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 ¿Quiénes son las muħşanaat? - I I


Aleya 4.25

 

 

Dicho esto, pasemos a la aleya, 4.25, en la que, como ya se advirtió, veremos que, en efecto, se nos dice algo de lo anunciado sobre las muħşanaat y la excepción de las mujeres poseídas por la diestra de alguien.

 

Reproducimos también acto seguido cuatro traducciones. Se destacan, después del término en castellano, las palabras árabes del original entre paréntesis y transcritas.

 

 “Y quienes de vosotros, por sus circunstancias, no estén en posición de casarse con mujeres libres (muħşanaat) creyentes, [que se casen] con jóvenes creyentes de las que vuestras diestras posean. Y Dios conoce bien vuestra fe; procedéis los unos de los otros. Casaos, pues, con ellas con el permiso de su gente y dadles su dote en forma honorable --pues son mujeres que se entregan en matrimonio (muħşanaat), no en fornicación (musafiħaat) ni como amantes secretas. Y si estando ya casadas (uħşinna), cometieran un acto de indecencia, se les impondrá la mitad del castigo que [se impone] a las mujeres libres (muħşanaat). Este [permiso para casarse con esclavas] es para aquellos de vosotros que teman sucumbir al mal. Pero lo mejor para vosotros es que perseveréis en la paciencia [y os abstengáis de tales matrimonios]: y Dios es indulgente, dispensador de gracia.”(Asad)

 

Y quién de vosotros no disponga de medios suficientes para casarse con una creyente libre (muħşanaat), que lo haga con una de vuestras jóvenes siervas creyentes. Dios es Quien mejor conoce vuestra fe. Descendéis unos de otros. Casaos, pues, con ellas con permiso de la familia a la que pertenecen y dadles su dote conforme a lo que es justo, como a mujeres honradas (muħşanaat), no como a prostitutas (musaafiħaat) o a las que toman amantes. Si se casan (uhsinna) y luego cometen algo deshonesto, tendrán la mitad de castigo que las mujeres libres (muħşanaat). Esto es para quienes de vosotros teman caer en el pecado de fornicación, pero es mejor para vosotros si tenéis paciencia. Dios es perdonador, misericordiosísimo con los creyentes. (Bornez)

 

Quien de vosotros no disponga de los medios necesarios para casarse con mujeres libres (muħşanaat) creyentes, que tome mujer de entre vuestras jóvenes esclavas creyentes. Alá conoce bien vuestra fe. Salís los unos de los otros. Casaos con ellas con permiso de sus amos y dadles la dote conforme al uso, como a mujeres honestas (muħşanaat), no como a fornicadoras (musafiħaat) o como a amantes. Si estas mujeres se casan (uhsinna) y cometen una deshonestidad, sufrirán la mitad del castigo que las mujeres libres (muħşanaat). Esto va dirigido a aquéllos de vosotros que tengan miedo de caer en pecado. Sin embargo, es mejor para vosotros que tengáis paciencia. Alá es indulgente, misericordioso. (Cortés)

 

Quien no disponga de los medios necesarios para casarse con una creyente libre (muħşanaat), podrá hacerlo con una esclava creyente. Dios conoce bien la fe de ustedes, y todos proceden de un mismo ser. Cásense con ellas con el permiso de sus tutores, y denles la dote legítima y de buen grado. Tómenlas como mujeres honestas (muħşanaat), no como fornicadoras (musafiħaat)o amantes. Si estas mujeres se casan (uhsinna)y cometen una deshonestidad, se les aplicará la mitad del castigo que a las mujeres libres (muħşanaat). Esto es para los que teman caer en la fornicación, pero tener paciencia es mejor. Dios es Absolvedor, Misericordioso. (García)

 

No deja de ser sorprendente que en el espacio de unas pocas líneas, en el mismo contexto, que es el de las condiciones civiles para el matrimonio, y en el mismo párrafo, la misma exacta palabra signifique dos cosas tan dispares como “casada” y “libre”. Si estuviéramos de humor para chistes y pensáramos en esas personas de cualquier religión, incluida la islámica, que creen que el jefe de la familia es el marido y que la mujer libre al casarse pasa a tener jefe, e incluso amo, la cosa tendría su gracia. A “casada” y “libre”, habría que añadir también “honesta”,  “que se entrega en matrimonio” (no vayamos a confundir) y aquí ya se nos hace patente que la honestidad es del dominio femenino. Lo más que pueden hacer los varones es no atropellarlas, pero el ser personas honestas, de por sí, es cosa femenina. Bueno, perdóneseme esta pequeña ironía. ¡Qué sería la vida sin alguna ironía de vez en cuando! sobre todo cuando el texto que escribe esta servidora amenaza con ser aburrido, si es que ya no se ha conseguido con creces, que creo que sí. 

 

Bien. En esta aleya se ha destacado la palabra muħşanaat, que aparece tres veces, la palabra uħşinna, que aparece una vez y que es la tercera persona del femenino plural del perfecto del verbo de la forma IV aħşana en voz pasiva, verbo del que muħşanaat es el participio pasivo femenino plural, y por último, la palabra musaafiħaat, que es el participio activo femenino plural del verbo saafaħa.  

 

La primera vez que aparece muħşanaat en esta aleya vemos que ya no son mujeres casadas como se nos traduce en la aleya anterior, sino mujeres libres. ¿Libres para qué o de qué? ¿Porque se han descasado y ya no tienen marido que las mande? ¿O libres por contraposición a qué? ¿A esclavas? ¿Libres porque disponen de medios materiales propios para sostener su libertad?  A tenor de lo que dicen algunos traductores o “sabios” la contraposición sería a esclavas, ya que han interpretado que si hay mujeres libres y luego se habla de otras mujeres, automáticamente estas últimas no pueden ser libres también y, por lo tanto, serán esclavas o, a lo mejor, el razonamiento es el contrario, no sabría decir pero, como quiera que sea, aquí llegamos a otro atolladero: ¿Qué término o términos se considera que significan “esclavas” en el honrado Alcorán? Asad dice: “[que se casen] con jóvenes creyentes de las que vuestras diestras posean”, lo que a mi parecer es una traducción acertada. En efecto el original dice literalmente “de entre las que posean vuestras diestras de vuestras jóvenes creyentes”. Hay dos términos juntos en este pasaje que se han traducido frecuentemente como esclavas, uno es “lo que poseen vuestras diestras” (ma malakat aymanukum) y otro es fatiyaat (mujeres jóvenes). Asad ha traducido ambos términos, como digo, acertadamente. Usaré la traducción de Asad para esta parte de la aleya porque (aparte de lo de las “mujeres libres” y otras “muhsanatadas” (permítaseme el neologismo), me parece la traducción más fiel y que mejor permite al lector en castellano seguir el razonamiento.

 

Veamos qué se ha hecho en las otras traducciones. Bornez esta parte la reduce a “que lo haga con una de vuestras jóvenes siervas creyentes”.  Entendemos que jóvenes ha de referirse a las fatiyaat y es correcto y añade “siervas”, con lo que entendemos que se refiere a la categoría de las “que poseen vuestras diestras”, sin embargo, Bornez mismo tradujo en la aleya anterior por “que sean propiedad vuestra”. Creo que entre ser siervo y ser propiedad de alguien hay alguna diferencia. En cualquier caso, parece ser que él entiende los poseídos por las diestras como propiedad de aquellos de quienes son las manos poseedoras. Entonces  está claro que, para él, lo de mujeres libres es por contraposición a mujeres propiedad de alguien o, al menos, atadas por servidumbre a alguien.

 

Cortés traduce “que tome mujer de entre vuestras jóvenes esclavas creyentes”. Aquí también hemos de entender que con lo de esclavas traduce las que posean vuestras diestras, como también tradujo por esclavas “las que posean vuestras diestras” en la aleya anterior, a lo que meramente añade la característica de jóvenes.

 

García abrevia más que nadie y dice: “con una esclava creyente”, no dice que sea joven, por lo que cabe entender que para él la palabra fatiyaat significa esclavas. Y así debe de ser ya que en la aleya anterior tradujo las que posean vuestras diestras por “que sea tomando su mano a través de un contrato de matrimonio”. Parece que el significado de “lo que poseen vuestras diestras” lo va variando en otras aleyas, imaginamos que según el contexto. Por el contrario, sí ha traducido las dos veces que aparece la palabra fatiyaat como esclavas.

 

Como tantas veces, se diría que en esta ocasión nos hallamos ante una inflación de palabras que se traducen como esclavo y preferiblemente esclava, como si por encontrar palabras que den el menor pie a hacerles pasar como tales nos redujera la contribución a Hacienda. Finalmente, como nadie de los existentes actualmente estábamos allí, igual nos da un siervo que un sirviente que una muchacha de servir… gazpacho para todos. Fuera de bromas, creo que sólo hay una palabra en el honrado Alcorán que no ofrezca dudas de que efectivamente se habla de esclavos, de personas propiedad de otras que se pueden comprar y vender. El resto no me parecen admisibles y me fundo en que todos los demás términos pueden entenderse muy bien por otros significados sin que sufra la coherencia del texto, más bien ganando en coherencia, aparte, naturalmente, de que la variedad de traducciones e interpretaciones induce a pensar en la falta de certeza en eso que se dice. Creo que solo en el caso de esa palabra que digo estamos de hecho y verdaderamente ante la esclavitud. Me refiero a la palabra raqaba, plural riqaab.

