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Cartas de la Zarzamora IV - V - VI

 

IV  -  Violetas Imperiales

               (Publicada en Webislam el 4-3-2011)

         Pues sí, puede sonar conspiranoico, aun así, creo que hay que decirlo porque tal vez no nos damos cuenta cabal de lo que hace el Imperio. Y digo esto a cuenta de algo que se suele dar por hecho en mucho de lo que se publica sobre lo acontecido en el Irán con el advenimiento de la revolución islámica.

 

        Es mentira que al sha lo echaran a pesar del apoyo de "occidente", que yo llamo el Imperio. Al sha lo echó precisamente el Imperio, sí, lo que no quita para que también lo quisieran echar otros pero el imperio tenía interés en quitarlo y puso todos los medios para ello y lo consiguió.

 

          Sucede que yo vivía en Egipto en la época en que todavía reinaba el Sha. Y aclaro esto porque la sensación que se tiene de las cosas en un sitio y en otro puede ser distinta. En Egipto y en todo el Oriente Medio se mascaba el poder, el prestigio y el poderío económico del Irán y era patente su presencia e influencia en todos los campos.    
                                                     

         El sha sería sin duda un sujeto muy detestado pero el mucho odio que le pudiera tener el pueblo no quita de que estuviera haciendo del Irán una potencia. Y eso sí que era intolerable. Intolerable del todo. Eso era salirse completamente del papel que le correspondía a un peón del Imperio. Al sha lo consideraban algunas personas que lo conocían como un ególatra y megalómano absolutamente dedicado a esa pasión de su propio imperio y con una idea elevadísima de la Persia histórica. Y no parecía que la incomodidad de los "aliados" imperiales con el ascenso del Irán fuera a pararle en su búsqueda de la grandeza. Esa grandeza suya pasaba evidentemente por la grandeza de su imperio, Persia, Irán. Era emperador, no se olvide, y ¿qué emperador sueña con un imperio pequeñajo?

 

         Resumen: molestaba. Entonces, se le quita, se pone una dictadura islámica fanática y brutal que no dejará de sumir al Irán en el caos y listo, el orden en el Oriente Medio restablecido y todo el mundo en el lugar que le corresponde. Los amos como amos y los siervos como siervos. Y nada de potencias que puedan hacer sombra al injerto imperial sionista. Por más que el Irán del sha fuera asquerosamente amistoso con Israel, eso no lo autorizaba a salirse del papel de comparsa e instrumento de usar y tirar que le correspondía. No podía hacerse del Estado Elegido un paisicillo cualquiera, que sería lo que sucediese de convertirse Persia en esa potencia formidable que pretendía el sha y que iba por buen camino de conseguir.

 

         Que el Irán del sha estuviera tratando de conseguir la bomba atómica no lo sé pero, dadas las ambiciones del  gobernante, tampoco es improbable.

 

      Así que fuera el Emperador. Sospecho que a Jomeini, que sería un erudito de primera, pero que en cuestión práctica era, al parecer, un cero total, lo tenían en París bien en conserva para soltarlo sobre Irán como una bomba. Amén de que, en cierto modo, era un paralelo del sha: un hombre consumido por una pasión. 


       El golpe de quitar al sha no falló. El resto sí en buena medida. Falló porque los ayatolas iraníes eran muy avisados y resultaron más finos que las sardinas. Como buenos yudokas, se inclinaron con el viento sin romperse y envolvieron a Jomeini, lo pusieron de cabeza visible con muchas reverencias y deferencias pero la política la llevaron ellos y torearon magistralmente al marrajo imperial y al iluminado de guardia. O sea, al Imperio las criadas le salieron respondonas, se las sabían todas y, cuando el marrajo imperial iba, ellos ya volvían. No quiere decir esto que el régimen de los ayatolas no merezca su propia crítica pero, desde luego, el Irán no se hundió en el caos ni quedó destrozado. Ni siquiera después de la cruenta guerra con Iraq, guerra igualmente procurada por el Imperio con ese fin y también con el otro fin de cortar las alas al Iraq.

