeres que han puesto dedicación en hacerlo. Trataré de resumirlo. 

Con el papel de los varones como apoyo y auxiliares de las mujeres (qawwamun) casi siempre traducido hasta ahora como “los varones tienen autoridad sobre las mujeres”, parece que no estamos tan mal y actualmente se suele reflejar en las traducciones (véase también qawwamun en las aleyas 4.235 y 5.8). Sin embargo lo siguiente, la expresión de reciprocidad ba3Dahum 3ala ba3din, aunque tímidamente reflejada alguna vez, sigue haciéndosele caso omiso en muchas otras y traducirse como “algunos (o algunos varones) son mejores que otros” en la formulación que sea, o, descaradamente, “los varones son superiores a las mujeres”. De hecho, lo que dice la aleya es que Dios ha favorecido a los varones con respecto a las mujeres en algo y ha favorecido a las mujeres con respecto a los varones igualmente en algo y que, atendiendo a aquello en que se ha favorecido respectivamente a cada uno, los varones deben a las mujeres toda clase de apoyo y cuidados incluido explícitamente el apoyo económico.

Ahora bien ¿en qué ha favorecido Dios a las mujeres por encima de los varones y que sea específico de las mujeres en cuanto tales y que Dios considere importante y lo sea también para la especie, puesto que es de la especie de la que hablamos, dado que mujeres y varones constituyen la especie? Si nos hacemos los tontos podemos responder: las mujeres son más bajitas, más bonitas, los varones son más fortachones… En realidad, las mujeres también pueden ser fortachonas, más altas que muchos varones y además hay varones que tiran de espaldas de guapos que son… Estadísticamente puede haber más de una cosa en un sexo que en el otro pero la regla, que no necesita de ninguna estadística para distinguir un varón de una mujer, es que nunca, ni siquiera una sola vez, un varón va a concebir, quedarse preñado o parir. Esa es una capacidad y una facultad que poseen las mujeres y no los varones. Con ello, Dios ha favorecido claramente a las mujeres. Y ¿Cuál es la contrapartida del varón? Pues precisamente la inversa: la concepción puede no ser una carga pero todo lo que viene después lo es. Una carga muy pesada que determina el destino de toda mujer desde cualquier punto de vista, porque, aun cuando sea estéril, puede haber tenido expectativas y todos los que no son ella haber tenido expectativas a su respecto.

Y de qué manera tan concisa e inteligente expresa todo eso el honrado Alcorán. Una cara de la moneda es la carga femenina y la otra el verse libre de la carga de lo que se beneficia el varón. Pero puesto que lo que rige la creación divina es el equilibrio, la moneda se completa y lo que es el favor a cada uno se transforma en el favor a ambos mediante el papel del varón como apoyo y auxilio de la mujer, papel dictado por Dios y no por ninguna ambición femenina de castrarlo, como han podido formular algunos dementes. Los varones han de ser el apoyo de la mujer invirtiéndose en ellas ellos mismos y su fortuna. 

Esos son los deberes de los varones. En el caso de las mujeres Dios no formula ningún deber. No hace falta, visto que la naturaleza ya tiene bien atrapadas a las mujeres, como muy bien sabe Dios, claro está. Las mujeres desempeñan su función sin necesidad de ningún mandamiento divino como han demostrado fehacientemente los hechos. Lo que se refiere a las mujeres Dios lo remite a Sí mismo: “y las virtuosas (ellas) son las verdaderamente devotas a Dios y guardadoras de lo oculto guardado por Dios.” Y ¿qué es lo oculto que guardan ellas si son virtuosas y devotas a Dios pero no los varones? La fidelidad en el matrimonio no es, puesto que esa incumbe por igual a varones y a mujeres; tampoco los secretos, cuya guarda incumbe igualmente a ambos sexos. Entonces ¿qué es eso que solamente las mujeres pueden guardar y que Dios ha guardado o habrá guardado? ¿Pudiera ser la concepción, el embarazo, lo oculto, la nueva criatura humana y lo que la atañe? Y ¿no concordaría eso con el mandamiento de la aleya 4.1. “honrad a Dios (ittaqwllah) por quien os preguntáis y honrad las matrices”? Esta es la única vez en todo el honrado Alcorán en que se nos manda honrar a Dios y a otra cosa junto con Él.