 

En el honrado Alcorán se habla repetidamente de liberar esclavos, no ya solo por su propietario sino también de esclavos ajenos pagando por su liberación. Hay faltas por las que el honrado Alcorán aconseja o manda procurar la libertad de un esclavo. Y, sin cometer falta ninguna, insta a hacerlo como una buena obra. De todas esas veces ni en una sola habla de otra cosa que no sean los riqaab. Si hubiera esclavos con otra denominación ¿qué ocurre? ¿Es que esos no necesitan que se los libere? Y ¿no será más bien que ya tienen toda la libertad que necesitan porque no son tales esclavos?

 

Dado que este estudio es sobre las muħşanaat, no me voy a extender tampoco en este tema, aunque sea tan importante, y me limitaré a lo imprescindible para poder seguir el argumento. Así pues, a grandes rasgos, entiendo que la palabra ‘abd, comúnmente traducida como esclavo, es siervo, muchísimas veces siervo de Dios; que aquellos a quienes poseen las diestras son personas a cargo o pupilos; y que fatiyaat son mujeres jóvenes y fataa varón joven.

 

Y ya, metidos en aclaraciones, aclarar también que, a diferencia de la impresión que debido a las traducciones o a las  interpretaciones  se pueda sacar de falta de sistematización y coherencia en el vocabulario del honrado Alcorán y de que se pone cualquier cosa en cualquier parte, opino, como muchos compañeros que ponen interés en esta labor, que, por el contrario, en el honrado Alcorán se usan siempre los términos con total propiedad, precisión y coherencia, que nunca se pone una cosa por otra y que cuando pone lo que pone es deliberadamente y con pleno conocimiento de su alcance. Normalmente, fuera de las traducciones impropias, estimo que lo que nos induce a confusión son nuestras ideas preconcebidas de lo que debe querer decir. Como decimos, pues, en el honrado Alcorán siempre se usan las palabras, las expresiones y la sintaxis con plena precisión y conocimiento y con plena propiedad. Otra cosa es que luego lo que nos diga se ajuste o no a lo que esperábamos o deseábamos que se nos dijese.

 

Estas palabras que se usan en estas aleyas, que los traductores manejan como si fueran elásticas, no lo son. En el honrado Alcorán siempre están claramente establecidas las implicaciones jurídicas para la vida civil de cada cosa que trata. Y me permito anticipar que ese es el caso de las muħşanaat que, además, tratándose de mujeres, ya casi es una garantía total de que se han manipulado los conceptos hasta hacerlos irreconocibles.

 

Volvamos a lo que íbamos. Después de esta incursión en la esclavitud, sigamos con la aleya 4.25 y veamos qué nos dice de las muħşanaat. De momento, hemos visto que, dentro de las muħşanaat, caben las poseídas por las diestras. ¿Quiere eso decir que todas las que poseen las diestras son muħşanaat? No. Eso no. Lo que sí sabemos es que al menos una parte de las que poseen las diestras sí son o pueden ser muħşanaat. Es decir, si muħşanaat son mujeres libres, entonces no se puede decir que la definición de poseídos por las diestras incluya el ser esclavo, eso es imposible. Y si las jóvenes (fatiyaat) de las poseídas por las diestras también son muħşanaat, tampoco puede entrar en su definición el ser esclavas.

 

Pero la aleya nos da otro detalle: resulta que, al menos, es posible que haya caballeros que no se vean con suficientes posibles para cortejar a muħşanaat, caballeros que, en cambio, podrían encontrar más fácil postular a jóvenes a cargo de otras personas, aunque esas también sean muħşanaat, como si dijéramos muħşanaat con circunstancias particulares. Con lo cual, aquí se adivina una respuesta a eso que habíamos discutido sobre la aleya anterior de que lo relativo a las muħşanaat se ajustaría a las disposiciones divinas que aparecieran en otra parte. Esta parece ser una de esas partes del honrado Alcorán en la que se hablaría  de lo concerniente a las muħşanaat y su excepción, ya que, al menos, en ella se enuncia una disposición divina que las incumbe. Téngase en cuenta que Dios en estas aleyas se está dirigiendo a los varones y vemos que, efectivamente, las muħşanaat no les están prohibidas en absoluto, a pesar de lo que se haya podido traducir. Por supuesto que los varones pueden pretender a las muħşanaat y casarse con ellas. El problema de los caballeros, al menos de algunos de ellos, tal como se nos demuestra claramente en esta aleya, no es que las muħşanaat les estén prohibidas, el problema es que no tengan los posibles porque las expectativas de esas señoras estén por encima de lo que ellos se pueden permitir. La conclusión es clara: postulad a otras con menos exigencias o ¡a ahorrar tocan! si esa muħşana a la que se quiere se la quiere tanto.

 

¿Existe entonces alguna justificación para que en la 4.24 se traduzca muħşanaat por casadas? De las cuatro traducciones reproducidas, solamente en la de García se traduce de otra forma, como mujeres decentes y honestas, pero también las hace prohibidas y transforma lo que poseen vuestras diestras en contratos de matrimonio. Es como para quedarse perplejo. No será porque no se le riegue con suficiente  inventiva por lo que se vaya a secar el huerto de la interpretación coránica.

 

Como ya se ha apuntado, todo parece indicar que la confusión arranca de haber dado por descontado que con las muħşanaat  de la 4.24 se continuaba la lista de prohibiciones de la 4.23. Pero que las muħşanaat estén prohibidas ya hemos visto que se ve desmentido categóricamente por la siguiente aleya, la  4.25, que estamos comentando porque lo que se dice no es que les estén prohibidas sino que si las pretenden y no tienen los medios para alcanzar su pretensión pues que pretendan otra cosa. Y, si tienen los medios, pues evidentemente nada se interpone entre ellos y las muħşanaat salvo el consentimiento(¿?) de estas. Ya volveremos sobre esto del consentimiento.

 

Y, si en esta 4.25 se traduce muħşanaat por mujeres libres ¿por qué en la 4.24, tratando exactamente de lo mismo y estando la 4.25 tan seguido no se hizo otro tanto? ¿Sería por el error de partida de que las muħşanaat estaban prohibidas o por el contrario por el error de considerar que las casadas deberían estar prohibidas en alguna parte y esta parte era tan buena o incluso mejor que cualquier otra para prohibirlo? Sea como fuere, lo cierto es que ni una cosa ni otra tiene sentido. Lo que resulta de todo punto injustificado es que a una misma palabra en el mismo argumento e incluso en la misma oración compuesta se le adjudiquen dos significados no solo distintos sino contradictorios y sin aviso ni justificación más que la de alcanzar el significado que se pretende de antemano. No estamos ante un problema de traducción sino de atribución arbitraria de significados dispares a una misma palabra. Sería muy raro decir en una traducción: cogí la manzana, me la llevé a la boca y me comí la naranja cuando esas manzana y naranja en el original es la misma palabra, es decir hay una sola cosa en el original que será manzana, será naranja o será chirimoya pero no es una cosa cuando se la toma con la mano y otra cosa diferente cuando se lleva a la boca, no, siempre es la misma cosa. En este texto veremos si las muħşanaat al final son manzanas, naranjas o chirimoyas. Esta servidora vota por las chirimoyas.

 

Sigamos con la aleya 4.25. Asad traduce: Casaos, pues, con ellas con el permiso de su gente y dadles su dote en forma honorable --pues son mujeres que se entregan en matrimonio (muħşanaat), no en fornicación (musaafiħaat) ni como amantes secretas. Y en este caso Asad da en el clavo… casi. Nuevamente la palabra  muħşanaat y nuevamente un cambio de significado y este dentro de la misma oración. Asad, como los demás y como ya hizo en la anterior aleya, también en esta crea una nueva oración para explicar ese muħşanaat que no acierta a hacer comprensible, tal vez porque él mismo no lo encuentra comprensible. En esa nueva oración, que no existe en el original, explica quiénes son estas nuevas muħşanaat: son mujeres que se entregan en matrimonio… Pero lo que dice el honrado Alcorán original no es una nueva oración sino que es parte de la oración que dice: Casaos pues con ellas con el permiso de su gente y dadles su retribución como es debido muħşanaatin… Lo mismo que sucedía en la aleya anterior, vemos que en este caso la palabra muħşanaat aparece en acusativo y no en nominativo, es decir, en este caso muħşanaat es adverbio y modifica la acción del verbo cuyo sujeto es quienes se casan con las jóvenes creyentes que son muħşanaat de las que “poseen vuestras diestras”. Es decir, se casan con ellas en tanto que muħşanaat, es decir, si nos atenemos a la primera traducción de muħşanaat  en esta misma aleya y frase, como mujeres libres, no como otra cosa, no se vayan a confundir, por ejemplo, creyendo que son para su disfrute y apaño de ellos sin que ellas tengan nada que decir. ¿Tiene lógica eso? Yo diría que sí pero, entonces, por qué no han usado esa traducción también en este caso? ¿Cuál es el inconveniente?