 

         Que al sha lo echaron sus amigos no lo descubrí yo. Eso me lo contó alguien que vivió el suceso directamente con indecible amargura, sobre todo por el desengaño. Lo de la labor de los ayatolas es algo que he oído a más de un iraní que me ha parecido bastante enterado, cosa que, por otra parte en según qué aspectos, tampoco es muy difícil de constatar.

 

 

        Por lo demás, la lógica de todo ello se sostiene. ¿Desde cuando los imperios respetan a sus instrumentos? ¿Noriega le suena a alguien? ¿Sadam Hussein? Son de usar y tirar y tonto el que se crea otra cosa. ¿Que Mubarak se va a Sharm el Cheij o a los Emiratos a pesar de que la mujer es medio británica y, de hecho, tiene nacionalidad británica? Sus razones tendrá y hasta a lo mejor también se le ha dado a entender que ya no está tan guapo como cuando ocupaba el palacio presidencial y que Roma no paga a traidores, que es lo que le debió de pasar al sha cuando más tarde quiso tratarse un cáncer en Francia.

        

        Por otra parte, hay cosas que son una pena y que muchas veces la emprende una con los malos de turno y no se da cuenta de los que no están de turno pero lo han hecho peor. Cuando el 11 S, Mubarak hizo una interesante observación con respecto al avión o lo que fuera que le hizo un boquete al Pentágono: dijo que él, como aviador que era, no lo veía factible. Para llevar a cabo esa maniobra había que haberla ensayado mucho y alguien tendría que haber estado al tanto de los ensayos. Curiosamente, nadie lo siguió para levantar esa liebre. Ahora ¿no es un poco tarde e hipócrita preguntarle qué se trae entre manos haciendo migas con el Imperio?

 

      De Mubarak no diré que lo hayan echado los imperiales. No lo sé. A lo mejor pensaban en un recambio pero con más calma, puede ser. O sí. No sé. Lo que sí digo es que a la calaña imperial sólo se le puede ganar siendo más astuto que ellos, pensando siempre lo peor de ellos y anticipándose a ellos y, también, que en todos los estados tienen a sus peones de diversas categorías. O ¿en qué cabeza cabe lo que le hicieron a Saddam Husein? Y si Mubarak no se ha ido a Londres (no sé si lo hará más tarde) debe de ser porque él mismo no se fía un pelo de quien sabe que no se puede fiar. Tampoco el sha se fue a Londres o a Estados Unidos. Se fue a Egipto. Supongo que, entre otras cosas, no tenía estómago, con los hechos recién ocurridos, para verles la jeta directamente a los traidores.

 

         Con todo esto lo que quiero dar a entender es algo que no es nuevo pero que puede olvidarse en las emociones del momento y es que la mayor parte de lo que percibimos en política son puras apariencias. Se hacen muchas cosas para la galería, sobre todo, aparentar apoyo o amistad.

 

         Una confía en el patriotismo de los egipcios, que existe y es hondo. Ahora que, si logran salir adelante, que se reconozca que no habrá sido sólo entusiasmo sino muchas cosas más: una perseverancia sin desfallecimiento, astucia, previsión y habilidad para jugar las piezas que se tienen, como los ayatolas, y mirar para sí y no para ningún amo ni para satisfacer ninguna expectativa.

 

        El egipcio es un pueblo en muchos sentidos ejemplar. Cuando yo lo conocí no era un pueblo rebelde y criticón, como los españoles, sino conforme y con sentido de la medida. Yo estaba allí cuando se produjeron manifestaciones monstruosas contra las medidas del gobierno de Sadat por la supresión, entre otras cosas, de los subsidios a las cooperativas de alimentación y hubo sus correspondientes toques de queda. Se armó una descomunal. Una gente que jamás criticaba al gobierno. Salieron a la calle y lo hicieron retroceder en toda regla. Y después siguieron sin hablar mal de Sadat. Igualito que los españoles. 
 

         Por eso confío sobre todo en esa gente eminentemente pacífica y confío en la misericordia de Dios para con ellos y para con este mundo, que lo necesita, para que tengan al frente a gente muy patriota y muy hábil. Quiere el prejuicio, este favorable, que los orientales son muy hábiles y se fían más de la habilidad que de la fuerza. Creo que, al menos en parte, está justificado. Rezo por que así sea.