El que en esta parte de la aleya 4.34 que habla exclusivamente de las mujeres y su relación con lo que guarda Dios se haya forzado la existencia de unos maridos (los maridos ausentes, los secretos de los maridos o la reputación de los maridos) que no existen en el texto ni explícitos ni implícitos, delata cómo se ha convertido el honrado Alcorán en un documento interesado al servicio de los varones de fuego en el que la única función de las mujeres consiste en serles útiles a ellos, ni siquiera a la especie o a los hijos, sino a ellos.  

Sigue a esa frase sobre lo oculto otra maravilla de concisión  que igualmente ha servido para otro logro de la mentalidad del varón de fuego ante las palabras divinas. Nunca deja una de sorprenderse ante tanta confusión acumulada sobre esta aleya. Sigue siendo de aplicación el símil de la cebolla pero sólo si se trata de una cebolla enorme con muchísimas capas. Cuando salvamos una creemos que hemos llegado a alguna parte pero no, no hemos dado más que un pasito y sin saber siquiera en qué dirección.

Bien, como decíamos, sigue a esa frase la última oración de la aleya que, como no podía dejar de ser, gira también en torno a los maridos hechos de fuego. Las mujeres no pueden existir aparte de un varón al que pertenezcan  y les dé una razón de ser y eso a pesar de que en la aleya jamás se habla de maridos o de esposas y que sólo se trata de varones y de mujeres. Entonces, lo que diga el honrado Alcorán no importa porque el honrado Alcorán no puede hablar, no se le permite  hablar de las mujeres si no es con referencia a varones que constituyan la razón de su existencia.

El mayor escollo en general con que suele tropezar la gente en la lectura de esta aleya parece haber sido la palabra “iDribuhunna”, que aparece en su última parte. Habitualmente se ha traducido como “pegadlas” y muchos han investigado y dado buenas razones para no aceptar esa traducción. En esta ocasión yo iré un poquito más allá: una vez salvadas unas cuantas capas de la cebolla, se advierte que el significado no pude ser “pegadlas” por un buen número de razones, aparte de las que ya se han solido dar. Para empezar, aquí el honrado Alcorán no se dirige a ningún marido ni a los maridos en general. Ni siquiera se dirige a los varones. ¿A quién se dirige Dios en esa aleya? Volvamos a la aleya 4.29. Empieza con el vocativo: “Ya ayyuha al-ladhina amanu”, “Oh, vosotros que habéis llegado a creer”. A esos va dirigida, a aquellos que han llegado a creer, mujeres y varones, los creyentes en general. A ellos se dirige toda esta serie de aleyas. Véase y examínese con detención cada aleya después de la 29 y hasta la 42, en todos ellas se mantiene el mismo destinatario. Después de la aleya 42, en la aleya 43, se renueva el mismo vocativo iniciándola con “Oh vosotros que habéis llegado a creer”. Vemos pues que la alocución no se dirige a ningún marido de nadie, sino que se dirige a todos los creyentes, sí también a las mujeres y a los niños y también a los varones que no son de fuego sino de barro.

 

Así pues, hasta aquí no ha aparecido ningún marido en el horizonte, tampoco ninguna esposa, solo varones en general, mujeres en general, luego mujeres virtuosas, que es de desear que seamos todas, pero que por si acaso algunas mujeres estuvieran en dificultades y pudieran extraviarse, a nosotros, los creyentes se nos ordena no quedarnos de brazos cruzados sino prevenir lo que tememos que pueda ocurrir. “IDribuhunna” con el significado de “golpear” o “azotar” no puede ser más que un sinsentido, en primer lugar porque se habla de temor o sospecha, no de nada que se tenga constancia de que haya ocurrido como para ya sin más, liarse a repartir estopa. En segundo lugar, porque, como queda mencionado, la alocución no va dirigida a ningún marido, sino a toda la comunidad de creyentes y es de esperar que estos no se liarían a apalear mujeres  a mansalva porque resulta que se sospecha de ellas.

En lugar de eso, lo que se instruye a los creyentes es que aborden a las mujeres por las que temen expresándoles esos temores, luego dejar que las mujeres reflexionen sobre ello por su cuenta y, por último, resolver con ellas cualquiera que sea la situación en que están si es que esa situación existe. El famoso “nushuz” en este contexto y dado su sentido semántico como lo contrapuesto a las virtuosas, no podemos equivocarnos mucho si pensamos que lo que se teme es que esas mujeres hagan algo que las aparte de la conducta aceptada  o correcta en cuanto a su relación con  Dios en tanto que mujeres y que sería la que se menciona en la oración anterior de guardar lo que Dios guardó.  