 

En la última parte de la aleya, aparece una variación sobre la misma raíz ħ-ş-n. En esta ocasión se trata del verbo aħşana, que aparece quince veces en el honrado Alcorán, ocho de ellas es en forma de la propia palabra muħşanaat, que es el participio pasivo plural femenino, otras dos veces como muħşinin, que es el participio activo plural masculino, y cinco veces conjugado de diversas formas.

 

El verbo, pues, en esta última parte aparece como uħşinna, tercera persona femenino plural del perfecto en voz pasiva, y lo vemos traducido como “estando ya casadas (uħşinna)” o “se casan”. Es por lo menos curioso. Los verbos que se emplean siempre para casarse o desposar en el honrado Alcorán y que de hecho solo tienen siempre ese significado son los de la raíz n-k-ħ y es el verbo nakaħa, de esa raíz, el que también de hecho se ha empleado dos veces en esta misma aleya, la primera al principio cuando dice “y si no tienen medios para casarse” (yankiha) y la segunda cuando lo vemos traducido por “Casaos, pues, con ellas” (ankihu). ¿Por qué inmediatamente después se cambia de verbo si lo que se quiere decir es “una vez casadas”? ¿Por qué se desdeña el nakaħa que es el verbo apropiado y empleado sistemáticamente en el honrado Alcorán? o ¿qué impedimento había en poner unkihna, conjugado exactamente igual que el uhsinna que aparece pero con el claro significado de casar? En el honrado Alcorán no duelen prendas por repetir verbos, es bien conocido el arte de la repetición de que hace gala. ¿Cómo se entiende eso, pues? Pero sigamos: si después de uħşinna “cometen indecencia, el castigo será la mitad del fijado para las muħşanaat(aunque estas jóvenes también sean muħşanaat). Cabe entender que, si ellas no fueran muħşanaat, de hecho, no se les aplicaría castigo alguno pero que, al ser muħşanaat pero partir de una condición menos libre que otras muħşanaat, no se les puede aplicar el castigo en la misma medida. A esto en particular no le veo ninguna objeción.

 

Esta última aparición de la palabra muħşanaat, obliga a preguntarse cómo se ha elegido el término con el que conviene traducir muħşanaat en cada caso, si por  “casadas” o si por “honestas” o si por “libres” o si por “que contraen matrimonio” o si por, simplemente, mujeres. Parece que en este caso el resultado se ha escogido a ojo de buen cubero y que hasta se acierta más por este sistema que cuando se elige siguiendo criterios quizás bien asentados pero no tan bien justificados.

 

 

 

Aleya 5.5

 

 

“Hoy os han sido hecho lícitas todas las cosas buenas de la vida. Y os es lícita la comida de quienes recibieron la revelación con anterioridad y vuestra comida es lícita para ellos. Y [os están permitidas] las mujeres (muħşanaat) creyentes [en esta escritura divina], y las mujeres (muħşanaat)  de entre quienes recibieron la revelación antes que vosotros --si les dais sus dotes, tomándolas en matrimonio (muħşinin), no en fornicación(musaafiħin) ni como amantes secretas. Pero aquel que rechace la creencia [en Dios] --todas sus obras serán en vano: pues en la Otra Vida será de los perdedores.” (Asad)

 

“Hoy se han hecho lícitas para vosotros las cosas buenas y puras. Y los alimentos de aquellos a quienes les fue dada la Escritura [Sagrada] se han hecho lícitos para vosotros y vuestros alimentos lícitos para ellos. Y las mujeres honestas (muħşanaat) de entre las creyentes y las mujeres honestas (muħşanaat) de entre aquellos a quienes les fue dada la Escritura [Sagrada] antes de vosotros, cuando les hayáis dado su dote en matrimonio (muħşinin), no tomándolas como fornicadoras (musaafiħin) o como amantes. Y quien abandone la fe, habrá malogrado sus obras y en la otra Vida será de los perdedores.”(Bornez)

 

“Hoy se os permiten las cosas buenas. Se os permite el alimento de quienes han recibido la Escritura, así como también se les permite a ellos vuestro alimento. Y las mujeres creyentes honestas (muħşanaat) y las honestas (muħşanaat) del pueblo que, antes que vosotros, había recibido la Escritura, si les dais la dote tomándolas en matrimonio (muħşinin), no como fornicadoras (musaafiħin) o como amantes. Vanas serán las obras de quien rechace la fe y en la otra vida será de los que pierdan.” (Cortés)

 

“De hoy en adelante les es permitido todo [alimento] bueno. La carne de los [animales sacrificados] de quienes recibieron el Libro [la Tora y el Evangelio] es lícita, y la carne [de los animales que ustedes sacrifican] es lícita para ellos. También es permitido [para ustedes] casarse con las mujeres creyentes que sean recatadas (muħşanaat) y las mujeres recatadas (muħşanaat) que recibieron el Libro anteriormente [judías y cristianas], siempre que cumplan la condición de darle su dote, con intensión [seria] de casarse (muħşinin), no para fornicar (musaafiħin) o tomarlas como amantes secretas. Pero quien rechace la creencia [monoteísta de Dios], sus obras [en este mundo] habrán sido en vano, y en la otra vida se contará entre los perdedores.”(García)

 

En esta ocasión, vemos que Asad traduce (muħşanaat) meramente por “mujeres”. Creo que eso es una indicación de la incomodidad que le provoca la palabra. Hubiera podido, a semejanza de los otros traductores, echar por la vía cómoda y optar por lo de mujeres “honestas”, que parce ofrecer tan poco peligro y ya sabemos que, tratándose de mujeres, la honestidad siempre queda de guinda. Tal vez Asad entendió que era un contrasentido que cualquiera que se quisiera casar buscase para ello a mujeres deshonestas y que, por lo demás, todas la mujeres son honestas a menos que se demuestre lo contrario. Por otra parte el honrado Alcorán no prohíbe a nadie casarse con quien quiera en cuanto a condición moral si uno es de esa misma condición. Véanse esas dos aleyas:

24.3:

الزَّانِي لَا يَنكِحُ إِلَّا زَانِيَةً أَوْ مُشْرِكَةً وَالزَّانِيَةُ لَا يَنكِحُهَا إِلَّا زَانٍ أَوْ مُشْرِكٌ ۚ وَحُرِّمَ ذَٰلِكَ عَلَى الْمُؤْمِنِينَ

 “Que el fornicador no se case sino con una fornicadora o con una idólatra y que la fornicadora no se case sino con un fornicador o un idólatra. Tal cosa está prohibida para los creyentes.”

 24.26:

 لْخَبِيثَاتُ لِلْخَبِيثِينَ وَالْخَبِيثُونَ لِلْخَبِيثَاتِ ۖ وَالطَّيِّبَاتُ لِلطَّيِّبِينَ وَالطَّيِّبُونَ لِلطَّيِّبَاتِ ۚ أُولَـٰئِكَ مُبَرَّءُونَ مِمَّا يَقُولُونَ ۖ لَهُم مَّغْفِرَةٌ وَرِزْقٌ كَرِيمٌ

 “Las mujeres depravadas son para los varones depravados, y los varones depravados, para las mujeres depravadas --al igual que las mujeres buenas son para los varones buenos, y los varones buenos, para las mujeres buenas. Estos son inocentes de lo que las malas lenguas les imputan, obtendrán perdón y una excelente provisión.”

 

Es decir, las prendas morales, incluida la castidad, nunca en todo el honrado Alcorán se dice ni se implica que sean más exigibles a las mujeres que a los varones ni que sean más loables o deseables en ellas que en ellos.

 Al elegir la traducción “honestas” en las otras tres traducciones sí parece haberse cedido a ese predicamento de sostener una relación especial entre la honestidad y las mujeres que, en cambio, con los varones no se establece. Claro está que semejante distinción entre sexos no es coránica, a pesar del enorme empeño que existe en ciertos ambientes por sentar lo contrario. Vale la pena señalar que en el honrado Alcorán no existe ningún relato panegírico de mujer que defendiera “su virtud” contra toda asechanza, mientras que sí lo hay de un varón que lo hizo y que lo pagó con la persecución y la cárcel. Hablamos del profeta Yúsuf, perseguido por la mujer de su jefe y por otras mujeres sin por eso caer en una tentación que se le servía en bandeja y que, de no caer en ella,  tanto podía perjudicarle. ¡Cuánta sabiduría y previsión en el honrado Alcorán y cuánto empeño entre sus seguidores en no hacerle el más mínimo caso en según qué cuestiones!

 

     Es de temer, al parecer, que el común de los traductores e interpretadores estamos muy lejos de los profetas y, a la hora de salir del paso y a falta de entender lo que viene a hacer la palabra muħşanaat en el texto, el poner “honestas” es un relleno que no perjudica. En este caso y en esta ocasión, ante las preguntas que suscita, me parece más honrada la actitud de Asad de no darle ningún significado especial.