 

 

 

 

 

 

V  -  Redimiendo que es gerundio
            (Publicada en Webislam el  23-3-2011)  

 

(Las fotos de esta carta son de la época de la Yamahiriya. Apenas han transcurrido tres años desde que se emprendiera su "redención" y ya parece que la Yamahiriya fuera algo de un tiempo lejano...)

      

       Pues sí, tesoro, la ONU se saltó a la torera el derecho internacional para crear un estado racial y nazi en Palestina. Y se lo ha saltado todo lo que le ha dado la gana para autorizar algo que precisamente prohibe la Carta de las Naciones Unidas que es la injerencia en los asuntos internos de los países.

 

         La furia interventora del Reino Unido (imperio británico), creador del estado sionista, por intervenir en Libia a como dé (y ha estado metido en Libia hasta arriba desde el comienzo de la "crisis"); unos manifestantes pacíficos que, sin saberse cómo ni en qué momento, resulta que no son manifestantes pacíficos sino rebeldes armados; y el único monstruo del planeta que el universo no puede esperar ya ni un solo día para acabar con él y redimir al cosmos de semejante azote. Mucho peor que veinte netaniahus y más pérfido que cuarenta docenas de simones peres aunque ese universo sí haya podido esperar más de medio siglo, y lo que te rondaré, morena, para salvar a los "terroristas palestinos"; ese monstruo al que, desde que llegó al poder, han querido eliminar y bombardearon y persiguieron los mismos que lo quieren eliminar ahora pero al que, al mismo tiempo, se acusa de ser amigo de esos que lo quieren eliminar.

 

         Si nos estuvieran soltando a la cara esas mamarrachadas los mandaríamos a paseo. Les estorba y déjense de rollos y de vendernos la moto que ya sabemos de qué va la cosa. Pero, si se cree este camelo que nos meten, también hay que ser un poco consecuentes. Entonces ¿a qué esperamos para eliminar a esos "amigos" suyos, del monstruo, que nos gobiernan a nosotros? Porque si el otro es malo por ser amigo suyo, ellos serán malos por ser amigos de él ¿o no? Entonces ¿por qué estos sí podemos esperar a eliminarlos?

 

         ¿No te parece que, si hubiera la más mínima sinceridad o rectitud en todo esto, hace siglos que se hubiera eliminado al régimen sionazi o, mejor dicho, no se hubiera creado? Pero los mismos que lo crearon y mantienen y defienden aun a fuerza de robar y maltratar a sus propios pueblos ahora resulta que van a redimir del monstruo, sí del monstruo, porque Qazhafi es el monstruo, al pueblo libio... Y, de verdad ¿no te ríes al leer eso? ¡Cabe imaginar cosa más peregrina! Virgencita de Lurdes, etc. etc. ¿No será que en el fondo creemos que el vestir a la europea nos da derecho a "civilizar" a todo bicho viviente? ¡Cuántas coartadas proporciona el complejo de redentor! El complejo de redentor inducido en la pobre plebe, claro, porque los que de verdad tiran de estos hilos apuntan a algo muy distinto que redimir a nadie y menos a sus propios pueblos y, si no lo queremos admitir, es porque sencillamente no podemos: es una impotencia demasiado dolorosa por lo irremediable. Mucho mejor vivir engañados.

       

         Pero, vamos, que no se va a redimir a ningún libio con todo esto. Y más bien sí, sí que va a ser otra edición del Iraq, hasta con los rigoristas "islámicos". Harto se conoce de la "tibieza" de Qadafi que no va encasquetando velitos a troche y moche ni ha rendido la pleitesía debida al islam ese que guarda el Guardián de los Lugares Santos (¿Y cuándo nos van a redimir de ése? No. Todavía no toca pero tocará y cuando toque ya veremos qué bien nos enteramos y cómo no se va a poder esperar ni medio minuto a redimirnos de él y se invadirá inaplazablemente lo que haya que invadir para protegernos a los pobres musulmanes de ese monstruo del día). Claro, se entiende que, siendo todavía el Guardián, así como otros señores de la Liga Árabe, amigos de los amigos de Qadhafi, no apoyen a Libia y pidan al Imperio que haga su deber e impere redimiendo.