Si retrocedemos a la aleya 4.15 en la que se nos instruye sobre aquellas que “ya’atina el fahisha”, que vivan en la indecencia (el aspecto del verbo es de acción inacabada, de donde se sigue que es algo que se hace habitualmente o repetidamente) y sabiendo lo que han sido y son las sociedades humanas, no nos costaría mucho entender que lo que dice, si no exclusivamente, sí casa perfectamente con las mujeres atrapadas en la prostitución. Y si, como vemos, en la 4.15 se nos ordena recogerlas en las casas, ¿dónde entonces están antes de que las recojamos en las casas? ¿En la calle tal vez? Si también tenemos en cuenta que estos grupos de aleyas de la azora 4 Las mujeres no tienen por objeto legislar penalmente, sino que, muy al contrario,  se dedican a la protección social de los más desprotegidos, vemos que lo que se nos hace dice es que debemos ocuparnos de los más abandonados por la sociedad, en particular las mujeres, como misión específica de los varones y como deber de toda la sociedad, sobre la que recae el deber de protección de todos sus miembros.   

¡Ah! Pero ¿no nos habremos precipitado un poco? ¡Sí! ¡Esperen, esperen! Porque la mentalidad del varón de fuego con su necesidad de estrellato tiene un as en la manga y nos increpa: “¡Eh, eh! ¿Cómo puedo abandonarlas en el lecho si no soy su marido?” El varón de fuego se refiere a eso que se suele traducir como “… abandonadlas en el lecho…” o algo parecido. ¡Que nadie se asuste! A ver que nadie se asuste que nosotros también tenemos un as en la manga, porque ¿dónde está esa ley universal que dice que las mujeres solo pueden irse a la cama para tener en ella a un varón y tener el honor de darle gusto pero nunca, nunca, jamás de los jamases, meramente para dormir? Perdóneseme la guasa. Es que nos lo ponen muy fácil. Y no hay que olvidar tampoco de que, dormir o no, lecho o yacija, lo que dice la aleya no se dirige a ningún marido en cuanto tal sino al conjunto de los creyentes, varones y mujeres.

Entremos en detalle. Hoy día, la cama se ha convertido en un eufemismo de las relaciones carnales porque la especie humana en esta época adora los eufemismos. Pero eso ¿siempre ha sido así? En el honrado Alcorán seguro que no, que desde luego en él no se anda con eufemismos ni ñoñerías. Entonces ¿era ese el caso en Arabia en la época de la revelación? ¿Eran tantas las camas que había allí en aquel entonces? Lo cierto es que la imagen que se viene a la mente con la interpretación que hace de esta aleya la mentalidad del varón de fuego es la del mundillo del “petit-bourgeois” del siglo XIX y parte del XX, todavía tan añorada por los musulmanes “tradicionales“, que asocian la familia ideal con esa imagen de la familia burguesita de la época colonial.

Procedamos entonces con rigor, examinemos esa palabra que hace tan felices a los varocéntricos de fuego porque les da ese pequeño plus por encima de las mujeres. Aunque no sea “pegar”, pero, por favor, por favor de los favores, no se lo arranquemos. Si lo pierden jamás volverán a recuperarse, por favor no los castremos.