 

     También, llegados a la aleya 5.5, observamos algo y es que, si no  hubiera ya quedado claro que las muħşanaat no están prohibidas a los varones y que las pueden pretender sin inconveniente, con las disposiciones que figuran en esta 5.5 no puede dejar de disiparse cualquier duda que pudiera persistir: “os han sido hecho lícitas…”, “se han hecho lícitas para vosotros…”, “se os permiten…” “les es permitido…”.  No se entiende, pues, que siéndoles las muħşanaat lícitas con claridad total en varias aleyas, en otra aleya se diga exactamente lo contrario, siempre en el mismo contexto de la licitud o la ilicitud de contraer matrimonio con cada clase de personas y ¿qué es lo que autoriza, en un mismo contexto y circunstancias, a decir que una misma palabra aquí va a ser pan y ahí va a ser vino y en el otro sitio mermelada sin que exista la más mínima indicación en el texto que obligue o invite a ello? Ya hemos señalado que no sólo esta aleya 5.5 sino también la 4.25 dejan claro sin sombra de duda que las muħşanaat son lícitas. Es patente que si hay un error es de conocimiento del significado de la palabra muħşanaat y no de formulación o redacción del texto y eso es lo que vamos a intentar en este estudio, hallar el significado lógico, conforme al texto coránico, de la palabra muħşana, plural muħşanaat.

 

     Por lo demás, hay elementos de esta aleya 5.5 que nos recuerdan a las dos que ya llevamos examinadas. Comparemos (En la traducción de Asad?):

 

4.24   

 

 وَأُحِلَّ لَكُم مَّا وَرَاءَ ذَٰلِكُمْ أَن تَبْتَغُوا بِأَمْوَالِكُم مُّحْصِنِينَ غَيْرَ مُسَافِحِينَ ۚ

 

 “…para que las busquéis, ofreciéndoles de vuestros bienes, con intención de contraer matrimonio (muħşinin), no para fornicar (musaafiħin).

 

4.25        

 

مُحْصَنَاتٍ غَيْرَ مُسَافِحَاتٍ وَلَا مُتَّخِذَاتِ أَخْدَانٍفَانكِحُوهُنَّ

 

casaos, pues, con ellas …con intención de contraer matrimonio (muħşanaat), no para fornicar (musafiħaat) ni como amantes secretas (muttajidhati ajdhani)

5.5

 

مُحْصِنِينَ غَيْرَ مُسَافِحِينَ وَلَا مُتَّخِذِي أَخْدَانٍ 

 

“…tomándolas en matrimonio (muħşinin), no en fornicación (musafiħin) ni como amantes secretos (muttajidhi ajdani).

 

     Observemos el paralelismo que hay entre algunos términos de los empleados en estas tres aleyas. En la 4.24 se instruye a los varones para pretender el matrimonio

 

     muħşinin no musaafiħin. Ambas palabras son participios activos masculino plural.

 

     En la 4.25 se instruye a los varones para que se casen con ellas

     muħşanaat, no musaafiħaat ni muttajidhati ajdani (tomadoras de amantes secretos).

La primera palabra, como ya hemos visto, es participio pasivo femenino plural, la segunda es participio activo femenino plural del verbo saafaħa, y la tercera palabra es un participio activo femenino plural.

 

En la 5.5 se dice a los varones que les son lícitas las muħşanaat siempre y cuando ellos sean:

 

muħşinin no musaafiħin ni muttajidhi ajdani (tomadores de amantes secretas). Los tres términos son participios activos masculino plural

 

Como muchas otras del honrado Alcorán, tienen en común estas tres aleyas que se dirigen a los varones, dándoles instrucciones sobre su conducta y sobre su moral e indicándoles lo que les está permitido o lo que les está prohibido y cómo deben comportarse con respecto a las mujeres. Lo interesante es que una de las maneras en que deben comportarse entraña un participio pasivo femenino, precisamente, muħşana, plural muħşanaat en la 4.25. En las otras dos aleyas, en cambio, el participio de este verbo que aparece es el activo en masculino plural. Al mismo tiempo, los otros participios en plural femenino que aparecen, a saber, musaafiħaat y muttajidhati ajdani, no son pasivos sino activos. Es evidente que, aun teniendo todos que ver "con la honestidad" en la estimación de los traductores, hay algo que distingue al verbo ahsana de los verbos saafaħa e ittajadha.

 

Antes de concluir este apartado y para hacerlo más cabal, tal vez convenga una aclaración en cuanto a la expresión “amantes secretas" o "secretos” (ajdani). Eso es lo que traduce Asad y en otras traducciones se dice meramente amantes (también cosas peores) pero no se dice secretos o secretas y creo que, en efecto, no lo son. Ajdaan es el plural de jidn, que significa amigo íntimo, confidente. En este caso, al desechar a esos ajdaani parece que de lo que se trata es de aclarar las intenciones del pretendiente, que si lo que quiere es casarse, que vaya por derecho y que, so pretexto de matrimonio y con lo bonita que es la amistad, no vaya a dársele coartada para establecer una relación dudosa.


(Léase continuación en ¿Quienes son las muhasanaat? - III) 

 

 

 

 

 





Varones de fuego, mujeres de barro


«7.11. Y, ciertamente, os [plural] creamos y luego os [plural]

dimos forma; y luego dijimos a los ángeles: “¡Postraos ante adam!”

–y se postraron excepto Ibliis, que no fue de los que se postraron. .»

«7.12. Y dijo Dios: “¿Qué te impidió postrarte cuando te lo ordené?”

Respondió: “Yo soy mejor que él: a mí me creaste de fuego

mientras que a él lo creaste de barro»

«38.75. Dijo Dios: “¡Oh Ibliis! ¿Qué te ha impedido postrarte

ante lo que he creado con Mis manos? ¿Te tomas por más o por encima

de otros?” »

«38.76. Respondió: “Soy mejor que él: A mí me creaste de fuego

y a él lo creaste de barro.” »          (Honrado Alcorán)

En mis últimos años, dedicados a la exégesis coránica, me he encontrado, por una parte,  con algo que me ha sorprendido gratamente y, por otra, con algo que no me ha agradado tanto.

Lo que he descubierto con agrado –aunque para otros no será un descubrimiento- es que el feminismo que se desprende del honrado Alcorán no es el feminismo al uso por el que se revisa la interpretación del texto revelado para adaptarla a las circunstancias del mundo actual y colocar a las mujeres al mismo nivel que los varones. Al contrario, el feminismo que se desprende del honrado Alcorán es radical, radicalmente feminista y radicalmente islámico y sin el prurito de tener que gustar a unos o a otros.

En cuanto a lo que digo que ya no me ha agrada tanto es que aquello que hasta no hace mucho se consideraba el sumun, que era alcanzar la igualdad con los varones, ya no parece satisfacer a algunas de nosotras que nos consideramos feministas, aunque eso en su día fuera un paso necesario. Es una situación que, aunque sigue considerándose deseable, ya no nos conviene, dado que su punto de partida está fijado a la conveniencia del varón y para satisfacer sus exigencias, ya sean estas legítimas o no y, preciso es reconocerlo, los varones no son la Humanidad. Nosotras, las mujeres, somos la Humanidad.

¿Me he pasado de la raya al decir esto? En un sentido, desde luego, pero en otro no, para nada. Creo que para muchos de nosotros, la cosa está clara. Las mujeres son como los varones, sí, pero, como dice muy bien el honrado Alcorán en la aleya 3.36: “El varón no es como la mujer”.  Todo lo que en la vida le puede ocurrir a un varón, le puede también pasar a una mujer, pero hay cosas que les pueden ocurrir a las mujeres y que les pasan todo el tiempo y que no le pueden ocurrir ni siquiera una sola vez en toda su vida a un solo varón. Ellos no concebirán, no se embarazarán, no parirán y no amamantarán nunca. Si eso que les ocurre a las mujeres pero no a los varones fuera algo baladí o accesorio, como dejarse barba larga o corta o no dejársela o, estadísticamente, ser más altos o más bajos o más o menos fuertes,   podríamos no darle importancia pero es que aquello en lo que el varón no es como la mujer es precisamente la capacidad para perpetuar la especie, que es la primera necesidad de cualquier especie y que en los mamíferos exige de las hembras una inversión desmedida. Esta capacidad y la posibilidad de ser madre condicionan enteramente la vida de las mujeres, sin equivalente ninguno en lo que puedan experimentar los varones.

Por otra parte, el ideal sería que todos, mujeres y varones, nos encontráramos en igualdad de condiciones. Nadie, creo, está en desacuerdo con eso. La cuestión es cuáles habrían de ser esas condiciones para que fueran iguales para todos, aunque el dilema se resuelve solo porque, como ya hemos dicho, las exigencias femeninas encierran todas las exigencias masculinas porque ¿qué necesidades podrían tener los varones que no tuvieran también las mujeres? Todos queremos libertad, todos queremos seguridad, dignidad, derecho a la vida privada… No hay nada en la vida normal de un varón que no figure también en la vida normal de una mujer.

La inversa, sin embargo, no se da. Las necesidades de los varones no incluyen nada relativo a la capacidad de concebir, la capacidad para los embarazos, la capacidad de menstruar, la capacidad de parir o la posibilidad de no conseguir cualquiera de esas cosas. De hecho, esas necesidades de las mujeres, no es meramente que se hayan descuidado bajo las normas masculinas que llevan milenios rigiendo a la humanidad sino que se han utilizado con saña en perjuicio de las propias mujeres, muchísimas veces despojándolas gravemente de su capacidad reproductiva sometiendo esta a la voluntad y capricho de los varones, haciendo de ellas un apero para la reproducción que se maneja a voluntad para que dé hijos o para que no los dé y en las condiciones fijadas por el poder patriarcal, dividiendo para ello a  las mujeres en “las buenas”, que se reproducen con la aprobación masculina, y “las malas”, que no se emplean para la reproducción sino exclusivamente para el disfrute de los varones y que, si se reproducen, se las castiga y se castiga cruelmente a su prole o se la mata.