 

         Una vez más, lo que le interesa al Imperio y el motivo y la finalidad por los que se interviene en Libia es que pierdan todos los libios y que pierda Libia y todo lo que esté a tiro de Libia. Muerto el "perro", Qadafi, ya veremos lo libre y laica, laiquísima que va a ser Libia. Pues como Iraq, que también iba ser muy demócrata y laico.

 

         Y, a todo esto, la intervención de España en la invasión y ataque a un país extranjero se sufragará con cargo al erario público y no por colectas imagino. Bueno, los musulmanes y musulmanas, tú y yo, hija mía, seguiremos sin poder abrir mezquitas o entrar en las ya abiertas como usuarios plenos pero podremos contribuir a que los libios sean más puros con un régimen liberado y todo eso. Y con esta contribución, además, se van a resolver automáticamente los problemas económicos de todos los españoles. Todo sea por el pobre pueblo libio masacrado por el monstruo. (Definición de monstruo: lo que diga el Imperio, nada personal, hoy por ti y mañana también por ti).

 

         Me pregunto si en el Congo, en Zaire, Zimbabwe, Namibia, Ecuador y Vanuatu no habrá nadie a quien redimir. ¿No deberíamos estar invadiendo y redimiendo en todas partes? o ¿fuera de Libia hay felicidad rampante y todos los pueblos comen bien, visten bien, están bien gobernados, etc. etc.? Es decir ¿el único monstruo que hay ahora mismo en parte alguna es Muamar? ¿O es el monstruo de guardia que tiene turno hoy? o ¿cómo va esto y si cuando hagamos este deber nos van a poner otro?

 

         Empecé hablando de la ola de alzamientos diciendo que el pueblo egipcio hiciera lo que le diese la gana y que lo dejasen solo para hacer lo que le diese la gana. Y para Libia y para todos vale lo mismo. Está en la Carta de las Naciones Unidas y no fue por capricho pero sí es por capricho saltárselo a la torera cuando a los que pueden les conviene. Y hacen lo que les conviene porque pueden. Las excusas son algo pensado sólo para la plebe.

 

        Por último, si digo lo que siento ¡ojalá quienes intervengan en Libia la tengan como tumba! Evidentemente, será lo que Dios quiera y el mundo va a seguir siendo mundo. ¡Que Dios nos dé fuerzas y se apiade infinitamente de quienes sufren sin comérselo ni bebérselo y premie a quienes en esta lucha luchan en Su camino!

 

        Salaam, hijita, y a ver si aprendemos a redimir que, si no, nos redimen.

 

 

 

 

 

 

VI  -   ¡Santiago y resucite España! 
                (Publicada en Webislam el 24-7-2011)

        Quisiera en este día dar un abrazo a todos mis compatriotas cristianos sinceros, a todos los que sin declararse cristianos son personas sinceras y también a quienes no son sinceros y algún día, en esta vida o en la otra, tendrán que serlo.

 

       Quisiera también, aprovechando esta fecha que, como todas las de esta índole, nos sirve de recordatorio, reivindicar la cristiandad española, muy maltratada por los mundanos, por las medias verdades históricas, por los vencedores de eso que se llama historia y que ya sabemos, la escriben los propios vencedores. Ahora bien, puesto que Jesús, la paz sea con él, el Maestro, el enviado de Dios, dijo en sus santos evangelios que su reino no era de este mundo, ya sabemos, pues, que no es precisamente su enseñanza y espíritu los que han vencido. Más bien siguen y, si Dios quiere, seguirán batallando para que las criaturas de Dios nos dejemos de vanidades y vayamos a la conquista de Su reino en nuestras propias almas.