Bien, pongámonos serios, esta vez sí, y coloquémonos en una situación que pueda corresponder a la descrita en el texto y que yo he ilustrado como se sugiere en la 4.15 y en esta última parte de la 4.34: Mujeres que pueden no tener medios económicos y que probablemente tengan hijos y a las que se nos dice que recojamos en las casas. La palabra empleada en la última parte de la aleya 4.34 y que se ha traducido como “cama” o “lecho” es “madayi3”. “Madayi3” no es cama,  no es un mueble, no hay ningún marido que deje de irse con ellas a la cama. Lo más probable es que ellas no tengan una cama y ni siquiera un hogar. Puede comprobarse que “madayi3” en su origen y en el honrado Alcorán significa el lugar en que uno se echa sobre el costado para dormir (en castellano a-costarse), ya sea en el santo suelo o en la santa tierra al aire libre, si también pudiera ser en una cama pero no siempre todo el mundo en todas partes ha tenido una cama, pero nunca ha dejado de acostarse a dormir. El honrado Alcorán también piensa en esas personas que pueden no tener una casa, por no hablar calo de un dormitorio, sobre todo precisamente en esta azora 4, Las mujeres.  Para hablar de la relación carnal en el honrado Alcorán jamás se emplea el término madja3, plural madaji3, ni esa palabra ni siquiera cualquier otra que tenga nada que ver con dormir. “Dormir”, otro nuevo eufemismo para hablar de relaciones carnales. ¿Va a querer decir eso que en el honrado Alcorán se prohíbe dormir a todos los que aparecen en él a menos que siempre eso signifique tener relaciones carnales? No si yo ya sospechaba que los mencionados en el honrado Alcorán era gente muy despierta. Rematemos esta glosa de los madayi3 con algo sacado del diccionario. Muchas palabras del árabe, desde la revelación del honrado Alcorán han podido adquirir otros significados, pero el verbo del que se deriva madayi3 sigue significando echarse a dormir y, aquí viene lo curioso hay dos palabras dayi3 y mudaayi3 que significan compañero de cama, camarada, compañero… Una indicación más de que los madayi3 de que habla el honrado Alcorán no tienen nada que ver con maridos ni con esposas ni con sexo. Incluso cuando se comparten esos madayi3 es con camaradas. Confío en que, de momento y al paso que vamos, “camarada” no se haya transformado ya en algún eufemismo de amante o concubino.

Visto lo anterior, no resultará sorprendente que en cambio la palabra madaji3 sí se use en el honrado Alcorán con el significado que afirmamos aquí de lugar en el que una persona se acuesta para dormir. El lugar donde se sabe que se le encontrará a uno porque le es propio. Creo, incluso, si no  me equivoco, que un habitáculo muy común en Arabia eran las jaimas y dudo de que en ellas hubiera muchas camas y alcobas matrimoniales. Asimismo, si el tiempo es clemente, la gente puede dormir al aire libre sin cama ninguna. Hoy día, en nuestro mundo tan eufemístico, eso es lo que hacen los sin techo todo el tiempo. Podríamos preguntarnos ¿quedan excluidos del honrado Alcorán los sin techo de nuestra época? ¿Se reveló el honrado Alcorán solo a beneficio de la gente “decente” y burguesita que tiene dormitorios y camas?

En un mundo en el que no todos podrían tener una casa o un piso en el que vivir, lo que sí tendrían sería un lugar en el que pararan habitualmente, donde se les podría encontrar, el sitio donde se echarían a dormir, es decir, sus madaji3. Podrían ser sus cartones colocados en el suelo en algún lugar resguardado, tal vez bajo un puente. Si pensamos que, aunque no de manera exclusiva, la disposición de la 4.34 puede referirse a mujeres que no tengan lo que se pueda llamar un hogar, el uso de madaji3 tal como aparece en el honrado Alcorán en varias ocasiones, sin ninguna connotación familiar o sexual, queda plenamente justificado, ya que en su sentido básico no excluye a nadie, ni a los más abandonados, es decir, a aquellos más necesitados de que los auxilie la sociedad y a los que se dedica la azora 4 Las mujeres.

Entonces, cuando se dice a los creyentes, varones y mujeres, que dejen a las mujeres en los madaji3, no podemos errar mucho si entendemos que debemos dejarlas reflexionar sobre su situación y, como se suele decir, que consulten con la almohada. No sé si tendrían almohada, pero vemos que la asociación de ideas que se refleja en este pasaje es perfectamente legítima y compartida en muchos idiomas, entre otros el nuestro. Después ver con ellas qué es lo que las coloca en la tesitura de verse marginadas e “iDribuhunna”, llegar a una solución, hacer lo más eficaz para sacarlas del apuro. “Hunna”, porque ha de hacerse con ellas, “iDribu”, porque no ha de quedarse en meras palabras, sino de verdad, sacarlas del atolladero y no dejarlas que, por ejemplo, se echen a la calle para vender su cuerpo. Hoy en día se conoce esto como asistencia social.

