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¿Quiénes son las muħşanaat? - IV

 4.24

 

“Y por lo que hace a  las que tienen facultad de consentimiento de entre las mujeres, a excepción de las que posean vuestras diestras, será conforme a lo que os ha prescrito Dios; lo que queda fuera de eso os es lícito pretenderlo con vuestra hacienda acatando la facultad de consentimiento (muħşinin) de ellas, sin hacerlas fornicadoras (musafiħaat). Y de lo que tengáis disfrute gracias a ellas, estáis obligados a darles su remuneración, sin inconveniente en lo que queráis acordar más allá de lo obligado: ciertamente, Dios es en verdad omnisciente, sabio. (Traducción empleada a efectos del presente estudio )”

 

4.25

 

“Y quienes de vosotros, por sus circunstancias, no estén en posición de casarse con las creyentes con facultad de consentimiento, [que se casen] con jóvenes creyentes de las que posean vuestras diestras. Y Dios conoce bien vuestra fe; procedéis los unos de los otros. Casaos, pues, con ellas con el permiso de su gente y dadles su dote en forma honorable como a personas con facultad de consentimiento no como fornicadoras (musafiħaat) ni como amantes secretas. Y, si habiéndoles reconocido ya su facultad de consentimiento (uħsinna) cometieran un acto de indecencia, se les impondrá la mitad del castigo que [se impone] a las que se les reconoce la facultad de consentimiento (plena). Esto es para aquellos de vosotros que teman sucumbir al mal. Pero lo mejor para vosotros es que perseveréis en la paciencia: y Dios es indulgente, dispensador de gracia.”(Asad)

 

5.5.

 

“Hoy os han sido hecho lícitas todas las cosas buenas de la vida. Y os es lícita la comida de quienes recibieron la revelación con anterioridad y vuestra comida es lícita para ellos. Y [os están permitidas] las creyentes [en esta escritura divina] con facultad de consentimiento, y las que tienen facultad de consentimiento de entre quienes recibieron la revelación antes que vosotros --si les dais sus dotes, acatando su facultad de consentimiento (muħşinin), no en fornicación (musaafiħin) ni como amantes secretas. Pero aquel que rechace la creencia [en Dios] --todas sus obras serán en vano: pues en la Otra Vida será de los perdedores.”

 

24.4

 

“Y aquellos que acusan [de adulterio] a mujeres con facultad de consentimiento, sin poder presentar luego cuatro testigos [en apoyo de su acusación], dadles ochenta azotes; y en adelante no aceptéis jamás su testimonio --¡pues esos, precisamente, son los verdaderamente depravados!-“

 24.23

 “ciertamente, quienes acusan a mujeres con facultad de consentimiento que han podido mostrarse descuidadas pero que se han mantenido fieles a su fe, serán rechazados [de la gracia de Dios] en esta vida y en la Otra: ¡y les aguarda un doloroso castigo!”

 

Hasta aquí las aleyas en las que aparece el término muħşanaat. También hemos visto un caso del verbo conjugado, uħşinna, y las dos veces que aparece el participio activo masculino, muħşinin, que igualmente se han traducido siguiendo el mismo criterio.

 

Veamos a continuación las otras veces (dos) que aparece el verbo conjugado:

 


21.91:

 “Y la que fortificó, hizo inexpugnables sus partes privadas y se reconoció a sí misma la facultad de consentimiento sobre ellas y luego insuflamos en ella de Nuestro espíritu e hicimos de ella y de su hijo una señal para toda la humanidad.”

 66.12:

 “Y Maryam, hija de Imrán, que se fortificó e hizo inexpugnables sobre sus partes privadas y se reconoció a sí misma la facultad de consentimiento sobre ellas y luego insuflamos en ellas de Nuestro espíritu y que confirmó la verdad de las palabras de su Sustentador –y  Sus revelaciones --y fue de las realmente devotas.”

 

Se suele traducir estas dos aleyas diciendo “la que guardo su castidad”, lo cual ya lo hemos expuesto, hace las veces de comodín cuando se habla de mujeres. Tal vez se entiende que aħşana en este sentido es de más mérito o más destacable  que ħafadha pero, en cuanto a eso, no parece que Maryam, aun siendo todo lo que quepa imaginar de virtuosa, fuera ninguna mártir de la castidad a tenor de lo relatado en el honrado Alcorán, donde no se menciona que se viera especialmente o angustiosamente tentada. Si el “aħşanat” entrañara semejante mérito, no cabe duda de que a quien debiera haberse atribuido eminentemente ese verbo sería al profeta Yusuf. Ese sí se vio sometido a una gran tentación y amenaza, que por otra parte se cumplió y que él prefirió sin duda a haber mancillado su virtud.

 

Pero sí que hay una cosa indudable en el comportamiento de Maryam: hizo inexpugnables sus partes privadas. Estamos acostumbrados a que, si un varón va a un prostíbulo, si echa canitas al aire o si tiene cualquier otro asuntillo no nos metemos, es su vida privada. Pero para las mujeres, sobre todo en ciertas épocas y según los lugares, no ha habido vida privada. Sus partes son del dominio público, su castidad o falta de ella asunto de todos, su matriz bien nacionalizado cuando se las escudriña a ver si abortan o no abortan, si están embarazadas y de quién, etc. etc. Ante eso, nuestra señora Maryam no permitió que nadie se inmiscuyese en sus partes, ni que se convirtieran en bien público y asunto del dominio de cualquiera. Ella se reconoció como la única autoridad no divina sobre sus partes. Y naturalmente el Altísimo le dio su guía: no hables. Todo lo que digas se empleará en tu contra y autorizarás con ello a que tus partes dejen de ser tuyas ante Dios para ser de todos, del populacho y de los satanases.

Sí hay, sin embargo, una particularidad en esta expresión usada exclusivamente con Maryam y, en cuanto a eso, aclaro que se podría hacer una objeción lingüística a la traducción que se acaba de poner de esas dos aleyas que la conciernen en lo que respecta al verbo aħşana. Se trata de que, literalmente, a quien reconoce Maryam la facultad de consentimiento y fortifica y hace inexpugnables es a sus partes privadas no a sí misma. Esta aclaración es preciso hacerla para que el lector que no maneje el árabe pueda hacerse cargo completo de la situación ya que aquí no se trata en ningún caso de adoctrinar a nadie sino de que quienquiera que lea este estudio tenga cuantos más elementos mejor para que, en su fuero particular,  alcance todo el entendimiento posible. Atenerse a la más estricta literalidad en esta ocasión podría dar un texto traducido demasiado chocante en castellano y tal vez, por ello, quitar seriedad al empeño.  

 

Por otra parte, tal vez ese giro gramatical es más elocuente que cualquier otra cosa. También Dios, en la 4.1 nos dice que lo honremos a él y que honremos las matrices. ¿No sería más lógico decir que honremos a las que tienen las matrices, a las mujeres? ¿Será que con eso de hacer independientes, inexpugnables, las partes privadas y con eso de hacernos honrar las matrices se pone el dedo en la llaga de por dónde se aplica el ensañamiento y la maldad contra las mujeres, sí, precisamente por ahí, por lo que las hace mujeres, por las partes privadas y por las matrices? ¡Qué maldición, querer dominar a aquello que nos ha dado la vida y nos ha permitido ser quienes somos según el orden divino! Mientras que el mundo satánico se empeña en hacer a las partes rivadas y a las matrices de las mujeres bienes de consumo y de uso y entretenimiento público, Dios dice que no: Las matrices se honran igual que se le honra a Él y las partes privadas son inexpugnables. Nos mandó a nuestra señora Maryam para demostrárnoslo y taparnos la boca de las preguntas satánicas. No permite que de ellas disponga nadie sino su Señor. Si la manda tener un hijo, lo tiene: entre ella y su Señor. Para el mundo: silencio. Los hijos son de Dios y no deben explicación a nadie por haber nacido ni sus madres se la deben. Todas somos Maryam, todos somos hijos de Maryam. Cualquier nacido es de Dios y ante cualquier nacimiento nadie, nadie que no tenga con la madre una relación contractual con respecto a eso, tiene derecho a indagar. Y nadie tiene derecho a hacer de ello asunto público. ¡Qué maldición, arrastrar por la inmundicia lo que nos hace quienes somos!

 

Me reconozco adicta a Maryam. Me doy cuenta de lo mucho, muchísimo que todavía tenemos que descubrir y aprender de su misión profética, de la gran generosidad divina que nos llega por su mensaje. Esta profeta tan ignorada como tal, convertida casi en un cuento rosa, por no decir de navidad, tan desdeñada y que, sin embargo, sostiene la clave de ese paraíso que pasa por honrar las matrices, no como algo utilitario o inevitable, sino como la plasmación en la carne de la rahma divina. ¿Acaso los hombres preferimos llegar a Dios más gracias a Su ira que a Su piedad? Empapémonos del mensaje que nos transmitió Maryam para que nuestra vida se mueva por la generosidad y la piedad divinas y no por la ira divina. Maryam ¡qué mujer, sí, de rompe y rasga! Los melindres y los aspavientos no eran para ella. Dios nos permita a todos beneficiarnos de su profecía, de su mensaje, hecho de más que de palabras, y alcancemos a ser esas aves de barro sobre las que sopló su hijo, con permiso de Dios, y se echaron a volar.