 

        Mucho se ha escrito y dicho sobre la persecución de judíos y moros en sus tierras, en nuestras tierras, en este pedazo de mundo que nos dio la generosidad divina, así como de su eliminación por uno u otro medio y, mayormente, con el espíritu de “el que gana se lo lleva todo” y haciendo ver que el vencedor fue el español auténtico, o sea, el cristiano. Y, muchas veces, eso hasta se lo han creído los que no son cristianos y son judíos o moros o disconformes de otras ideas. No estoy de acuerdo. La cristiandad española, si no con la crueldad y el ensañamiento material desplegado contra judíos y moros, sí ha sido perseguida y hasta eliminada con el ahogamiento, la suplantación, el reescribir de la historia como si lo que la cristiandad española hubiera perseguido fuera el reino de este mundo y, por tanto, la vanidad, la victoria pírrica sobre unos seres malos e inferiores y, sentencia firme, vencidos. Y eso cuando hay tantos y tantos capítulos verdaderos en la historia española que demuestran la sinceridad de los cristianos españoles, el muchísimo tiempo que tardaron en imponerse a ellos y barrerlos las ansias de victoria mundana y el sentimiento de soberbia superioridad y de ser los dueños de vida y muerte con los que siempre el poderoso y el que sí aspira al reino de este mundo trata de corromper a los corazones sinceros. 

 

         El uso del santo Apóstol Santiago como imagen de la victoria contra el moro, el Santiago Matamoros, para enterrar en tópicos el mensaje de redención y caridad cristiano contrasta con lo que el propio Apóstol dice en su epístola (1). Las enseñanzas que pone en ella vienen muy bien a toda persona sincera que busque no la victoria mundana sobre otros sino la más cierta sobre sus propias tentaciones, siendo la peor de todas el engaño de si mismo.

 

         La historia y la literatura españolas están llenas de páginas de las que cualquier español, de la religión o extracción que sea, puede sacar disfrute y provecho. Son dichos y hechos, con los defectos que se quiera - humanos al fin- pero con personas que respiran verdad y realidad y no con monigotes tópicos y monotemáticos como lo que se difunde hoy día, sobre todo con el invento de la guerra contra el terrorismo (o sea, el demonio musulmán), llegando a simplificar la inmensa riqueza de la historia del mundo y de España en concreto en cuatro tópicos que nos eximen de pensar, de estudiar, de reflexionar y, sobre todo, a nosotros españoles, de DISFRUTAR de nuestra riquísima historia, de nuestra riquísima cultura, de nuestra riquísima tradición cristiana, mora, judía y más, que sí que existieron y se cantaron y que, como seres vivos, experimentaron toda clase de cosas y en los que nunca faltó la sinceridad, la sencillez, la espiritualidad, la hermandad y el reconocimiento y en los que siempre mandó Dios.

 

         Lo que se ha hecho con el santo Apóstol Santiago se ha hecho con muchísimos otros personajes, como el Cid, y cito por lo conocido de su nombre, que sí sería un mercenario, como lo somos todos finalmente, porque de algo hay que vivir pero que fue un mercenario con honor, amigo de moros y judíos, y que, si uno lee el cantar, verá que lo que se alaba en él no es la victoria sino el esfuerzo y, de eso, los musulmanes que conocemos en la medida que sea el honrado Alcorán, sabemos algo, el yihad por la buena conducta, por, sean cuales sean las circunstancias, ser lo mejor persona y más honrada que se pueda ser. Un Cid que confía la protección de su mujer e hijas a un amigo moro, que habla de personas y no de religiones, un Cid a quienes sus amigos prestamistas judíos le fían con sólo su palabra. Y no me importa ahora el aspecto histórico sino el sentir que queda reflejado en sus estrofas. Pero en el lavado de cerebro al que está sometida la sociedad actual, eso ni debe mencionarse. El Cid era un héroe cristiano que luchó contra los moros (como, según esa mentalidad dañina, debe ser) y ahí se acaba todo y prohibido hurgar más. Y no resisto citar aquí unos versos de ese cantar. Es casi actual, pero sin pamplinas:

Quien a una dama escarnezca
Y la ponga en aflicción
Otro tanto le acontezca
Y si es posible peor.

        

        A quienes están ya ganados por el lavado de cerebro del choque de civilizaciones no tengo nada que decirles sino que Dios los guíe. A las personas sinceras o que intentan serlo, a los cristianos sinceros que haya en España, reitero mi abrazo, reitero mi deseo de que Dios los colme de luz y bendiciones y de la generosidad para compartirlos con todos sus hermanos, creyentes o no, y que sean, como pide el Apóstol, ejemplo de sinceridad y consecuencia con su fe. Y que Dios nos dé a todos los españoles, a todos los vecinos de España, la buena voluntad para honrar este precioso regalo que nos hizo, nuestras tierras, que no son nuestras, sino Suyas, para hacer que sirvan a la Humanidad y no a la vanidad y alabado sea sólo Él, el Señor Sustentador de los universos.