El Código Napoleón y sus derivados vinieron a compendiar el dominio masculino.  En   ellos  se reunían y sistematizaban todas las leyes hasta entonces dispersas en distintos códigos y costumbres a lo largo de siglos. Bajo esas leyes, vigentes en muchos países del primer mundo  hasta la segunda mitad del siglo pasado, a todos los efectos, las mujeres eran menores de edad y empleadas, sin sueldo ni vacaciones ni descanso semanal, de los maridos, los padres o los hermanos con horario de 24 horas. Lo hijos, por supuesto, eran responsabilidad y propiedad del padre y la madre mera prestadora de servicios reproductivos y domésticos también bajo la autoridad del padre. Por otra parte, mientras que el adulterio de la mujer constituía delito, no sucedía lo  mismo con el del varón. La mera idea de que se penara el adulterio masculino hubiera dado risa –y todavía la da-. La mujer no podía disponer de sus propios bienes, siendo el marido el único con derecho a hacerlo. Cualquier alcohólico, por ejemplo, podía disponer  de los bienes de su esposa y dejarla a ella y a sus hijos en la miseria, algo que sin duda consternaba a la buena gente que debía ser testigo de ello pero que no podían hacer nada por evitarlo, al tiempo que otras personas, no tan honradas, se veían alentadas por la propia ley a aprovecharse de mujeres y niños.´

(Véase la traducción de este texto al final del artículo)

 

Seguimos teniendo arraigada esa subordinación de nuestro sexo al bien común (es decir, al bien de los varones). Incluso cuando ya no siguen vigentes las leyes del Código Napoleón, muchos siguen creyendo, por ejemplo, que el Estado u otras instituciones y, claro está, los varones a través de ellas, tienen el derecho de entrometerse en el cuerpo de las mujeres con el pretexto de que el aborto es un crimen. Pero resulta que el que las mujeres den la vida no es ningún logro masculino, no es nada que ellos hayan conseguido con gran esfuerzo y diligencia, sino algo completamente ajeno a su actividad o intención. Dios quiso crear a los mamíferos y asignar la carga y el honor de dar la vida a las hembras. A pesar de eso, la arrogante mentalidad varócéntrica, a semejanza de Ibliis, el ser hecho de fuego de que nos habla el honrado Alcorán, pretende poner los cuerpos femeninos a disposición de la colectividad. Es decir las mujeres no tienen vida privada ni propia. Su función dadora de vida, lejos de atraerle honores, da el pretexto a sus opresores para que se la tenga, como a una bandida, bajo vigilancia, a entrometerse en su intimidad, a que se la despoje de su cuerpo. Lo mismo sucede cuando se la espía e inspecciona a ver si sigue virgen o se le imponen reglas constringentes  en sus salidas, su vestimenta o relaciones de cualquier tipo.

Puede ser que no se deba abortar o también puede ser que haya motivo para ello en según qué condiciones. Sea como sea, el cuerpo de las mujeres no es un cuerpo compartido con la sociedad ni con el Estado, no es propiedad pública sino muy privada. No se puede quebrantar la intimidad ni la privacidad femenina bajo ningún pretexto. Dios no da facultad o poder para eso a nadie, a nadie, salvo en el caso de aquellos derechos particulares que puedan derivarse de un contrato de matrimonio y que solo asistiría a la otra parte conforme a lo contratado y nunca a ninguna colectividad ni por voluntad ajena a los contratantes ni más allá de lo contratado. No puede nacionalizarse el cuerpo femenino como si fuera una riqueza nacional. Para llegar a semejante injuria, antes debería haberse nacionalizado el cuerpo de todos los varones.

Algo que vale la pena resaltar cuando hoy en día se lamenta tanto que seamos demasiados en el planeta y que por ese motivo se halle en un estado catastrófico  es que, si eso demuestra algo, es que las mujeres no han fallado en su misión de dar vida, antes al contrario la han cumplido más allá de cualquier expectativa. Es chocante, pues, que las mismas fuerzas que mantienen en todo el mundo a millones de mujeres como rameras a las que, claro está, no se solicita para procrear sino para todo lo contrario, se pretenda que se inspeccione a las mujeres para evitar que se deshagan de algo que de todas formas no le interesa un pimiento al orden patriarcal, a menos que le sea útil , puesto que vemos perfectamente que los varones no van de vez por las mancebías para averiguar si por ventura de alguna de sus actividades hubiera surgido una nueva criatura. En el aborto solo vale la pena pensar si sirve para perseguir a las mujeres, si no, por favor, que continúe y allá se apañen ellas como puedan mientras no se nos dé la lata con ello.   

Así pues, aunque muchas veces se trate como si lo fuera, el cuerpo de una mujer no es un activo del Estado ni un peligro público. Nada de eso. Es el medio de cumplir la encomienda que Dios les ha dado directamente y sin intermediarios ni tutelaje ninguno a las mujeres. Es una encomienda tan sagrada como privada de Dios a cada mujer. Debería ser fuente de honra para ella y no de esclavitud ni censura y, para todos los hombres, varones y mujeres, debiera ser un honor proceder de esa encomienda divina y no de lo que decida ningún varón  con veleidades de poder ni ningún aquelarre masculino o su seguimiento femenino.

Tampoco hay que olvidar que su constitución expone a las mujeres a otros peligros, como la violación, la trata, la prostitución, el abuso y la violencia doméstica o de género, que si bien pueden acechar también a los varones, en su caso son mucho menos frecuentes o se limitan a la infancia. Así pues, comprobamos que, a pesar de ser quienes proporcionan a la sociedad y a la especie su  principal activo, que son las nuevas generaciones, lejos de granjearse  con ello las mujeres respeto y consideración, lo que les ha atraído casi siempre ha sido opresión, persecución, represalias, penalidades, crueldad y abuso. Cabe decir que el presente orden patriarcal desequilibra a la sociedad humana y oprime y frustra a todo el mundo.

Se suele objetar a los feministas que también los varones lo pasan mal, que también ellos se preocupan por sus familias y son víctimas de la sociedad tanto como las mujeres. Eso es cierto en algunos sentidos, pero hay feministas y pensadores de distintas tendencias que afirman que ello obedece precisamente a la estructura y mentalidad patriarcal que, en última instancia, reconoce la fuerza como el primer principio de autoridad. No hace falta indagar mucho para comprobar que es así. Por otra parte, la fuerza siempre es favorable a los varones, dado que a las  mujeres, por la carga que soportan y su constitución, les resultaría difícil mantener una autoridad sobre esa base. Es de lamentar que hoy día a quien renuncia a la fuerza no se lo ve como buena persona sino como a un tonto. La autoridad hoy día sigue la mentalidad de Ibliis. ¿Acaso no protestó Ibliis por tener que postrarse él, que estaba hecho de fuego, ante una enclenque criatura hecha de barro? En términos coránicos podríamos decir, a tenor del paradigma de la fuerza, que los varones que hacen como Ibliis se pretenden hechos de fuego y las mujeres de barro. ¿Es que va a someterse el fuego al barro? Los varones de bien que se dan cuenta de que no se los ha creado para ser de fuego sino de barro y no se esperan subordinación de las mujeres sino que, por el contrario, quieren servirles de apoyo, están tan necesitados de reconocimiento como las propias mujeres. Los que siguen atrapados en el espejismo del varón hecho de fuego lo único que pueden alcanzar en cualquier sociedad humana es frustración, la propia y la de la sociedad. Aunque consigan la adoración que pretenden, nunca les satisfará, porque, aun gozándola, saben en su fuero interno que es sólo una apariencia extorsionada al destino.

Volviendo a la panorámica del primer mundo, vemos que ya se han abrogado o modificado radicalmente las leyes derivadas del código Napoleón. Ahora “la mujer es igual al varón” y tenemos derecho a ser lo que pretendamos ser (no entraré en el esfuerzo que hayan de hacer para lograrlo). Sin embargo, sigue ocurriendo que aunque la mujer es igual que el varón, el varón no es igual que la mujer y que seguimos asentados en el patrón varonil, seguimos obligadas a ser varones funcionales al tiempo que seguimos soportando toda la carga de la reproducción pero sin que se nos reconozca esa carga, porque eso es algo excepcional y no de toda la población, ya que al grueso de la especie, ellos, no les ocurre y como si el reproducirse fuera un caprichito privado de las mujeres.

Aun así, es innegable que en la lucha por la igualdad se han alcanzo logros importantes para la mujeres, aunque, desde luego, la situación actual crea menos conflictos a unas mujeres que otras. En general las mujeres de los países ricos están mejor que las de los países pobres. El dinero no lo arregla todo pero sí lo hace más llevadero. Posibilita, por ejemplo, el trabajo inmigrante en aquellos hogares en que la mujer trabaja y tendría, sin ese trabajo, que ocuparse de todo. También en los países que tienen buenas estructuras sociales, ricos normalmente, la vida para la mujer es más fácil que en los que carecen de ellas. En otro orden de cosas, las mujeres acomodadas de los países pobres, con abundancia de mano de obra barata, pueden vivir incluso mejor que las de los países ricos y disfrutar de su “igualdad” casi como los varones, si sus circunstancias domésticas se lo permiten.