 

Maryam, nos dice el honrado Alcorán, no esperó de nadie que le reconociera ninguna facultad, ella, tras recibir la encomienda divina, honrando su propia matriz, honrando la naturaleza de mujer con que Dios la había creado, reconoció a Dios como única autoridad, cosa que todos debemos hacer y, por la facultad que Dios da a la mujeres, como se demuestra precisamente en el honrado Alcorán, para disponer de sus partes y de lo que hacen con ellas, Maryam las pone a disposición de Dios. ¿Fue virgen o no fue virgen cuando parió a su hijo ‘Isa? ¿De verdad queremos a saberlo? ¿De verdad somos tan curiosos? Recordemos lo que le dijo a Maryam la voz que le habló a sus pies cuando, estando soltera, que se sepa, parió a su hijo y, con él en brazos,  hubo de enfrentarse al mundo:

 

19.26. “¡Come, pues, y bebe, y que se alegren tus ojos! Y si ves a algún ser humano, hazle saber: ‘He hecho voto de silencio al Todopiadoso y no puedo, por ello, hablar hoy con nadie.’”

 

Ninguna mujer, ningún ser humano, está obligado a responder a preguntas sobre cuestiones que son entre ellos y Dios. Y cuando Maryam volvió con su gente, esta la acosó como exigiendo explicaciones sobre su maternidad. Ella calló y señaló al crío. Si una vida dada por Dios no satisface la necesidad de saber de alguien, nada la satisfará ni es razón que la satisfaga. Nadie supo jamás cómo se engendró el hijo de Maryam. ¿Explica eso suficientemente la capacidad de consentimiento que Maryam otorgó a sus partes? ¿No es Dios quien dice a cada criatura que va a venir a este mundo “Sé” y entonces es? Si eso no satisface suficientemente a alguien, ese alguien debe saber entonces que lo que pretende es excesivo y no le corresponde.  

 

Confío en que esté pecando de pesimismo si opino que los seres humanos no somos todavía lo suficientemente generosos y entregados a Dios como para renunciar al sentimiento de propiedad con respecto a los que nacen cuando la propiedad nos interesa y para querer, en cambio, aceptarlos como hijos de Dios cuando la propiedad no nos interesa. Tal vez uno de los componentes del paraíso de los justos sea ese, la capacidad de ver a toda criatura como hija de la gracia divina y sin exigir que a este mundo hayan venido así o asao, con permiso del varón-dios o sin él..

 

Pero cambiemos de tercio una vez más. Nos queda por examinar la última  aleya con palabras de la raíz ħ-ş-n. Una aleya que tiene sus problemas y nos va a llevar a cierta digresión, confiemos en que justificadamente. Examinémosla pues. Se trata de la 24.33:

 

 

“Y quienes no cuenten con recursos para contraer matrimonio que se abstengan hasta que Dios los enriquezca con Su favor. Y a aquellos de los que posean vuestras diestras que deseen la emancipación, hacedles la escritura si sabéis que en ellos hay bien. Y dadles de los bienes de Dios que Él os ha otorgado. Y no obliguéis por codicia a vuestras jovencitas para lograr los bienes de este mundo si lo que ellas quieren es ser dueñas de su consentimiento (taħaşşunan).   Pero quien las obligue, después de haberlas obligado, Dios es perdonador misericordiosísimo.” (Traducción a efectos del presente estudio).

 

Además de la traducción anterior y para facilitar la labor del lector, se reproducen a continuación, como se viene haciendo, cuatro traducciones publicadas de esta aleya:  

 

“Y los que no puedan casarse, que vivan en continencia hasta que Dios les dé de Su favor lo que necesitan. Y si alguno de vuestros esclavos desea [obtener] la escritura de emancipación, dádsela si reconocéis bien en ellos: y dadles [su parte] de la riqueza de Dios que Él os ha dado. Y no obliguéis a vuestras esclavas a prostituirse si desean contraer matrimonio (taħaşşunan), a fin de conseguir algunos de los placeres pasajeros de esta vida; y si alguien las fuerza, entonces, en verdad, después de que hayan sido obligadas [a someterse por su indefensión], Dios será indulgente, dispensador de gracia.” (Asad)

 

“Y quienes no cuenten con recursos para contraer matrimonio que mantengan el celibato hasta que Dios les enriquezca con Su favor. Y a quienes, de entre vuestros esclavos, deseen su escritura, escribídsela si sabéis que en ellos hay bien. Y dadles de los bienes de Dios que Él os ha otorgado. Y, buscando obtener las ganancias de esta vida mundanal, no forcéis a vuestras esclavas a la prostitución si desean permanecer célibes (taħaşşunan). Pero si son obligadas, en verdad, Dios, tras haber sido ellas obligadas, es perdonador, misericordiosísimo. “(Bornez)

 

“Que los que no puedan casarse observen la continencia hasta que Alá les enriquezca con Su favor. Extended la escritura a los esclavos que lo deseen si reconocéis en ellos bien, y dadles de la hacienda que Alá os ha concedido. Si vuestras esclavas prefieren vivir castamente (taħaşşunan), no les obliguéis a prostituirse para procuraros los bienes de la vida de acá. Si alguien les obliga, luego de haber sido obligadas Alá se mostrará indulgente, misericordioso.” (Cortés)

 

“Quienes no cuenten con los medios para casarse, que tengan paciencia y se abstengan [de mantener relaciones prematrimoniales] hasta que Dios les provea los medios con Su gracia. Si alguno de los esclavos les pide la manumisión, y saben de su honestidad, otórguensela y ayúdenle [a pagar la manumisión] dándole parte de las riquezas con las que Dios los ha agraciado. No fuercen a sus esclavas a prostituirse con el fin de obtener ganancias, siendo que ellas quieren casarse (taħaşşunan). Y si [a pesar de esta prohibición] fueran forzadas a hacerlo, [que sepan ellas que] Dios es Absolvedor, Misericordioso.” (García)

 

La palabra taħaşşun es el nombre verbal de la forma V, que es a su vez reflexiva de la forma II y esta intensiva de la forma I. Es decir hacerse a sí mismo muy inexpugnable, intocable, estar completamente a resguardo. En el contexto en el que estamos podríamos decir blindar la facultad de consentimiento.

 

Pasemos a hablar de la aleya. A señalar, en aras de la claridad, que la traducción de Asad al inglés y de éste al castellano encierra una incoherencia en la primera parte de la aleya en la que normalmente Asad ha traducido por “lo que posean vuestras diestras” y en este caso en el inglés dice “los que poseéis conforme a derecho” (those whom you rightfully possess) y en castellano “vuestros esclavos”. Está bien que quienes no conocen la lengua ni entienden mucho de traducción sepan estas cosas para que no tomen lo que pone en letra impresa como cosa infalible. Los traductores somos falibles, el texto del honrado Alcorán es un desafío descomunal para cualquier traductor, incluso una sola aleya, como ya hemos visto, da para devanarse los sesos muchas horas y también muchos días. Es el lector el que debe regirse a sí mismo y pensar por sí mismo, con rigor y disciplina,  exigirse a sí mismo también sinceridad y honradez y no darse por satisfecho con nada que le parezca indignante o injusto o sin razón. Tal vez no alcance una explicación satisfactoria ni hoy ni mañana pero, Dios mediante, verá colmado su deseo sincero de conocer.  

 

     Volviendo a la aleya en sí, confieso que la primera vez que la leí, aun sin estar comiendo ni bebiendo, me atraganté como si se me hubiera atravesado un sapo extraterrestre en el esófago. ¿Qué es eso de “Y no obliguéis a vuestras esclavas a prostituirse si desean contraer matrimonio…? La primera en la frente: o sea que si, por casualidad, ellas no quisieran contraer matrimonio, tu vas y las pones a ganarte dinero atendiendo a clientes necesitados de alivio y tan pancho porque, si ellas no querían contraer matrimonio… oye ¿qué hay de malo en que te ganen unas perras (por perras me refiero a dinero)? Vamos a suponer que no es que se quieran casar sino que simplemente no se opongan (que desde luego es mucho suponer) a que se las prostituya. Como ellas no se oponen ¿tú vas y pones tu chiringuito con la bendición de Dios y ahí me las den todas, que el mundo es del más chulo, y además con la venia divina?  Y lo más escalofriante es que de las cuatro traducciones caen en lo mismo.

 

¿Se entiende acaso que, cuando en la misma azora de la luz algunas aleyas antes, se lanzan las invectivas (aquí se ha citado alguna) y condenas más absolutas y categóricas contra quienes arrastran la reputación de las mujeres por el fango o las difaman, luego, un par de páginas después, ante la monstruosidad de la que se da cuenta en esta aleya, Dios se limite a decir, “hale, no hagáis eso,  si ellas quieren casarse, o si quieren seguir célibes” como quien dice: Andad, no os sorbáis los mocos si os ve alguien? O sea: ¿Tener en propiedad una mujer, una jovencita y ponerla a recibir fornicadores sin vergüenza, los que sean al día, se oponga ella o no se oponga, no merece nada más que eso, cuando hemos visto que no son calificativos adecuados los que le faltan a Dios en el honrado Alcorán? ¿A qué planeta mental se trasladan los traductores del honrado Alcorán cuando pasan por encima de esto sin que al parecer se les levante una ceja? ¿Se habrán vuelto extraterrestres como mi sapo? Por lo menos.