Notas:

(1http://biblia.catholic.net/home.php?option=capitulo&id=78#

 

 

 

 

 

  

 




Varones de fuego, mujeres de barro


«7.11. Y, ciertamente, os [plural] creamos y luego os [plural]

dimos forma; y luego dijimos a los ángeles: “¡Postraos ante adam!”

–y se postraron excepto Ibliis, que no fue de los que se postraron. .»

«7.12. Y dijo Dios: “¿Qué te impidió postrarte cuando te lo ordené?”

Respondió: “Yo soy mejor que él: a mí me creaste de fuego

mientras que a él lo creaste de barro»

«38.75. Dijo Dios: “¡Oh Ibliis! ¿Qué te ha impedido postrarte

ante lo que he creado con Mis manos? ¿Te tomas por más o por encima

de otros?” »

«38.76. Respondió: “Soy mejor que él: A mí me creaste de fuego

y a él lo creaste de barro.” »          (Honrado Alcorán)

En mis últimos años, dedicados a la exégesis coránica, me he encontrado, por una parte,  con algo que me ha sorprendido gratamente y, por otra, con algo que no me ha agradado tanto.

Lo que he descubierto con agrado –aunque para otros no será un descubrimiento- es que el feminismo que se desprende del honrado Alcorán no es el feminismo al uso por el que se revisa la interpretación del texto revelado para adaptarla a las circunstancias del mundo actual y colocar a las mujeres al mismo nivel que los varones. Al contrario, el feminismo que se desprende del honrado Alcorán es radical, radicalmente feminista y radicalmente islámico y sin el prurito de tener que gustar a unos o a otros.

En cuanto a lo que digo que ya no me ha agrada tanto es que aquello que hasta no hace mucho se consideraba el sumun, que era alcanzar la igualdad con los varones, ya no parece satisfacer a algunas de nosotras que nos consideramos feministas, aunque eso en su día fuera un paso necesario. Es una situación que, aunque sigue considerándose deseable, ya no nos conviene, dado que su punto de partida está fijado a la conveniencia del varón y para satisfacer sus exigencias, ya sean estas legítimas o no y, preciso es reconocerlo, los varones no son la Humanidad. Nosotras, las mujeres, somos la Humanidad.

¿Me he pasado de la raya al decir esto? En un sentido, desde luego, pero en otro no, para nada. Creo que para muchos de nosotros, la cosa está clara. Las mujeres son como los varones, sí, pero, como dice muy bien el honrado Alcorán en la aleya 3.36: “El varón no es como la mujer”.  Todo lo que en la vida le puede ocurrir a un varón, le puede también pasar a una mujer, pero hay cosas que les pueden ocurrir a las mujeres y que les pasan todo el tiempo y que no le pueden ocurrir ni siquiera una sola vez en toda su vida a un solo varón. Ellos no concebirán, no se embarazarán, no parirán y no amamantarán nunca. Si eso que les ocurre a las mujeres pero no a los varones fuera algo baladí o accesorio, como dejarse barba larga o corta o no dejársela o, estadísticamente, ser más altos o más bajos o más o menos fuertes,   podríamos no darle importancia pero es que aquello en lo que el varón no es como la mujer es precisamente la capacidad para perpetuar la especie, que es la primera necesidad de cualquier especie y que en los mamíferos exige de las hembras una inversión desmedida. Esta capacidad y la posibilidad de ser madre condicionan enteramente la vida de las mujeres, sin equivalente ninguno en lo que puedan experimentar los varones.

Por otra parte, el ideal sería que todos, mujeres y varones, nos encontráramos en igualdad de condiciones. Nadie, creo, está en desacuerdo con eso. La cuestión es cuáles habrían de ser esas condiciones para que fueran iguales para todos, aunque el dilema se resuelve solo porque, como ya hemos dicho, las exigencias femeninas encierran todas las exigencias masculinas porque ¿qué necesidades podrían tener los varones que no tuvieran también las mujeres? Todos queremos libertad, todos queremos seguridad, dignidad, derecho a la vida privada… No hay nada en la vida normal de un varón que no figure también en la vida normal de una mujer.