Sin embargo, en algunas partes del primer mundo, las cosas están yendo a peor. Para la mayoría de las mujeres, el trabajar hoy día no es cuestión de elección sino de necesidad, dada la precariedad de los empleos y lo exiguo de la remuneración que hace que todo el que puede encontrar un empleo de hecho trabaje.

En resumen, sigue mandando la mentalidad de varón de fuego y hay demasiados habitantes en la tierra para que a nadie le preocupe la reproducción. Estamos muy lejos de ninguna crisis que amenace con la desaparición de la especie humana. Como en una sociedad en la que todos fuesen cojos y se exigiera a los nuevos que se cortaran una pierna para ser admitidos, hoy se obliga a las mujeres a elegir entre cortarse una pierna o atenerse a las consecuencias, ya que no hay necesidad ninguna de hacer concesiones a cambio de algo que ya se tiene sin necesidad de hacerlas. No hay ninguna necesidad de honrar a las mujeres o de mimarlas para que siga la especie. La poca reproducción que necesitamos la podemos tener sin transigir con nada. Nada, pues, nos obliga a cambiar. E, incluso, si la necesidad fuera grande, a las mujeres siempre se las puede forzar a reproducirse, al menos hasta cierto punto. Porque, eso sí, si se tira mucho de la cuerda esta podría romperse y la especie desaparecer junto con las mujeres. Hasta ahora, los seres humanos del tipo varón de fuego han conseguido pararse antes del abismo.

 

Lo dicho vale, por supuesto, a menos que se planteen las cosas desde el punto de vista moral, o sea, desde el punto de vista del ser humano “de barro”, como una exigencia de la realidad. Aunque, sin entrar en esas consideraciones, ahora que somos tantísimos millones también existen los medios y la posibilidad de eliminar igualmente a muchos millones en un abrir y cerrar de ojos por no decir en un par de añitos, por ejemplo, con una buena pandemia. Esto es de interés en el caso de aquellos que desdeñan las consideraciones morales por considerarlas carentes de objetividad.  Aunque,  moral aparte, los peligros que acechan a la humanidad podrían hacer del cambio la única alternativa.

Por otra parte ¿hay que hacer caso a quienes rechazan la moral? Para las personas con ética o creyentes siempre existe la obligación de obrar bien tanto en la índole (fitra) humana como en los  mandamientos divinos. Para los creyentes, el mandamiento de redimirnos de los delirios del varón de fuego y de recuperar nuestra naturaleza de barro, de seres sexuados, que no pueden esperar que se los adore, sino que son ellos los que deben adoración es fuente de conformidad y de las enseñanzas del honrado Alcorán se sigue para nosotros un gozo que podemos compartir con todos los seres humanos.

El honrado Alcorán encierra todos los elementos para crear una sociedad en la que las mujeres no tengan que ser cojas y los varones sean apreciados por sus obras generosas y buenas y no por su fuerza. Pero ¡qué pena que la luz del honrado Alcorán, esa luz que no ciega sino que surge de los corazones como una corriente de paz interior, esa luz ha quedado anegada en la riada de pensamientos ajenos a ella y hemos de volver al texto y sacar esa luz de debajo de todas las extrañas interpretaciones y traducciones que se le han superpuesto!

El honrado Alcorán es inequívoco. Aunque hay quienes lo pretenden, es falso que el honrado Alcorán asigne ningún rol a la mujer. En ninguna parte dice semejante cosa. Lo que sin embargo sí hace el honrado Alcorán es reconocer la función natural de las mujeres en tanto que mujeres y la falta de semejantes funciones en los varones en tanto que varones y, atendiendo a la carga que soportan las mujeres y no los varones en la reproducción, se asigna a estos el papel que equilibre la carga de las mujeres. Las mujeres asumen la carga de la reproducción y los varones les sirven a ellas de apoyo y auxilio en todo, incluida la aportación económica. El gran pensador indio fallecido no hace mucho, Ashghar Ali Engineer, escribió una serie de textos en los que acertadamente señalaba que en el honrado Alcorán se habla de las mujeres en términos de derechos y de los varones en términos de deberes. Aunque solo fuera por esa percepción, Engineer merece que se lo recuerde con deferencia porque ese solo hecho es un factor fundamental en el entendimiento del honrado Alcorán y para la paz interior de los creyentes.

Ahora bien ¿es cierta esa apreciación? Así lo creo. Como creo también que el honrado Alcorán no prohíbe a las mujeres absolutamente nada que les esté permitido a los varones ni otorga a estos autoridad ninguna sobre las mujeres. Lo que hace el honrado Alcorán es imponer a los varones la carga de ver que las mujeres estén perfectamente atendidas en todos los aspectos. Son muchas las formas en que esta encomienda se expresa en el honrado Alcorán pero, puesto que el presente es un texto breve, nos limitaremos a analizar con igual brevedad la aleya que fija la misión asignada a cada sexo en tanto que tal en la sociedad humana. Suelo hablar de esta aleya como la aleya de la balanza porque eso es lo que parece sugerir. Examinemos, pues, la aleya 4.34:

“4.34 Los varones (ellos) son responsables del cuidado (qawwamun) de las mujeres (ellas) en virtud de aquello con que Dios ha dotado mejor a los unos que a los otros (ba3Dahum 3ala baa3Din) y ello gastando de sus bienes y las virtuosas (ellas) son las verdaderamente devotas a Dios y guardadoras de lo oculto guardado por Dios. Y a aquellas de quienes temáis (vosotros, la comunidad de creyentes) que caigan en conducta inmoral (“nushuz”), exhortadlas, dejadlas en sus moradas (madayi’,) resolved con ellas su situación (iDribuhunna) y, si os hacen caso, (a vosotros, la comunidad de creyentes), dejadlas en paz. ¡Dios es en verdad excelso, grande!”

Un grupo de mujeres que mantenemos un vivo intercambio de pareceres llamamos a esta aleya la “superaleya” porque, de verdad, siendo la aleya maestra en la que Dios distribuye la carga de cada sexo, también se ha convertido en una ciudadela a modo de cebolla en la que se almacena todo un arsenal de armas y munición de forma que no consigamos ir más allá de la primera capa para llegar a esta divina gema, todo ello con el fin de mantener el territorio dominado por el varón de fuego fuera del alcance de las mujeres de barro. Cada paso de esta aleya está cargado y con doble bala. La labor de desmontaje de cada capa es ardua y hay muchos musulmanes, varones y mujeres que han puesto dedicación en hacerlo. Trataré de resumirlo. 

Con el papel de los varones como apoyo y auxiliares de las mujeres (qawwamun) casi siempre traducido hasta ahora como “los varones tienen autoridad sobre las mujeres”, parece que no estamos tan mal y actualmente se suele reflejar en las traducciones (véase también qawwamun en las aleyas 4.235 y 5.8). Sin embargo lo siguiente, la expresión de reciprocidad ba3Dahum 3ala ba3din, aunque tímidamente reflejada alguna vez, sigue haciéndosele caso omiso en muchas otras y traducirse como “algunos (o algunos varones) son mejores que otros” en la formulación que sea, o, descaradamente, “los varones son superiores a las mujeres”. De hecho, lo que dice la aleya es que Dios ha favorecido a los varones con respecto a las mujeres en algo y ha favorecido a las mujeres con respecto a los varones igualmente en algo y que, atendiendo a aquello en que se ha favorecido respectivamente a cada uno, los varones deben a las mujeres toda clase de apoyo y cuidados incluido explícitamente el apoyo económico.

Ahora bien ¿en qué ha favorecido Dios a las mujeres por encima de los varones y que sea específico de las mujeres en cuanto tales y que Dios considere importante y lo sea también para la especie, puesto que es de la especie de la que hablamos, dado que mujeres y varones constituyen la especie? Si nos hacemos los tontos podemos responder: las mujeres son más bajitas, más bonitas, los varones son más fortachones… En realidad, las mujeres también pueden ser fortachonas, más altas que muchos varones y además hay varones que tiran de espaldas de guapos que son… Estadísticamente puede haber más de una cosa en un sexo que en el otro pero la regla, que no necesita de ninguna estadística para distinguir un varón de una mujer, es que nunca, ni siquiera una sola vez, un varón va a concebir, quedarse preñado o parir. Esa es una capacidad y una facultad que poseen las mujeres y no los varones. Con ello, Dios ha favorecido claramente a las mujeres. Y ¿Cuál es la contrapartida del varón? Pues precisamente la inversa: la concepción puede no ser una carga pero todo lo que viene después lo es. Una carga muy pesada que determina el destino de toda mujer desde cualquier punto de vista, porque, aun cuando sea estéril, puede haber tenido expectativas y todos los que no son ella haber tenido expectativas a su respecto.

Y de qué manera tan concisa e inteligente expresa todo eso el honrado Alcorán. Una cara de la moneda es la carga femenina y la otra el verse libre de la carga de lo que se beneficia el varón. Pero puesto que lo que rige la creación divina es el equilibrio, la moneda se completa y lo que es el favor a cada uno se transforma en el favor a ambos mediante el papel del varón como apoyo y auxilio de la mujer, papel dictado por Dios y no por ninguna ambición femenina de castrarlo, como han podido formular algunos dementes. Los varones han de ser el apoyo de la mujer invirtiéndose en ellas ellos mismos y su fortuna. 