 

Sinceramente, creo que los traductores hacen lo que pueden con lo que tienen. Una buena traducción del honrado Alcorán es labor, mínimo, de toda una vida y ni eso sería suficiente. Lo corriente es que las traducciones se basen en traducciones anteriores modificando cosas que el traductor o quien lo contrate entienda que es preciso cambiar. Las mujeres hasta ahora no hemos sido motor de cambio ni motivo de preocupación en el mundo musulmán, luego todo sigue igual. ¿Igual que qué? También, sinceramente, tampoco creo ni siquiera que este haya sido el estado de cosas desde el Profeta hasta ahora. Probablemente ha habido luces en estas materias, sobre todo en las épocas de auge de las civilizaciones islámicas. Pero hoy día esto es lo que tenemos delante y no tiene ningún sentido buscar culpas historia arriba. Esto incumbe, en la medida de nuestra capacidad, a quienes ahora lo vemos y lo tenemos delante .

 

Bien, en principio, el motivo de citar esta aleya obedece a que aparece en ella la palabra taħaşşun, pero hubiera sido disparatado hablar de ella sin exponer, preventivamente, este gran despropósito y la consiguiente extrañeza del lector, que necesariamente lo alejaría de la finalidad de este estudio. Por el contrario, de esta manera, este estudio sirve asimismo para dirimir otras cuestiones tangentes a la que se trata pero que la iluminan y que además, por sí mismas, bien merecen la digresión.

 

Aclarado esto, volvamos al texto. Se empieza hablando, como también se hizo en la aleya 4.25, de matrimonio, de lo que deben hacer quienes no puedan contraerlo por falta de recursos, y luego se habla de quienes quieran recibir escritura de emancipación y que quien los emancipa los ayude con sus propios bienes. No parece un disparate suponer el deseo de los así emancipados de establecerse independientemente y, tal vez, de esa forma, aspirar a casarse. ¿Cabría sorprenderse de que siguiera tratándose de temas afines en la siguiente parte de la oración?

 

وَلَا تُكْرِهُوا فَتَيَاتِكُمْ عَلَى الْبِغَاءِ إِنْ أَرَدْنَ تَحَصُّنًا لِّتَبْتَغُوا عَرَضَ الْحَيَاةِ الدُّنْيَا  

 

“Y no obliguéis por codicia (bigha’) a vuestras jovencitas para lograr los bienes de este mundo si lo que ellas quieren es ser dueñas de su consentimiento (taħaşşunan)”. (Traducción a efectos de este estudio)

 

O ¿es más lógico esto?:

 

“Y no obliguéis a vuestras esclavas (فَتَيَاتِ) (fatiyaat) a prostituirse (bigha’)  si desean contraer matrimonio (tahassunan), a fin de conseguir algunos de los placeres pasajeros de esta vida;…” (Asad)

 

He tomado para el estudio comparativo en este caso la traducción de Asad, porque se parece bastante a las demás y porque, como ellas, resulta sorprendente. Gana uno la impresión de que al ir avanzando en la traducción aumenta el cansancio y se va bajando la guardia(?) Lo cierto es que hace una cosa que no había hecho en otras aleyas que hemos estudiado: ¿Por qué en la 4.25 traduce fatiyaat por jóvenes y en esta traduce fatiyaat por esclavas? Y sorprende todavía más porque el contexto dado en las aleyas precedentes y mantenido en la primera parte de esta parece ser análogo: el matrimonio y cómo abordarlo según las circunstancias. Y, después de esta aleya 24.33, de lo que se habla es de los mensajes divinos en la 24.34. La 24.35 es la bien conocida y sublime aleya de La Luz: “Dios es la luz de los cielos  y la tierra...”  No parece desde luego que este contexto sea propicio para dar el espaldarazo a la prostitución y al proxenetismo. Ningún lugar del honrado Alcorán es propicio para dar el espaldarazo a semejante desmán, desde luego, pero digamos que es que tampoco hay pie con que traerlo a colación. A menos que, como al principio de la aleya se dice que quienes no tengan medios para casarse que aguanten… Tal vez se ha tratado de hacérselo fácil proporcionándoles doncellas halal para que ya no tengan que aguantar tanto. Perdóneseme de nuevo el sarcasmo.

 

Si en la 4.25, que habíamos visto, se hablaba para contraer matrimonio de jovencitas creyentes, en esta aleya esas jovencitas creyentes parece que se nos han convertido en esclavas por arte de birlibirloque. Pero ¿eso es así? No, no es así. No olvidemos que todas estas aleyas, salvo aquellas en que se dirige directamente al propheta, siguen teniendo el mismo interlocutor que se dice en la 24.27: يَا أَيُّهَا الَّذِينَ آمَنُوا , es decir “Oh, vosotros que habéis llegado a creer”!, como lo traduce Asad, u ¡Oh, creyentes! o simplemente “¡Creyentes!”, como lo traducen otros. Este “vuestras jóvenes” habla evidentemente de las jóvenes de entre estos creyentes a los que se dirige y se entiende que por esas jovencitas han de velar todos los creyentes en tanto que parte de su comunidad y sobre todo sus padres o personas que las tengan a cargo, si es que lo están de alguien. ¿Por qué arte de magia se transforman en esclavas? ¿Cómo, con qué palabras habría de mencionarse a estas jóvenes para que no nos las transformasen? ¿Es que es preciso tergiversar siempre y por decreto anónimo cualquier palabra si esta se refiere a mujeres? Si no se puede decir la palabra que es propia y las designa ¿cómo ha de hablarse entonces de las jóvenes? No olvidemos que en el honrado Alcorán se emplea la palabra nisaa’ para significar las mujeres en general pero también es evidente, como es lógico y mostraremos con otros detalles, que se hace una distinción entre mujeres por condición o edad. Hemos visto las muħşanaat. Ya en la 4.25 vimos que había mujeres que representaban más exigencias para poder casarse con ellas, vimos que había otras mujeres, entre ellas las jóvenes creyentes, que quizás no representaban tantas exigencias. En esta aleya vemos que nuevamente se nos habla de personas que pueden encontrar dificultad para casarse por falta de medios y se nos vuelve a hablar de jóvenes. ¿Cómo es posible que esas jóvenes que aparecen en ambos casos en un contexto de matrimonio parecido de repente pasen a ser esclavas aptas para la prostitución? ¿Es que el casar o no casar a las jovencitas no ha sido siempre una preocupación u ocupación primordial entre las familias tradicionales de cualquier parte? ¿Es que lo más normal que se le puede ocurrir a la comunidad de creyentes cuando se habla de jovencitas es la posibilidad de que alguno de ellos se enriquezca haciéndose proxeneta y comerciando con ellas, si es que ellas no muestran suficiente empeño en que no lo haga y, si no lo muestran, pues mejor para él y ¡adelante con los burdeles!?

 

El final de la aleya deja aún más claro su significado, a menos que se pretenda hacer de Dios, ¡Él nos perdone!, un alcahuete:

 

 “Pero quien las obligue, después de haberlas obligado, Dios es perdonador misericordiosísimo.”

 

Está claro que si hay perdón ese perdón debe aplicarse a los que han hecho el pecado no a las víctimas. A las víctimas, por supuesto, sí les es de aplicación el “misericordiosísimo”. El perdonador indudablemente es de aplicación a quienes las obligaron. Ya hemos llamado la atención sobre la ira y la maldición que descarga Dios sobre quienes difaman a las mujeres y las humillan. ¿Es que aquí les va a dar una palmadita en el hombro por convertirlas en bayeta? Porque está claro que no se dice nada de que si se arrepienten y las resarcen o algo por el estilo. Así, sin más, toma perdón y quédate con la fortuna que has hecho sacrificando mujeres en canal. ¿Es eso?

 

Ciertamente que no, porque este pasaje del honrado Alcorán, en cambio, sí se justifica si va dirigido a unos padres o tutores que procuraron lo que entendieron lo mejor para sus hijas o pupilas, aunque no tuvieran buen consejo, y que pusieron su esfuerzo y voluntad en lograrlo, pero que cometieron error por ignorancia o por cabezonería o por motivos mundanos, pero que no dejaban por eso de creer sinceramente que era lo mejor para sus hijas; y también que, incluso habiendo sido obligadas, lo sabemos, hay matrimonios que al final han salido bien, como los hay que salen mal aunque no sean obligados. Todos recordamos lo de boda y mortaja... Evidentemente Dios no condona el obligar puesto que aquí lo dice bien claro y categórico, “no las obliguéis” y acatad su facultad de consentimiento. Pero sí cabe el perdón a los padres o tutores, puesto que, en principio, trataban de lograr lo mejor de este mudo para sus hijas.   

 

No creo ni por un momento que quienes interpretan o traducen lo de la prostitución opinen de semejante manera. Más bien creo que cuando lo hacen no son conscientes de la enormidad que entraña lo que están escribiendo y van por inercia y, por supuesto, ni se les ocurre que esos chulos o esas prostituidas fueran a ser sus hijos.  Entre tantas cosas sublimes y elevadas que se dicen en el honrado Alcorán, no se es consciente de que de vez en cuando se aterriza y uno, medio dormido, no se da cuenta de que se encuentra en otro planeta donde pueden suceder cosas absurdas.