La inversa, sin embargo, no se da. Las necesidades de los varones no incluyen nada relativo a la capacidad de concebir, la capacidad para los embarazos, la capacidad de menstruar, la capacidad de parir o la posibilidad de no conseguir cualquiera de esas cosas. De hecho, esas necesidades de las mujeres, no es meramente que se hayan descuidado bajo las normas masculinas que llevan milenios rigiendo a la humanidad sino que se han utilizado con saña en perjuicio de las propias mujeres, muchísimas veces despojándolas gravemente de su capacidad reproductiva sometiendo esta a la voluntad y capricho de los varones, haciendo de ellas un apero para la reproducción que se maneja a voluntad para que dé hijos o para que no los dé y en las condiciones fijadas por el poder patriarcal, dividiendo para ello a  las mujeres en “las buenas”, que se reproducen con la aprobación masculina, y “las malas”, que no se emplean para la reproducción sino exclusivamente para el disfrute de los varones y que, si se reproducen, se las castiga y se castiga cruelmente a su prole o se la mata.

El Código Napoleón y sus derivados vinieron a compendiar el dominio masculino.  En   ellos  se reunían y sistematizaban todas las leyes hasta entonces dispersas en distintos códigos y costumbres a lo largo de siglos. Bajo esas leyes, vigentes en muchos países del primer mundo  hasta la segunda mitad del siglo pasado, a todos los efectos, las mujeres eran menores de edad y empleadas, sin sueldo ni vacaciones ni descanso semanal, de los maridos, los padres o los hermanos con horario de 24 horas. Lo hijos, por supuesto, eran responsabilidad y propiedad del padre y la madre mera prestadora de servicios reproductivos y domésticos también bajo la autoridad del padre. Por otra parte, mientras que el adulterio de la mujer constituía delito, no sucedía lo  mismo con el del varón. La mera idea de que se penara el adulterio masculino hubiera dado risa –y todavía la da-. La mujer no podía disponer de sus propios bienes, siendo el marido el único con derecho a hacerlo. Cualquier alcohólico, por ejemplo, podía disponer  de los bienes de su esposa y dejarla a ella y a sus hijos en la miseria, algo que sin duda consternaba a la buena gente que debía ser testigo de ello pero que no podían hacer nada por evitarlo, al tiempo que otras personas, no tan honradas, se veían alentadas por la propia ley a aprovecharse de mujeres y niños.´

(Véase la traducción de este texto al final del artículo)

 

Seguimos teniendo arraigada esa subordinación de nuestro sexo al bien común (es decir, al bien de los varones). Incluso cuando ya no siguen vigentes las leyes del Código Napoleón, muchos siguen creyendo, por ejemplo, que el Estado u otras instituciones y, claro está, los varones a través de ellas, tienen el derecho de entrometerse en el cuerpo de las mujeres con el pretexto de que el aborto es un crimen. Pero resulta que el que las mujeres den la vida no es ningún logro masculino, no es nada que ellos hayan conseguido con gran esfuerzo y diligencia, sino algo completamente ajeno a su actividad o intención. Dios quiso crear a los mamíferos y asignar la carga y el honor de dar la vida a las hembras. A pesar de eso, la arrogante mentalidad varócéntrica, a semejanza de Ibliis, el ser hecho de fuego de que nos habla el honrado Alcorán, pretende poner los cuerpos femeninos a disposición de la colectividad. Es decir las mujeres no tienen vida privada ni propia. Su función dadora de vida, lejos de atraerle honores, da el pretexto a sus opresores para que se la tenga, como a una bandida, bajo vigilancia, a entrometerse en su intimidad, a que se la despoje de su cuerpo. Lo mismo sucede cuando se la espía e inspecciona a ver si sigue virgen o se le imponen reglas constringentes  en sus salidas, su vestimenta o relaciones de cualquier tipo.