Esos son los deberes de los varones. En el caso de las mujeres Dios no formula ningún deber. No hace falta, visto que la naturaleza ya tiene bien atrapadas a las mujeres, como muy bien sabe Dios, claro está. Las mujeres desempeñan su función sin necesidad de ningún mandamiento divino como han demostrado fehacientemente los hechos. Lo que se refiere a las mujeres Dios lo remite a Sí mismo: “y las virtuosas (ellas) son las verdaderamente devotas a Dios y guardadoras de lo oculto guardado por Dios.” Y ¿qué es lo oculto que guardan ellas si son virtuosas y devotas a Dios pero no los varones? La fidelidad en el matrimonio no es, puesto que esa incumbe por igual a varones y a mujeres; tampoco los secretos, cuya guarda incumbe igualmente a ambos sexos. Entonces ¿qué es eso que solamente las mujeres pueden guardar y que Dios ha guardado o habrá guardado? ¿Pudiera ser la concepción, el embarazo, lo oculto, la nueva criatura humana y lo que la atañe? Y ¿no concordaría eso con el mandamiento de la aleya 4.1. “honrad a Dios (ittaqwllah) por quien os preguntáis y honrad las matrices”? Esta es la única vez en todo el honrado Alcorán en que se nos manda honrar a Dios y a otra cosa junto con Él.

El que en esta parte de la aleya 4.34 que habla exclusivamente de las mujeres y su relación con lo que guarda Dios se haya forzado la existencia de unos maridos (los maridos ausentes, los secretos de los maridos o la reputación de los maridos) que no existen en el texto ni explícitos ni implícitos, delata cómo se ha convertido el honrado Alcorán en un documento interesado al servicio de los varones de fuego en el que la única función de las mujeres consiste en serles útiles a ellos, ni siquiera a la especie o a los hijos, sino a ellos.  

Sigue a esa frase sobre lo oculto otra maravilla de concisión  que igualmente ha servido para otro logro de la mentalidad del varón de fuego ante las palabras divinas. Nunca deja una de sorprenderse ante tanta confusión acumulada sobre esta aleya. Sigue siendo de aplicación el símil de la cebolla pero sólo si se trata de una cebolla enorme con muchísimas capas. Cuando salvamos una creemos que hemos llegado a alguna parte pero no, no hemos dado más que un pasito y sin saber siquiera en qué dirección.

Bien, como decíamos, sigue a esa frase la última oración de la aleya que, como no podía dejar de ser, gira también en torno a los maridos hechos de fuego. Las mujeres no pueden existir aparte de un varón al que pertenezcan  y les dé una razón de ser y eso a pesar de que en la aleya jamás se habla de maridos o de esposas y que sólo se trata de varones y de mujeres. Entonces, lo que diga el honrado Alcorán no importa porque el honrado Alcorán no puede hablar, no se le permite  hablar de las mujeres si no es con referencia a varones que constituyan la razón de su existencia.

El mayor escollo en general con que suele tropezar la gente en la lectura de esta aleya parece haber sido la palabra “iDribuhunna”, que aparece en su última parte. Habitualmente se ha traducido como “pegadlas” y muchos han investigado y dado buenas razones para no aceptar esa traducción. En esta ocasión yo iré un poquito más allá: una vez salvadas unas cuantas capas de la cebolla, se advierte que el significado no pude ser “pegadlas” por un buen número de razones, aparte de las que ya se han solido dar. Para empezar, aquí el honrado Alcorán no se dirige a ningún marido ni a los maridos en general. Ni siquiera se dirige a los varones. ¿A quién se dirige Dios en esa aleya? Volvamos a la aleya 4.29. Empieza con el vocativo: “Ya ayyuha al-ladhina amanu”, “Oh, vosotros que habéis llegado a creer”. A esos va dirigida, a aquellos que han llegado a creer, mujeres y varones, los creyentes en general. A ellos se dirige toda esta serie de aleyas. Véase y examínese con detención cada aleya después de la 29 y hasta la 42, en todos ellas se mantiene el mismo destinatario. Después de la aleya 42, en la aleya 43, se renueva el mismo vocativo iniciándola con “Oh vosotros que habéis llegado a creer”. Vemos pues que la alocución no se dirige a ningún marido de nadie, sino que se dirige a todos los creyentes, sí también a las mujeres y a los niños y también a los varones que no son de fuego sino de barro.

 

Así pues, hasta aquí no ha aparecido ningún marido en el horizonte, tampoco ninguna esposa, solo varones en general, mujeres en general, luego mujeres virtuosas, que es de desear que seamos todas, pero que por si acaso algunas mujeres estuvieran en dificultades y pudieran extraviarse, a nosotros, los creyentes se nos ordena no quedarnos de brazos cruzados sino prevenir lo que tememos que pueda ocurrir. “IDribuhunna” con el significado de “golpear” o “azotar” no puede ser más que un sinsentido, en primer lugar porque se habla de temor o sospecha, no de nada que se tenga constancia de que haya ocurrido como para ya sin más, liarse a repartir estopa. En segundo lugar, porque, como queda mencionado, la alocución no va dirigida a ningún marido, sino a toda la comunidad de creyentes y es de esperar que estos no se liarían a apalear mujeres  a mansalva porque resulta que se sospecha de ellas.

En lugar de eso, lo que se instruye a los creyentes es que aborden a las mujeres por las que temen expresándoles esos temores, luego dejar que las mujeres reflexionen sobre ello por su cuenta y, por último, resolver con ellas cualquiera que sea la situación en que están si es que esa situación existe. El famoso “nushuz” en este contexto y dado su sentido semántico como lo contrapuesto a las virtuosas, no podemos equivocarnos mucho si pensamos que lo que se teme es que esas mujeres hagan algo que las aparte de la conducta aceptada  o correcta en cuanto a su relación con  Dios en tanto que mujeres y que sería la que se menciona en la oración anterior de guardar lo que Dios guardó.  

Si retrocedemos a la aleya 4.15 en la que se nos instruye sobre aquellas que “ya’atina el fahisha”, que vivan en la indecencia (el aspecto del verbo es de acción inacabada, de donde se sigue que es algo que se hace habitualmente o repetidamente) y sabiendo lo que han sido y son las sociedades humanas, no nos costaría mucho entender que lo que dice, si no exclusivamente, sí casa perfectamente con las mujeres atrapadas en la prostitución. Y si, como vemos, en la 4.15 se nos ordena recogerlas en las casas, ¿dónde entonces están antes de que las recojamos en las casas? ¿En la calle tal vez? Si también tenemos en cuenta que estos grupos de aleyas de la azora 4 Las mujeres no tienen por objeto legislar penalmente, sino que, muy al contrario,  se dedican a la protección social de los más desprotegidos, vemos que lo que se nos hace dice es que debemos ocuparnos de los más abandonados por la sociedad, en particular las mujeres, como misión específica de los varones y como deber de toda la sociedad, sobre la que recae el deber de protección de todos sus miembros.   

¡Ah! Pero ¿no nos habremos precipitado un poco? ¡Sí! ¡Esperen, esperen! Porque la mentalidad del varón de fuego con su necesidad de estrellato tiene un as en la manga y nos increpa: “¡Eh, eh! ¿Cómo puedo abandonarlas en el lecho si no soy su marido?” El varón de fuego se refiere a eso que se suele traducir como “… abandonadlas en el lecho…” o algo parecido. ¡Que nadie se asuste! A ver que nadie se asuste que nosotros también tenemos un as en la manga, porque ¿dónde está esa ley universal que dice que las mujeres solo pueden irse a la cama para tener en ella a un varón y tener el honor de darle gusto pero nunca, nunca, jamás de los jamases, meramente para dormir? Perdóneseme la guasa. Es que nos lo ponen muy fácil. Y no hay que olvidar tampoco de que, dormir o no, lecho o yacija, lo que dice la aleya no se dirige a ningún marido en cuanto tal sino al conjunto de los creyentes, varones y mujeres.

Entremos en detalle. Hoy día, la cama se ha convertido en un eufemismo de las relaciones carnales porque la especie humana en esta época adora los eufemismos. Pero eso ¿siempre ha sido así? En el honrado Alcorán seguro que no, que desde luego en él no se anda con eufemismos ni ñoñerías. Entonces ¿era ese el caso en Arabia en la época de la revelación? ¿Eran tantas las camas que había allí en aquel entonces? Lo cierto es que la imagen que se viene a la mente con la interpretación que hace de esta aleya la mentalidad del varón de fuego es la del mundillo del “petit-bourgeois” del siglo XIX y parte del XX, todavía tan añorada por los musulmanes “tradicionales“, que asocian la familia ideal con esa imagen de la familia burguesita de la época colonial.

Procedamos entonces con rigor, examinemos esa palabra que hace tan felices a los varocéntricos de fuego porque les da ese pequeño plus por encima de las mujeres. Aunque no sea “pegar”, pero, por favor, por favor de los favores, no se lo arranquemos. Si lo pierden jamás volverán a recuperarse, por favor no los castremos.