 1)

Pero dejémonos de sicologías, que no se nos han pedido, y examinemos ya de cerca la palabra bighaa’, esa que con tanta donosura se ha traducido en esta aleya como prostitución. Es nombre verbal del verbo básico de la raíz b-gh-y. La palabra aparece una única vez en todo el honrado Alcorán y es esta precisamente, la de la  aleya 24.33. En cambio, otras palabras de la raíz b-gh-y sí que aparecen en abundancia hasta un total de 95 veces. El significado de la raíz en su verbo básico, baghaa es: procurar, desear, anhelar, apetecer, perseguir, codiciar algo. Y luego tiene otros significados derivados, entre ellos, rebelarse, oprimir, cometer injusticia, transgredir, prostituir o prostituirse,... Vale la pena señalar que de las 95 veces que aparece la raíz en el honrado Alcorán además de la de la aleya 24.33, solo a dos, y  las dos referidas a Maryam, precisamente a Maryam, se les atribuye connotación sexual pero, incluso en esas dos, si se le diera alguno de los otros significados no tendría por ello menos sentido. Veamos:

 

19.20.

 

قَالَتْ أَنَّىٰ يَكُونُ لِي غُلَامٌ وَلَمْ يَمْسَسْنِي بَشَرٌ وَلَمْ أَكُ بَغِيًّا

 

“Ella dijo: «¿Cómo tendré un hijo si no me ha tocado ningún ser humano y no he perdido mi castidad (baghiyya)?»

 

Y en la 19.28:

 

يَا أُخْتَ هَارُونَ مَا كَانَ أَبُوكِ امْرَأَ سَوْءٍ وَمَا كَانَتْ أُمُّكِ بَغِيًّا

 

“¡Oh, hermana de Aarón! ¡Tu padre no era un hombre malo, ni tu madre era una transgresora (baghiyya)!»”

 

Aclaro que la palabra traducida en la 9.20 como “perdido mi castidad” y en la 19.28 como “transgresora” son la misma palabra árabe, baghiyya, que nos ocupa. La traducción es de Bornez y no ha tenido ningún problema para darle en una de las dos ocasiones una traducción sin connotación sexual. Está claro que hubiera podido traducirlo así las dos veces y tampoco hubiera errado. Con lo que la connotación sexual de la aleya 24.33, si se diera por buena, quedaría como la única de esa raíz en todo el honrado Alcorán en la que a la raíz b-gh-y se le da una connotación sexual. Y ahora dígaseme si no es más lógico entender que no se trata de esclavas sino de hijas de familia o pupilas y que se indica a quienes se cuidan de ellas que no las obliguen a casarse con quien no quieran por creer que se trata para ellas de un buen partido… ¿No suena esto un poquito menos extraterrestre y más razonable que lo otro?

 

1) Comprobadas unas cuantas traducciones al inglés, al alemán y al francés, veo consternada que en todas, y sobre todo al inglés son unas cuantas, se mantiene la sorprendente y chocante traducción de no "forcéis vuestras doncellas a la prostitución si ellas quieren ser castas" con esas u otras palabras. La única traducción que he podido comprobar que rompe esa sórdida pauta es Quran a Reformist Translation que traduce así esta aleya: "Let those who are not able to marry continue to be chaste until God enriches them of His Bounty. If those whom you have contractual rights with seek the signature, then sign with them if you find that they are ready, and give them from the wealth of God which He has bestowed upon you. Do not force your daughters into marriage when they have desired independence, in order that you may make a gain in the goods of this worldly life. But if anyone has compelled them, then considering their compulsion, God is Forgiving, Compassionate.* Justo es dejar constancia y agradecer que esa traducción me ha sido de gran utilidad y sobre todo me supuso un gran, soberano respiro. Que la luz divina, por Su gracia, nos permita seguir mejorando. 

(Léase continuación en ¿Quienes son las muhasanaat? - V) 

 

 



 

 




Varones de fuego, mujeres de barro


«7.11. Y, ciertamente, os [plural] creamos y luego os [plural]

dimos forma; y luego dijimos a los ángeles: “¡Postraos ante adam!”

–y se postraron excepto Ibliis, que no fue de los que se postraron. .»

«7.12. Y dijo Dios: “¿Qué te impidió postrarte cuando te lo ordené?”

Respondió: “Yo soy mejor que él: a mí me creaste de fuego

mientras que a él lo creaste de barro»

«38.75. Dijo Dios: “¡Oh Ibliis! ¿Qué te ha impedido postrarte

ante lo que he creado con Mis manos? ¿Te tomas por más o por encima

de otros?” »

«38.76. Respondió: “Soy mejor que él: A mí me creaste de fuego

y a él lo creaste de barro.” »          (Honrado Alcorán)

En mis últimos años, dedicados a la exégesis coránica, me he encontrado, por una parte,  con algo que me ha sorprendido gratamente y, por otra, con algo que no me ha agradado tanto.

Lo que he descubierto con agrado –aunque para otros no será un descubrimiento- es que el feminismo que se desprende del honrado Alcorán no es el feminismo al uso por el que se revisa la interpretación del texto revelado para adaptarla a las circunstancias del mundo actual y colocar a las mujeres al mismo nivel que los varones. Al contrario, el feminismo que se desprende del honrado Alcorán es radical, radicalmente feminista y radicalmente islámico y sin el prurito de tener que gustar a unos o a otros.

En cuanto a lo que digo que ya no me ha agrada tanto es que aquello que hasta no hace mucho se consideraba el sumun, que era alcanzar la igualdad con los varones, ya no parece satisfacer a algunas de nosotras que nos consideramos feministas, aunque eso en su día fuera un paso necesario. Es una situación que, aunque sigue considerándose deseable, ya no nos conviene, dado que su punto de partida está fijado a la conveniencia del varón y para satisfacer sus exigencias, ya sean estas legítimas o no y, preciso es reconocerlo, los varones no son la Humanidad. Nosotras, las mujeres, somos la Humanidad.

¿Me he pasado de la raya al decir esto? En un sentido, desde luego, pero en otro no, para nada. Creo que para muchos de nosotros, la cosa está clara. Las mujeres son como los varones, sí, pero, como dice muy bien el honrado Alcorán en la aleya 3.36: “El varón no es como la mujer”.  Todo lo que en la vida le puede ocurrir a un varón, le puede también pasar a una mujer, pero hay cosas que les pueden ocurrir a las mujeres y que les pasan todo el tiempo y que no le pueden ocurrir ni siquiera una sola vez en toda su vida a un solo varón. Ellos no concebirán, no se embarazarán, no parirán y no amamantarán nunca. Si eso que les ocurre a las mujeres pero no a los varones fuera algo baladí o accesorio, como dejarse barba larga o corta o no dejársela o, estadísticamente, ser más altos o más bajos o más o menos fuertes,   podríamos no darle importancia pero es que aquello en lo que el varón no es como la mujer es precisamente la capacidad para perpetuar la especie, que es la primera necesidad de cualquier especie y que en los mamíferos exige de las hembras una inversión desmedida. Esta capacidad y la posibilidad de ser madre condicionan enteramente la vida de las mujeres, sin equivalente ninguno en lo que puedan experimentar los varones.

Por otra parte, el ideal sería que todos, mujeres y varones, nos encontráramos en igualdad de condiciones. Nadie, creo, está en desacuerdo con eso. La cuestión es cuáles habrían de ser esas condiciones para que fueran iguales para todos, aunque el dilema se resuelve solo porque, como ya hemos dicho, las exigencias femeninas encierran todas las exigencias masculinas porque ¿qué necesidades podrían tener los varones que no tuvieran también las mujeres? Todos queremos libertad, todos queremos seguridad, dignidad, derecho a la vida privada… No hay nada en la vida normal de un varón que no figure también en la vida normal de una mujer.

La inversa, sin embargo, no se da. Las necesidades de los varones no incluyen nada relativo a la capacidad de concebir, la capacidad para los embarazos, la capacidad de menstruar, la capacidad de parir o la posibilidad de no conseguir cualquiera de esas cosas. De hecho, esas necesidades de las mujeres, no es meramente que se hayan descuidado bajo las normas masculinas que llevan milenios rigiendo a la humanidad sino que se han utilizado con saña en perjuicio de las propias mujeres, muchísimas veces despojándolas gravemente de su capacidad reproductiva sometiendo esta a la voluntad y capricho de los varones, haciendo de ellas un apero para la reproducción que se maneja a voluntad para que dé hijos o para que no los dé y en las condiciones fijadas por el poder patriarcal, dividiendo para ello a  las mujeres en “las buenas”, que se reproducen con la aprobación masculina, y “las malas”, que no se emplean para la reproducción sino exclusivamente para el disfrute de los varones y que, si se reproducen, se las castiga y se castiga cruelmente a su prole o se la mata.