A los varones musulmanes de fuego no se les ocurriría nunca pensar en la 4.15 o en la 4.34 en relación con la prostitución, a pesar de que hay y siempre habido prostitución en sus sociedades. Pero, como quedó dicho, para ellos la prostitución no es un problema sino una solución. El problema es de las rameras y no tiene nada que ver con ellos y por tanto no tiene por qué encontrarse en el honrado Alcorán. Si las necesitan, visitan las mancebías y ya está. ¿A qué vendría gastar más tinta en ello? En cambio, sus mujeres son suyas y esa propiedad debe estar protegida en el honrado Alcorán. En consecuencia esta aleya debe referirse a las cosas que pudieran hacer sus esposas y que ellos no aprueben. El ir más allá de eso, para el varón de fuego, es “haram”, pecado, prohibido.

“...y las virtuosas [ellas] son las verdaderamente devotas, guardadoras de lo oculto guardado por Dios. Y a aquellas de quienes temáis [vosotros, la comunidad de creyentes] que vayan a caer en conducta inmoral (nushuz) exhortadlas, dejadlas en sus moradas (madayi3) y resolved con ellas su situación (iDribuhunna) y, si os hacen caso, [a vosotros, la comunidad de creyentes], dejadlas en paz.”


Vemos que la aleya es perfectamente coherente en sus distintas partes: los varones tienen un deber general para con las mujeres. No se dice qué sucede con los varones que no contribuyen según su capacidad, aunque eso deberá abordarlo la sociedad con equidad y fundándose en los principios coránicos. Luego, con respecto a las mujeres, se hacen dos consideraciones y ninguna de ellas entraña castigo ninguno: Las mujeres virtuosas guardan lo que Dios ha guardado y les da a guardar (Obsérvese que se habla de Dios y que no hay ningún marido por ningún lado ni explícito ni implícito), y puede que haya mujeres que se tema que puedan hacer lo que no hacen las virtuosas y caer en malos pasos y en cuyo favor deben intervenir los creyentes. A todos, varones y mujeres, se dirigen estas instrucciones de ocuparse de esas mujeres.

Se suele aducir que la siguiente aleya, 4.35, habla de una pareja. Correcto: la siguiente aleya. Cuando nos ocupemos de ella veremos sus beneficios y enseñanzas pero ahora estamos en la 4.34 y vemos lo que tiene que decir, que es abundante y claro: varones y mujeres son socios y unos, los varones han de ordenar sus deberes en torno al otro socio, ellas, a las que Dios ya ha dado su carga en origen. Los varones deben sostener a las mujeres y esto nos depara otra perla de la enseñanza coránica. Hemos hablado de la reproducción y de cómo las mujeres llevan esa carga. También sabemos que las mujeres no son fértiles toda su vida sino solo un intervalo e incluso en este pueden no reproducirse o reproducirse muy pocas veces. La naturaleza y el honrado Alcorán, por medio de las mujeres, deja a la especie un margen de maniobra generoso en el que el talento, la inspiración y la capacidad de las mujeres puede dedicarse a otras tareas distintas de la imperativa de la reproducción cuando y como ellas se vean en disposición de hacerlo.

En una sociedad regida por los principios coránicos, las mujeres y varones de barro pueden abrir el camino hacia esa tierra prometida, esa tierra sin mal que ha soñado cada pueblo de la tierra, o al menos acercarse a ella un poco más, a un futuro en el que los pájaros de barro formados por el hijo de Maryam, puedan levantar el vuelo.

 

 

 

Traducción de la imagen El Código Napoleón:

El Código Napoleón

¡Una catástrofe para las mujeres!

En 1804, el Código Napoleón afirma la incapacidad jurídica total de la mujer casada:

– Prohibición de acceso a liceos y universidades 

– Prohibición de firmar contratos y de administrar sus bienes

– Exclusión total de los derechos políticos

– Prohibición de trabajar sin la autorización del marido

– Prohibición de cobrar sus sueldos por sí misma

– Control de su correspondencia y relaciones por el marido

– Prohibición de viajar al extranjero sin autorización

– Imposición a las mujeres de penas graves por adulterio.

– Las madres solteras y los hijos naturales carecen de cualquier derecho

En el artículo 1124 de ese monumento a la misoginia que es el código civil, Napoleón define sin ambigüedad ninguna el lugar de la ciudadana en la sociedad: Son personas privadas de drechos jurídicos los menores, las mujeres casadas, los delincuentes y los deficientes mentales.

Añádase en 1910:

-La mujer y sus entrañas son propiedad del varón y puede hacer con ellas lo que le parezca (Código Napoleón)