Bien, pongámonos serios, esta vez sí, y coloquémonos en una situación que pueda corresponder a la descrita en el texto y que yo he ilustrado como se sugiere en la 4.15 y en esta última parte de la 4.34: Mujeres que pueden no tener medios económicos y que probablemente tengan hijos y a las que se nos dice que recojamos en las casas. La palabra empleada en la última parte de la aleya 4.34 y que se ha traducido como “cama” o “lecho” es “madayi3”. “Madayi3” no es cama,  no es un mueble, no hay ningún marido que deje de irse con ellas a la cama. Lo más probable es que ellas no tengan una cama y ni siquiera un hogar. Puede comprobarse que “madayi3” en su origen y en el honrado Alcorán significa el lugar en que uno se echa sobre el costado para dormir (en castellano a-costarse), ya sea en el santo suelo o en la santa tierra al aire libre, si también pudiera ser en una cama pero no siempre todo el mundo en todas partes ha tenido una cama, pero nunca ha dejado de acostarse a dormir. El honrado Alcorán también piensa en esas personas que pueden no tener una casa, por no hablar calo de un dormitorio, sobre todo precisamente en esta azora 4, Las mujeres.  Para hablar de la relación carnal en el honrado Alcorán jamás se emplea el término madja3, plural madaji3, ni esa palabra ni siquiera cualquier otra que tenga nada que ver con dormir. “Dormir”, otro nuevo eufemismo para hablar de relaciones carnales. ¿Va a querer decir eso que en el honrado Alcorán se prohíbe dormir a todos los que aparecen en él a menos que siempre eso signifique tener relaciones carnales? No si yo ya sospechaba que los mencionados en el honrado Alcorán era gente muy despierta. Rematemos esta glosa de los madayi3 con algo sacado del diccionario. Muchas palabras del árabe, desde la revelación del honrado Alcorán han podido adquirir otros significados, pero el verbo del que se deriva madayi3 sigue significando echarse a dormir y, aquí viene lo curioso hay dos palabras dayi3 y mudaayi3 que significan compañero de cama, camarada, compañero… Una indicación más de que los madayi3 de que habla el honrado Alcorán no tienen nada que ver con maridos ni con esposas ni con sexo. Incluso cuando se comparten esos madayi3 es con camaradas. Confío en que, de momento y al paso que vamos, “camarada” no se haya transformado ya en algún eufemismo de amante o concubino.

Visto lo anterior, no resultará sorprendente que en cambio la palabra madaji3 sí se use en el honrado Alcorán con el significado que afirmamos aquí de lugar en el que una persona se acuesta para dormir. El lugar donde se sabe que se le encontrará a uno porque le es propio. Creo, incluso, si no  me equivoco, que un habitáculo muy común en Arabia eran las jaimas y dudo de que en ellas hubiera muchas camas y alcobas matrimoniales. Asimismo, si el tiempo es clemente, la gente puede dormir al aire libre sin cama ninguna. Hoy día, en nuestro mundo tan eufemístico, eso es lo que hacen los sin techo todo el tiempo. Podríamos preguntarnos ¿quedan excluidos del honrado Alcorán los sin techo de nuestra época? ¿Se reveló el honrado Alcorán solo a beneficio de la gente “decente” y burguesita que tiene dormitorios y camas?

En un mundo en el que no todos podrían tener una casa o un piso en el que vivir, lo que sí tendrían sería un lugar en el que pararan habitualmente, donde se les podría encontrar, el sitio donde se echarían a dormir, es decir, sus madaji3. Podrían ser sus cartones colocados en el suelo en algún lugar resguardado, tal vez bajo un puente. Si pensamos que, aunque no de manera exclusiva, la disposición de la 4.34 puede referirse a mujeres que no tengan lo que se pueda llamar un hogar, el uso de madaji3 tal como aparece en el honrado Alcorán en varias ocasiones, sin ninguna connotación familiar o sexual, queda plenamente justificado, ya que en su sentido básico no excluye a nadie, ni a los más abandonados, es decir, a aquellos más necesitados de que los auxilie la sociedad y a los que se dedica la azora 4 Las mujeres.

Entonces, cuando se dice a los creyentes, varones y mujeres, que dejen a las mujeres en los madaji3, no podemos errar mucho si entendemos que debemos dejarlas reflexionar sobre su situación y, como se suele decir, que consulten con la almohada. No sé si tendrían almohada, pero vemos que la asociación de ideas que se refleja en este pasaje es perfectamente legítima y compartida en muchos idiomas, entre otros el nuestro. Después ver con ellas qué es lo que las coloca en la tesitura de verse marginadas e “iDribuhunna”, llegar a una solución, hacer lo más eficaz para sacarlas del apuro. “Hunna”, porque ha de hacerse con ellas, “iDribu”, porque no ha de quedarse en meras palabras, sino de verdad, sacarlas del atolladero y no dejarlas que, por ejemplo, se echen a la calle para vender su cuerpo. Hoy en día se conoce esto como asistencia social.

A los varones musulmanes de fuego no se les ocurriría nunca pensar en la 4.15 o en la 4.34 en relación con la prostitución, a pesar de que hay y siempre habido prostitución en sus sociedades. Pero, como quedó dicho, para ellos la prostitución no es un problema sino una solución. El problema es de las rameras y no tiene nada que ver con ellos y por tanto no tiene por qué encontrarse en el honrado Alcorán. Si las necesitan, visitan las mancebías y ya está. ¿A qué vendría gastar más tinta en ello? En cambio, sus mujeres son suyas y esa propiedad debe estar protegida en el honrado Alcorán. En consecuencia esta aleya debe referirse a las cosas que pudieran hacer sus esposas y que ellos no aprueben. El ir más allá de eso, para el varón de fuego, es “haram”, pecado, prohibido.

“...y las virtuosas [ellas] son las verdaderamente devotas, guardadoras de lo oculto guardado por Dios. Y a aquellas de quienes temáis [vosotros, la comunidad de creyentes] que vayan a caer en conducta inmoral (nushuz) exhortadlas, dejadlas en sus moradas (madayi3) y resolved con ellas su situación (iDribuhunna) y, si os hacen caso, [a vosotros, la comunidad de creyentes], dejadlas en paz.”


Vemos que la aleya es perfectamente coherente en sus distintas partes: los varones tienen un deber general para con las mujeres. No se dice qué sucede con los varones que no contribuyen según su capacidad, aunque eso deberá abordarlo la sociedad con equidad y fundándose en los principios coránicos. Luego, con respecto a las mujeres, se hacen dos consideraciones y ninguna de ellas entraña castigo ninguno: Las mujeres virtuosas guardan lo que Dios ha guardado y les da a guardar (Obsérvese que se habla de Dios y que no hay ningún marido por ningún lado ni explícito ni implícito), y puede que haya mujeres que se tema que puedan hacer lo que no hacen las virtuosas y caer en malos pasos y en cuyo favor deben intervenir los creyentes. A todos, varones y mujeres, se dirigen estas instrucciones de ocuparse de esas mujeres.

Se suele aducir que la siguiente aleya, 4.35, habla de una pareja. Correcto: la siguiente aleya. Cuando nos ocupemos de ella veremos sus beneficios y enseñanzas pero ahora estamos en la 4.34 y vemos lo que tiene que decir, que es abundante y claro: varones y mujeres son socios y unos, los varones han de ordenar sus deberes en torno al otro socio, ellas, a las que Dios ya ha dado su carga en origen. Los varones deben sostener a las mujeres y esto nos depara otra perla de la enseñanza coránica. Hemos hablado de la reproducción y de cómo las mujeres llevan esa carga. También sabemos que las mujeres no son fértiles toda su vida sino solo un intervalo e incluso en este pueden no reproducirse o reproducirse muy pocas veces. La naturaleza y el honrado Alcorán, por medio de las mujeres, deja a la especie un margen de maniobra generoso en el que el talento, la inspiración y la capacidad de las mujeres puede dedicarse a otras tareas distintas de la imperativa de la reproducción cuando y como ellas se vean en disposición de hacerlo.

En una sociedad regida por los principios coránicos, las mujeres y varones de barro pueden abrir el camino hacia esa tierra prometida, esa tierra sin mal que ha soñado cada pueblo de la tierra, o al menos acercarse a ella un poco más, a un futuro en el que los pájaros de barro formados por el hijo de Maryam, puedan levantar el vuelo.

 

 

 

Traducción de la imagen El Código Napoleón:

El Código Napoleón

¡Una catástrofe para las mujeres!

En 1804, el Código Napoleón afirma la incapacidad jurídica total de la mujer casada:

– Prohibición de acceso a liceos y universidades 

– Prohibición de firmar contratos y de administrar sus bienes

– Exclusión total de los derechos políticos

– Prohibición de trabajar sin la autorización del marido

– Prohibición de cobrar sus sueldos por sí misma

– Control de su correspondencia y relaciones por el marido

– Prohibición de viajar al extranjero sin autorización

– Imposición a las mujeres de penas graves por adulterio.

– Las madres solteras y los hijos naturales carecen de cualquier derecho

En el artículo 1124 de ese monumento a la misoginia que es el código civil, Napoleón define sin ambigüedad ninguna el lugar de la ciudadana en la sociedad: Son personas privadas de drechos jurídicos los menores, las mujeres casadas, los delincuentes y los deficientes mentales.

Añádase en 1910:

-La mujer y sus entrañas son propiedad del varón y puede hacer con ellas lo que le parezca (Código Napoleón)