El Código Napoleón y sus derivados vinieron a compendiar el dominio masculino.  En   ellos  se reunían y sistematizaban todas las leyes hasta entonces dispersas en distintos códigos y costumbres a lo largo de siglos. Bajo esas leyes, vigentes en muchos países del primer mundo  hasta la segunda mitad del siglo pasado, a todos los efectos, las mujeres eran menores de edad y empleadas, sin sueldo ni vacaciones ni descanso semanal, de los maridos, los padres o los hermanos con horario de 24 horas. Lo hijos, por supuesto, eran responsabilidad y propiedad del padre y la madre mera prestadora de servicios reproductivos y domésticos también bajo la autoridad del padre. Por otra parte, mientras que el adulterio de la mujer constituía delito, no sucedía lo  mismo con el del varón. La mera idea de que se penara el adulterio masculino hubiera dado risa –y todavía la da-. La mujer no podía disponer de sus propios bienes, siendo el marido el único con derecho a hacerlo. Cualquier alcohólico, por ejemplo, podía disponer  de los bienes de su esposa y dejarla a ella y a sus hijos en la miseria, algo que sin duda consternaba a la buena gente que debía ser testigo de ello pero que no podían hacer nada por evitarlo, al tiempo que otras personas, no tan honradas, se veían alentadas por la propia ley a aprovecharse de mujeres y niños.´

(Véase la traducción de este texto al final del artículo)

 

Seguimos teniendo arraigada esa subordinación de nuestro sexo al bien común (es decir, al bien de los varones). Incluso cuando ya no siguen vigentes las leyes del Código Napoleón, muchos siguen creyendo, por ejemplo, que el Estado u otras instituciones y, claro está, los varones a través de ellas, tienen el derecho de entrometerse en el cuerpo de las mujeres con el pretexto de que el aborto es un crimen. Pero resulta que el que las mujeres den la vida no es ningún logro masculino, no es nada que ellos hayan conseguido con gran esfuerzo y diligencia, sino algo completamente ajeno a su actividad o intención. Dios quiso crear a los mamíferos y asignar la carga y el honor de dar la vida a las hembras. A pesar de eso, la arrogante mentalidad varócéntrica, a semejanza de Ibliis, el ser hecho de fuego de que nos habla el honrado Alcorán, pretende poner los cuerpos femeninos a disposición de la colectividad. Es decir las mujeres no tienen vida privada ni propia. Su función dadora de vida, lejos de atraerle honores, da el pretexto a sus opresores para que se la tenga, como a una bandida, bajo vigilancia, a entrometerse en su intimidad, a que se la despoje de su cuerpo. Lo mismo sucede cuando se la espía e inspecciona a ver si sigue virgen o se le imponen reglas constringentes  en sus salidas, su vestimenta o relaciones de cualquier tipo.

Puede ser que no se deba abortar o también puede ser que haya motivo para ello en según qué condiciones. Sea como sea, el cuerpo de las mujeres no es un cuerpo compartido con la sociedad ni con el Estado, no es propiedad pública sino muy privada. No se puede quebrantar la intimidad ni la privacidad femenina bajo ningún pretexto. Dios no da facultad o poder para eso a nadie, a nadie, salvo en el caso de aquellos derechos particulares que puedan derivarse de un contrato de matrimonio y que solo asistiría a la otra parte conforme a lo contratado y nunca a ninguna colectividad ni por voluntad ajena a los contratantes ni más allá de lo contratado. No puede nacionalizarse el cuerpo femenino como si fuera una riqueza nacional. Para llegar a semejante injuria, antes debería haberse nacionalizado el cuerpo de todos los varones.

Algo que vale la pena resaltar cuando hoy en día se lamenta tanto que seamos demasiados en el planeta y que por ese motivo se halle en un estado catastrófico  es que, si eso demuestra algo, es que las mujeres no han fallado en su misión de dar vida, antes al contrario la han cumplido más allá de cualquier expectativa. Es chocante, pues, que las mismas fuerzas que mantienen en todo el mundo a millones de mujeres como rameras a las que, claro está, no se solicita para procrear sino para todo lo contrario, se pretenda que se inspeccione a las mujeres para evitar que se deshagan de algo que de todas formas no le interesa un pimiento al orden patriarcal, a menos que le sea útil , puesto que vemos perfectamente que los varones no van de vez por las mancebías para averiguar si por ventura de alguna de sus actividades hubiera surgido una nueva criatura. En el aborto solo vale la pena pensar si sirve para perseguir a las mujeres, si no, por favor, que continúe y allá se apañen ellas como puedan mientras no se nos dé la lata con ello.   

Así pues, aunque muchas veces se trate como si lo fuera, el cuerpo de una mujer no es un activo del Estado ni un peligro público. Nada de eso. Es el medio de cumplir la encomienda que Dios les ha dado directamente y sin intermediarios ni tutelaje ninguno a las mujeres. Es una encomienda tan sagrada como privada de Dios a cada mujer. Debería ser fuente de honra para ella y no de esclavitud ni censura y, para todos los hombres, varones y mujeres, debiera ser un honor proceder de esa encomienda divina y no de lo que decida ningún varón  con veleidades de poder ni ningún aquelarre masculino o su seguimiento femenino.

Tampoco hay que olvidar que su constitución expone a las mujeres a otros peligros, como la violación, la trata, la prostitución, el abuso y la violencia doméstica o de género, que si bien pueden acechar también a los varones, en su caso son mucho menos frecuentes o se limitan a la infancia. Así pues, comprobamos que, a pesar de ser quienes proporcionan a la sociedad y a la especie su  principal activo, que son las nuevas generaciones, lejos de granjearse  con ello las mujeres respeto y consideración, lo que les ha atraído casi siempre ha sido opresión, persecución, represalias, penalidades, crueldad y abuso. Cabe decir que el presente orden patriarcal desequilibra a la sociedad humana y oprime y frustra a todo el mundo.

Se suele objetar a los feministas que también los varones lo pasan mal, que también ellos se preocupan por sus familias y son víctimas de la sociedad tanto como las mujeres. Eso es cierto en algunos sentidos, pero hay feministas y pensadores de distintas tendencias que afirman que ello obedece precisamente a la estructura y mentalidad patriarcal que, en última instancia, reconoce la fuerza como el primer principio de autoridad. No hace falta indagar mucho para comprobar que es así. Por otra parte, la fuerza siempre es favorable a los varones, dado que a las  mujeres, por la carga que soportan y su constitución, les resultaría difícil mantener una autoridad sobre esa base. Es de lamentar que hoy día a quien renuncia a la fuerza no se lo ve como buena persona sino como a un tonto. La autoridad hoy día sigue la mentalidad de Ibliis. ¿Acaso no protestó Ibliis por tener que postrarse él, que estaba hecho de fuego, ante una enclenque criatura hecha de barro? En términos coránicos podríamos decir, a tenor del paradigma de la fuerza, que los varones que hacen como Ibliis se pretenden hechos de fuego y las mujeres de barro. ¿Es que va a someterse el fuego al barro? Los varones de bien que se dan cuenta de que no se los ha creado para ser de fuego sino de barro y no se esperan subordinación de las mujeres sino que, por el contrario, quieren servirles de apoyo, están tan necesitados de reconocimiento como las propias mujeres. Los que siguen atrapados en el espejismo del varón hecho de fuego lo único que pueden alcanzar en cualquier sociedad humana es frustración, la propia y la de la sociedad. Aunque consigan la adoración que pretenden, nunca les satisfará, porque, aun gozándola, saben en su fuero interno que es sólo una apariencia extorsionada al destino.

Volviendo a la panorámica del primer mundo, vemos que ya se han abrogado o modificado radicalmente las leyes derivadas del código Napoleón. Ahora “la mujer es igual al varón” y tenemos derecho a ser lo que pretendamos ser (no entraré en el esfuerzo que hayan de hacer para lograrlo). Sin embargo, sigue ocurriendo que aunque la mujer es igual que el varón, el varón no es igual que la mujer y que seguimos asentados en el patrón varonil, seguimos obligadas a ser varones funcionales al tiempo que seguimos soportando toda la carga de la reproducción pero sin que se nos reconozca esa carga, porque eso es algo excepcional y no de toda la población, ya que al grueso de la especie, ellos, no les ocurre y como si el reproducirse fuera un caprichito privado de las mujeres.

Aun así, es innegable que en la lucha por la igualdad se han alcanzo logros importantes para la mujeres, aunque, desde luego, la situación actual crea menos conflictos a unas mujeres que otras. En general las mujeres de los países ricos están mejor que las de los países pobres. El dinero no lo arregla todo pero sí lo hace más llevadero. Posibilita, por ejemplo, el trabajo inmigrante en aquellos hogares en que la mujer trabaja y tendría, sin ese trabajo, que ocuparse de todo. También en los países que tienen buenas estructuras sociales, ricos normalmente, la vida para la mujer es más fácil que en los que carecen de ellas. En otro orden de cosas, las mujeres acomodadas de los países pobres, con abundancia de mano de obra barata, pueden vivir incluso mejor que las de los países ricos y disfrutar de su “igualdad” casi como los varones, si sus circunstancias domésticas se lo permiten.

Sin embargo, en algunas partes del primer mundo, las cosas están yendo a peor. Para la mayoría de las mujeres, el trabajar hoy día no es cuestión de elección sino de necesidad, dada la precariedad de los empleos y lo exiguo de la remuneración que hace que todo el que puede encontrar un empleo de hecho trabaje.

En resumen, sigue mandando la mentalidad de varón de fuego y hay demasiados habitantes en la tierra para que a nadie le preocupe la reproducción. Estamos muy lejos de ninguna crisis que amenace con la desaparición de la especie humana. Como en una sociedad en la que todos fuesen cojos y se exigiera a los nuevos que se cortaran una pierna para ser admitidos, hoy se obliga a las mujeres a elegir entre cortarse una pierna o atenerse a las consecuencias, ya que no hay necesidad ninguna de hacer concesiones a cambio de algo que ya se tiene sin necesidad de hacerlas. No hay ninguna necesidad de honrar a las mujeres o de mimarlas para que siga la especie. La poca reproducción que necesitamos la podemos tener sin transigir con nada. Nada, pues, nos obliga a cambiar. E, incluso, si la necesidad fuera grande, a las mujeres siempre se las puede forzar a reproducirse, al menos hasta cierto punto. Porque, eso sí, si se tira mucho de la cuerda esta podría romperse y la especie desaparecer junto con las mujeres. Hasta ahora, los seres humanos del tipo varón de fuego han conseguido pararse antes del abismo.

 

Lo dicho vale, por supuesto, a menos que se planteen las cosas desde el punto de vista moral, o sea, desde el punto de vista del ser humano “de barro”, como una exigencia de la realidad. Aunque, sin entrar en esas consideraciones, ahora que somos tantísimos millones también existen los medios y la posibilidad de eliminar igualmente a muchos millones en un abrir y cerrar de ojos por no decir en un par de añitos, por ejemplo, con una buena pandemia. Esto es de interés en el caso de aquellos que desdeñan las consideraciones morales por considerarlas carentes de objetividad.  Aunque,  moral aparte, los peligros que acechan a la humanidad podrían hacer del cambio la única alternativa.

Por otra parte ¿hay que hacer caso a quienes rechazan la moral? Para las personas con ética o creyentes siempre existe la obligación de obrar bien tanto en la índole (fitra) humana como en los  mandamientos divinos. Para los creyentes, el mandamiento de redimirnos de los delirios del varón de fuego y de recuperar nuestra naturaleza de barro, de seres sexuados, que no pueden esperar que se los adore, sino que son ellos los que deben adoración es fuente de conformidad y de las enseñanzas del honrado Alcorán se sigue para nosotros un gozo que podemos compartir con todos los seres humanos.

El honrado Alcorán encierra todos los elementos para crear una sociedad en la que las mujeres no tengan que ser cojas y los varones sean apreciados por sus obras generosas y buenas y no por su fuerza. Pero ¡qué pena que la luz del honrado Alcorán, esa luz que no ciega sino que surge de los corazones como una corriente de paz interior, esa luz ha quedado anegada en la riada de pensamientos ajenos a ella y hemos de volver al texto y sacar esa luz de debajo de todas las extrañas interpretaciones y traducciones que se le han superpuesto!

El honrado Alcorán es inequívoco. Aunque hay quienes lo pretenden, es falso que el honrado Alcorán asigne ningún rol a la mujer. En ninguna parte dice semejante cosa. Lo que sin embargo sí hace el honrado Alcorán es reconocer la función natural de las mujeres en tanto que mujeres y la falta de semejantes funciones en los varones en tanto que varones y, atendiendo a la carga que soportan las mujeres y no los varones en la reproducción, se asigna a estos el papel que equilibre la carga de las mujeres. Las mujeres asumen la carga de la reproducción y los varones les sirven a ellas de apoyo y auxilio en todo, incluida la aportación económica. El gran pensador indio fallecido no hace mucho, Ashghar Ali Engineer, escribió una serie de textos en los que acertadamente señalaba que en el honrado Alcorán se habla de las mujeres en términos de derechos y de los varones en términos de deberes. Aunque solo fuera por esa percepción, Engineer merece que se lo recuerde con deferencia porque ese solo hecho es un factor fundamental en el entendimiento del honrado Alcorán y para la paz interior de los creyentes.

Ahora bien ¿es cierta esa apreciación? Así lo creo. Como creo también que el honrado Alcorán no prohíbe a las mujeres absolutamente nada que les esté permitido a los varones ni otorga a estos autoridad ninguna sobre las mujeres. Lo que hace el honrado Alcorán es imponer a los varones la carga de ver que las mujeres estén perfectamente atendidas en todos los aspectos. Son muchas las formas en que esta encomienda se expresa en el honrado Alcorán pero, puesto que el presente es un texto breve, nos limitaremos a analizar con igual brevedad la aleya que fija la misión asignada a cada sexo en tanto que tal en la sociedad humana. Suelo hablar de esta aleya como la aleya de la balanza porque eso es lo que parece sugerir. Examinemos, pues, la aleya 4.34:

“4.34 Los varones (ellos) son responsables del cuidado (qawwamun) de las mujeres (ellas) en virtud de aquello con que Dios ha dotado mejor a los unos que a los otros (ba3Dahum 3ala baa3Din) y ello gastando de sus bienes y las virtuosas (ellas) son las verdaderamente devotas a Dios y guardadoras de lo oculto guardado por Dios. Y a aquellas de quienes temáis (vosotros, la comunidad de creyentes) que caigan en conducta inmoral (“nushuz”), exhortadlas, dejadlas en sus moradas (madayi’,) resolved con ellas su situación (iDribuhunna) y, si os hacen caso, (a vosotros, la comunidad de creyentes), dejadlas en paz. ¡Dios es en verdad excelso, grande!”

Un grupo de mujeres que mantenemos un vivo intercambio de pareceres llamamos a esta aleya la “superaleya” porque, de verdad, siendo la aleya maestra en la que Dios distribuye la carga de cada sexo, también se ha convertido en una ciudadela a modo de cebolla en la que se almacena todo un arsenal de armas y munición de forma que no consigamos ir más allá de la primera capa para llegar a esta divina gema, todo ello con el fin de mantener el territorio dominado por el varón de fuego fuera del alcance de las mujeres de barro. Cada paso de esta aleya está cargado y con doble bala. La labor de desmontaje de cada capa es ardua y hay muchos musulmanes, varones y mujeres que han puesto dedicación en hacerlo. Trataré de resumirlo. 

Con el papel de los varones como apoyo y auxiliares de las mujeres (qawwamun) casi siempre traducido hasta ahora como “los varones tienen autoridad sobre las mujeres”, parece que no estamos tan mal y actualmente se suele reflejar en las traducciones (véase también qawwamun en las aleyas 4.235 y 5.8). Sin embargo lo siguiente, la expresión de reciprocidad ba3Dahum 3ala ba3din, aunque tímidamente reflejada alguna vez, sigue haciéndosele caso omiso en muchas otras y traducirse como “algunos (o algunos varones) son mejores que otros” en la formulación que sea, o, descaradamente, “los varones son superiores a las mujeres”. De hecho, lo que dice la aleya es que Dios ha favorecido a los varones con respecto a las mujeres en algo y ha favorecido a las mujeres con respecto a los varones igualmente en algo y que, atendiendo a aquello en que se ha favorecido respectivamente a cada uno, los varones deben a las mujeres toda clase de apoyo y cuidados incluido explícitamente el apoyo económico.

Ahora bien ¿en qué ha favorecido Dios a las mujeres por encima de los varones y que sea específico de las mujeres en cuanto tales y que Dios considere importante y lo sea también para la especie, puesto que es de la especie de la que hablamos, dado que mujeres y varones constituyen la especie? Si nos hacemos los tontos podemos responder: las mujeres son más bajitas, más bonitas, los varones son más fortachones… En realidad, las mujeres también pueden ser fortachonas, más altas que muchos varones y además hay varones que tiran de espaldas de guapos que son… Estadísticamente puede haber más de una cosa en un sexo que en el otro pero la regla, que no necesita de ninguna estadística para distinguir un varón de una mujer, es que nunca, ni siquiera una sola vez, un varón va a concebir, quedarse preñado o parir. Esa es una capacidad y una facultad que poseen las mujeres y no los varones. Con ello, Dios ha favorecido claramente a las mujeres. Y ¿Cuál es la contrapartida del varón? Pues precisamente la inversa: la concepción puede no ser una carga pero todo lo que viene después lo es. Una carga muy pesada que determina el destino de toda mujer desde cualquier punto de vista, porque, aun cuando sea estéril, puede haber tenido expectativas y todos los que no son ella haber tenido expectativas a su respecto.

Y de qué manera tan concisa e inteligente expresa todo eso el honrado Alcorán. Una cara de la moneda es la carga femenina y la otra el verse libre de la carga de lo que se beneficia el varón. Pero puesto que lo que rige la creación divina es el equilibrio, la moneda se completa y lo que es el favor a cada uno se transforma en el favor a ambos mediante el papel del varón como apoyo y auxilio de la mujer, papel dictado por Dios y no por ninguna ambición femenina de castrarlo, como han podido formular algunos dementes. Los varones han de ser el apoyo de la mujer invirtiéndose en ellas ellos mismos y su fortuna. 

Esos son los deberes de los varones. En el caso de las mujeres Dios no formula ningún deber. No hace falta, visto que la naturaleza ya tiene bien atrapadas a las mujeres, como muy bien sabe Dios, claro está. Las mujeres desempeñan su función sin necesidad de ningún mandamiento divino como han demostrado fehacientemente los hechos. Lo que se refiere a las mujeres Dios lo remite a Sí mismo: “y las virtuosas (ellas) son las verdaderamente devotas a Dios y guardadoras de lo oculto guardado por Dios.” Y ¿qué es lo oculto que guardan ellas si son virtuosas y devotas a Dios pero no los varones? La fidelidad en el matrimonio no es, puesto que esa incumbe por igual a varones y a mujeres; tampoco los secretos, cuya guarda incumbe igualmente a ambos sexos. Entonces ¿qué es eso que solamente las mujeres pueden guardar y que Dios ha guardado o habrá guardado? ¿Pudiera ser la concepción, el embarazo, lo oculto, la nueva criatura humana y lo que la atañe? Y ¿no concordaría eso con el mandamiento de la aleya 4.1. “honrad a Dios (ittaqwllah) por quien os preguntáis y honrad las matrices”? Esta es la única vez en todo el honrado Alcorán en que se nos manda honrar a Dios y a otra cosa junto con Él.

El que en esta parte de la aleya 4.34 que habla exclusivamente de las mujeres y su relación con lo que guarda Dios se haya forzado la existencia de unos maridos (los maridos ausentes, los secretos de los maridos o la reputación de los maridos) que no existen en el texto ni explícitos ni implícitos, delata cómo se ha convertido el honrado Alcorán en un documento interesado al servicio de los varones de fuego en el que la única función de las mujeres consiste en serles útiles a ellos, ni siquiera a la especie o a los hijos, sino a ellos.  

Sigue a esa frase sobre lo oculto otra maravilla de concisión  que igualmente ha servido para otro logro de la mentalidad del varón de fuego ante las palabras divinas. Nunca deja una de sorprenderse ante tanta confusión acumulada sobre esta aleya. Sigue siendo de aplicación el símil de la cebolla pero sólo si se trata de una cebolla enorme con muchísimas capas. Cuando salvamos una creemos que hemos llegado a alguna parte pero no, no hemos dado más que un pasito y sin saber siquiera en qué dirección.

Bien, como decíamos, sigue a esa frase la última oración de la aleya que, como no podía dejar de ser, gira también en torno a los maridos hechos de fuego. Las mujeres no pueden existir aparte de un varón al que pertenezcan  y les dé una razón de ser y eso a pesar de que en la aleya jamás se habla de maridos o de esposas y que sólo se trata de varones y de mujeres. Entonces, lo que diga el honrado Alcorán no importa porque el honrado Alcorán no puede hablar, no se le permite  hablar de las mujeres si no es con referencia a varones que constituyan la razón de su existencia.

El mayor escollo en general con que suele tropezar la gente en la lectura de esta aleya parece haber sido la palabra “iDribuhunna”, que aparece en su última parte. Habitualmente se ha traducido como “pegadlas” y muchos han investigado y dado buenas razones para no aceptar esa traducción. En esta ocasión yo iré un poquito más allá: una vez salvadas unas cuantas capas de la cebolla, se advierte que el significado no pude ser “pegadlas” por un buen número de razones, aparte de las que ya se han solido dar. Para empezar, aquí el honrado Alcorán no se dirige a ningún marido ni a los maridos en general. Ni siquiera se dirige a los varones. ¿A quién se dirige Dios en esa aleya? Volvamos a la aleya 4.29. Empieza con el vocativo: “Ya ayyuha al-ladhina amanu”, “Oh, vosotros que habéis llegado a creer”. A esos va dirigida, a aquellos que han llegado a creer, mujeres y varones, los creyentes en general. A ellos se dirige toda esta serie de aleyas. Véase y examínese con detención cada aleya después de la 29 y hasta la 42, en todos ellas se mantiene el mismo destinatario. Después de la aleya 42, en la aleya 43, se renueva el mismo vocativo iniciándola con “Oh vosotros que habéis llegado a creer”. Vemos pues que la alocución no se dirige a ningún marido de nadie, sino que se dirige a todos los creyentes, sí también a las mujeres y a los niños y también a los varones que no son de fuego sino de barro.

 

Así pues, hasta aquí no ha aparecido ningún marido en el horizonte, tampoco ninguna esposa, solo varones en general, mujeres en general, luego mujeres virtuosas, que es de desear que seamos todas, pero que por si acaso algunas mujeres estuvieran en dificultades y pudieran extraviarse, a nosotros, los creyentes se nos ordena no quedarnos de brazos cruzados sino prevenir lo que tememos que pueda ocurrir. “IDribuhunna” con el significado de “golpear” o “azotar” no puede ser más que un sinsentido, en primer lugar porque se habla de temor o sospecha, no de nada que se tenga constancia de que haya ocurrido como para ya sin más, liarse a repartir estopa. En segundo lugar, porque, como queda mencionado, la alocución no va dirigida a ningún marido, sino a toda la comunidad de creyentes y es de esperar que estos no se liarían a apalear mujeres  a mansalva porque resulta que se sospecha de ellas.

En lugar de eso, lo que se instruye a los creyentes es que aborden a las mujeres por las que temen expresándoles esos temores, luego dejar que las mujeres reflexionen sobre ello por su cuenta y, por último, resolver con ellas cualquiera que sea la situación en que están si es que esa situación existe. El famoso “nushuz” en este contexto y dado su sentido semántico como lo contrapuesto a las virtuosas, no podemos equivocarnos mucho si pensamos que lo que se teme es que esas mujeres hagan algo que las aparte de la conducta aceptada  o correcta en cuanto a su relación con  Dios en tanto que mujeres y que sería la que se menciona en la oración anterior de guardar lo que Dios guardó.  

Si retrocedemos a la aleya 4.15 en la que se nos instruye sobre aquellas que “ya’atina el fahisha”, que vivan en la indecencia (el aspecto del verbo es de acción inacabada, de donde se sigue que es algo que se hace habitualmente o repetidamente) y sabiendo lo que han sido y son las sociedades humanas, no nos costaría mucho entender que lo que dice, si no exclusivamente, sí casa perfectamente con las mujeres atrapadas en la prostitución. Y si, como vemos, en la 4.15 se nos ordena recogerlas en las casas, ¿dónde entonces están antes de que las recojamos en las casas? ¿En la calle tal vez? Si también tenemos en cuenta que estos grupos de aleyas de la azora 4 Las mujeres no tienen por objeto legislar penalmente, sino que, muy al contrario,  se dedican a la protección social de los más desprotegidos, vemos que lo que se nos hace dice es que debemos ocuparnos de los más abandonados por la sociedad, en particular las mujeres, como misión específica de los varones y como deber de toda la sociedad, sobre la que recae el deber de protección de todos sus miembros.   

¡Ah! Pero ¿no nos habremos precipitado un poco? ¡Sí! ¡Esperen, esperen! Porque la mentalidad del varón de fuego con su necesidad de estrellato tiene un as en la manga y nos increpa: “¡Eh, eh! ¿Cómo puedo abandonarlas en el lecho si no soy su marido?” El varón de fuego se refiere a eso que se suele traducir como “… abandonadlas en el lecho…” o algo parecido. ¡Que nadie se asuste! A ver que nadie se asuste que nosotros también tenemos un as en la manga, porque ¿dónde está esa ley universal que dice que las mujeres solo pueden irse a la cama para tener en ella a un varón y tener el honor de darle gusto pero nunca, nunca, jamás de los jamases, meramente para dormir? Perdóneseme la guasa. Es que nos lo ponen muy fácil. Y no hay que olvidar tampoco de que, dormir o no, lecho o yacija, lo que dice la aleya no se dirige a ningún marido en cuanto tal sino al conjunto de los creyentes, varones y mujeres.

Entremos en detalle. Hoy día, la cama se ha convertido en un eufemismo de las relaciones carnales porque la especie humana en esta época adora los eufemismos. Pero eso ¿siempre ha sido así? En el honrado Alcorán seguro que no, que desde luego en él no se anda con eufemismos ni ñoñerías. Entonces ¿era ese el caso en Arabia en la época de la revelación? ¿Eran tantas las camas que había allí en aquel entonces? Lo cierto es que la imagen que se viene a la mente con la interpretación que hace de esta aleya la mentalidad del varón de fuego es la del mundillo del “petit-bourgeois” del siglo XIX y parte del XX, todavía tan añorada por los musulmanes “tradicionales“, que asocian la familia ideal con esa imagen de la familia burguesita de la época colonial.

Procedamos entonces con rigor, examinemos esa palabra que hace tan felices a los varocéntricos de fuego porque les da ese pequeño plus por encima de las mujeres. Aunque no sea “pegar”, pero, por favor, por favor de los favores, no se lo arranquemos. Si lo pierden jamás volverán a recuperarse, por favor no los castremos.

Bien, pongámonos serios, esta vez sí, y coloquémonos en una situación que pueda corresponder a la descrita en el texto y que yo he ilustrado como se sugiere en la 4.15 y en esta última parte de la 4.34: Mujeres que pueden no tener medios económicos y que probablemente tengan hijos y a las que se nos dice que recojamos en las casas. La palabra empleada en la última parte de la aleya 4.34 y que se ha traducido como “cama” o “lecho” es “madayi3”. “Madayi3” no es cama,  no es un mueble, no hay ningún marido que deje de irse con ellas a la cama. Lo más probable es que ellas no tengan una cama y ni siquiera un hogar. Puede comprobarse que “madayi3” en su origen y en el honrado Alcorán significa el lugar en que uno se echa sobre el costado para dormir (en castellano a-costarse), ya sea en el santo suelo o en la santa tierra al aire libre, si también pudiera ser en una cama pero no siempre todo el mundo en todas partes ha tenido una cama, pero nunca ha dejado de acostarse a dormir. El honrado Alcorán también piensa en esas personas que pueden no tener una casa, por no hablar calo de un dormitorio, sobre todo precisamente en esta azora 4, Las mujeres.  Para hablar de la relación carnal en el honrado Alcorán jamás se emplea el término madja3, plural madaji3, ni esa palabra ni siquiera cualquier otra que tenga nada que ver con dormir. “Dormir”, otro nuevo eufemismo para hablar de relaciones carnales. ¿Va a querer decir eso que en el honrado Alcorán se prohíbe dormir a todos los que aparecen en él a menos que siempre eso signifique tener relaciones carnales? No si yo ya sospechaba que los mencionados en el honrado Alcorán era gente muy despierta. Rematemos esta glosa de los madayi3 con algo sacado del diccionario. Muchas palabras del árabe, desde la revelación del honrado Alcorán han podido adquirir otros significados, pero el verbo del que se deriva madayi3 sigue significando echarse a dormir y, aquí viene lo curioso hay dos palabras dayi3 y mudaayi3 que significan compañero de cama, camarada, compañero… Una indicación más de que los madayi3 de que habla el honrado Alcorán no tienen nada que ver con maridos ni con esposas ni con sexo. Incluso cuando se comparten esos madayi3 es con camaradas. Confío en que, de momento y al paso que vamos, “camarada” no se haya transformado ya en algún eufemismo de amante o concubino.

Visto lo anterior, no resultará sorprendente que en cambio la palabra madaji3 sí se use en el honrado Alcorán con el significado que afirmamos aquí de lugar en el que una persona se acuesta para dormir. El lugar donde se sabe que se le encontrará a uno porque le es propio. Creo, incluso, si no  me equivoco, que un habitáculo muy común en Arabia eran las jaimas y dudo de que en ellas hubiera muchas camas y alcobas matrimoniales. Asimismo, si el tiempo es clemente, la gente puede dormir al aire libre sin cama ninguna. Hoy día, en nuestro mundo tan eufemístico, eso es lo que hacen los sin techo todo el tiempo. Podríamos preguntarnos ¿quedan excluidos del honrado Alcorán los sin techo de nuestra época? ¿Se reveló el honrado Alcorán solo a beneficio de la gente “decente” y burguesita que tiene dormitorios y camas?

En un mundo en el que no todos podrían tener una casa o un piso en el que vivir, lo que sí tendrían sería un lugar en el que pararan habitualmente, donde se les podría encontrar, el sitio donde se echarían a dormir, es decir, sus madaji3. Podrían ser sus cartones colocados en el suelo en algún lugar resguardado, tal vez bajo un puente. Si pensamos que, aunque no de manera exclusiva, la disposición de la 4.34 puede referirse a mujeres que no tengan lo que se pueda llamar un hogar, el uso de madaji3 tal como aparece en el honrado Alcorán en varias ocasiones, sin ninguna connotación familiar o sexual, queda plenamente justificado, ya que en su sentido básico no excluye a nadie, ni a los más abandonados, es decir, a aquellos más necesitados de que los auxilie la sociedad y a los que se dedica la azora 4 Las mujeres.

Entonces, cuando se dice a los creyentes, varones y mujeres, que dejen a las mujeres en los madaji3, no podemos errar mucho si entendemos que debemos dejarlas reflexionar sobre su situación y, como se suele decir, que consulten con la almohada. No sé si tendrían almohada, pero vemos que la asociación de ideas que se refleja en este pasaje es perfectamente legítima y compartida en muchos idiomas, entre otros el nuestro. Después ver con ellas qué es lo que las coloca en la tesitura de verse marginadas e “iDribuhunna”, llegar a una solución, hacer lo más eficaz para sacarlas del apuro. “Hunna”, porque ha de hacerse con ellas, “iDribu”, porque no ha de quedarse en meras palabras, sino de verdad, sacarlas del atolladero y no dejarlas que, por ejemplo, se echen a la calle para vender su cuerpo. Hoy en día se conoce esto como asistencia social.

A los varones musulmanes de fuego no se les ocurriría nunca pensar en la 4.15 o en la 4.34 en relación con la prostitución, a pesar de que hay y siempre habido prostitución en sus sociedades. Pero, como quedó dicho, para ellos la prostitución no es un problema sino una solución. El problema es de las rameras y no tiene nada que ver con ellos y por tanto no tiene por qué encontrarse en el honrado Alcorán. Si las necesitan, visitan las mancebías y ya está. ¿A qué vendría gastar más tinta en ello? En cambio, sus mujeres son suyas y esa propiedad debe estar protegida en el honrado Alcorán. En consecuencia esta aleya debe referirse a las cosas que pudieran hacer sus esposas y que ellos no aprueben. El ir más allá de eso, para el varón de fuego, es “haram”, pecado, prohibido.

“...y las virtuosas [ellas] son las verdaderamente devotas, guardadoras de lo oculto guardado por Dios. Y a aquellas de quienes temáis [vosotros, la comunidad de creyentes] que vayan a caer en conducta inmoral (nushuz) exhortadlas, dejadlas en sus moradas (madayi3) y resolved con ellas su situación (iDribuhunna) y, si os hacen caso, [a vosotros, la comunidad de creyentes], dejadlas en paz.”


Vemos que la aleya es perfectamente coherente en sus distintas partes: los varones tienen un deber general para con las mujeres. No se dice qué sucede con los varones que no contribuyen según su capacidad, aunque eso deberá abordarlo la sociedad con equidad y fundándose en los principios coránicos. Luego, con respecto a las mujeres, se hacen dos consideraciones y ninguna de ellas entraña castigo ninguno: Las mujeres virtuosas guardan lo que Dios ha guardado y les da a guardar (Obsérvese que se habla de Dios y que no hay ningún marido por ningún lado ni explícito ni implícito), y puede que haya mujeres que se tema que puedan hacer lo que no hacen las virtuosas y caer en malos pasos y en cuyo favor deben intervenir los creyentes. A todos, varones y mujeres, se dirigen estas instrucciones de ocuparse de esas mujeres.

Se suele aducir que la siguiente aleya, 4.35, habla de una pareja. Correcto: la siguiente aleya. Cuando nos ocupemos de ella veremos sus beneficios y enseñanzas pero ahora estamos en la 4.34 y vemos lo que tiene que decir, que es abundante y claro: varones y mujeres son socios y unos, los varones han de ordenar sus deberes en torno al otro socio, ellas, a las que Dios ya ha dado su carga en origen. Los varones deben sostener a las mujeres y esto nos depara otra perla de la enseñanza coránica. Hemos hablado de la reproducción y de cómo las mujeres llevan esa carga. También sabemos que las mujeres no son fértiles toda su vida sino solo un intervalo e incluso en este pueden no reproducirse o reproducirse muy pocas veces. La naturaleza y el honrado Alcorán, por medio de las mujeres, deja a la especie un margen de maniobra generoso en el que el talento, la inspiración y la capacidad de las mujeres puede dedicarse a otras tareas distintas de la imperativa de la reproducción cuando y como ellas se vean en disposición de hacerlo.

En una sociedad regida por los principios coránicos, las mujeres y varones de barro pueden abrir el camino hacia esa tierra prometida, esa tierra sin mal que ha soñado cada pueblo de la tierra, o al menos acercarse a ella un poco más, a un futuro en el que los pájaros de barro formados por el hijo de Maryam, puedan levantar el vuelo.

 

 

 

Traducción de la imagen El Código Napoleón:

El Código Napoleón

¡Una catástrofe para las mujeres!

En 1804, el Código Napoleón afirma la incapacidad jurídica total de la mujer casada:

– Prohibición de acceso a liceos y universidades 

– Prohibición de firmar contratos y de administrar sus bienes

– Exclusión total de los derechos políticos

– Prohibición de trabajar sin la autorización del marido

– Prohibición de cobrar sus sueldos por sí misma

– Control de su correspondencia y relaciones por el marido

– Prohibición de viajar al extranjero sin autorización

– Imposición a las mujeres de penas graves por adulterio.

– Las madres solteras y los hijos naturales carecen de cualquier derecho

En el artículo 1124 de ese monumento a la misoginia que es el código civil, Napoleón define sin ambigüedad ninguna el lugar de la ciudadana en la sociedad: Son personas privadas de drechos jurídicos los menores, las mujeres casadas, los delincuentes y los deficientes mentales.

Añádase en 1910:

-La mujer y sus entrañas son propiedad del varón y puede hacer con ellas lo que le parezca (Código Napoleón)