Puede ser que no se deba abortar o también puede ser que haya motivo para ello en según qué condiciones. Sea como sea, el cuerpo de las mujeres no es un cuerpo compartido con la sociedad ni con el Estado, no es propiedad pública sino muy privada. No se puede quebrantar la intimidad ni la privacidad femenina bajo ningún pretexto. Dios no da facultad o poder para eso a nadie, a nadie, salvo en el caso de aquellos derechos particulares que puedan derivarse de un contrato de matrimonio y que solo asistiría a la otra parte conforme a lo contratado y nunca a ninguna colectividad ni por voluntad ajena a los contratantes ni más allá de lo contratado. No puede nacionalizarse el cuerpo femenino como si fuera una riqueza nacional. Para llegar a semejante injuria, antes debería haberse nacionalizado el cuerpo de todos los varones.

Algo que vale la pena resaltar cuando hoy en día se lamenta tanto que seamos demasiados en el planeta y que por ese motivo se halle en un estado catastrófico  es que, si eso demuestra algo, es que las mujeres no han fallado en su misión de dar vida, antes al contrario la han cumplido más allá de cualquier expectativa. Es chocante, pues, que las mismas fuerzas que mantienen en todo el mundo a millones de mujeres como rameras a las que, claro está, no se solicita para procrear sino para todo lo contrario, se pretenda que se inspeccione a las mujeres para evitar que se deshagan de algo que de todas formas no le interesa un pimiento al orden patriarcal, a menos que le sea útil , puesto que vemos perfectamente que los varones no van de vez por las mancebías para averiguar si por ventura de alguna de sus actividades hubiera surgido una nueva criatura. En el aborto solo vale la pena pensar si sirve para perseguir a las mujeres, si no, por favor, que continúe y allá se apañen ellas como puedan mientras no se nos dé la lata con ello.   

Así pues, aunque muchas veces se trate como si lo fuera, el cuerpo de una mujer no es un activo del Estado ni un peligro público. Nada de eso. Es el medio de cumplir la encomienda que Dios les ha dado directamente y sin intermediarios ni tutelaje ninguno a las mujeres. Es una encomienda tan sagrada como privada de Dios a cada mujer. Debería ser fuente de honra para ella y no de esclavitud ni censura y, para todos los hombres, varones y mujeres, debiera ser un honor proceder de esa encomienda divina y no de lo que decida ningún varón  con veleidades de poder ni ningún aquelarre masculino o su seguimiento femenino.

Tampoco hay que olvidar que su constitución expone a las mujeres a otros peligros, como la violación, la trata, la prostitución, el abuso y la violencia doméstica o de género, que si bien pueden acechar también a los varones, en su caso son mucho menos frecuentes o se limitan a la infancia. Así pues, comprobamos que, a pesar de ser quienes proporcionan a la sociedad y a la especie su  principal activo, que son las nuevas generaciones, lejos de granjearse  con ello las mujeres respeto y consideración, lo que les ha atraído casi siempre ha sido opresión, persecución, represalias, penalidades, crueldad y abuso. Cabe decir que el presente orden patriarcal desequilibra a la sociedad humana y oprime y frustra a todo el mundo.

Se suele objetar a los feministas que también los varones lo pasan mal, que también ellos se preocupan por sus familias y son víctimas de la sociedad tanto como las mujeres. Eso es cierto en algunos sentidos, pero hay feministas y pensadores de distintas tendencias que afirman que ello obedece precisamente a la estructura y mentalidad patriarcal que, en última instancia, reconoce la fuerza como el primer principio de autoridad. No hace falta indagar mucho para comprobar que es así. Por otra parte, la fuerza siempre es favorable a los varones, dado que a las  mujeres, por la carga que soportan y su constitución, les resultaría difícil mantener una autoridad sobre esa base. Es de lamentar que hoy día a quien renuncia a la fuerza no se lo ve como buena persona sino como a un tonto. La autoridad hoy día sigue la mentalidad de Ibliis. ¿Acaso no protestó Ibliis por tener que postrarse él, que estaba hecho de fuego, ante una enclenque criatura hecha de barro? En términos coránicos podríamos decir, a tenor del paradigma de la fuerza, que los varones que hacen como Ibliis se pretenden hechos de fuego y las mujeres de barro. ¿Es que va a someterse el fuego al barro? Los varones de bien que se dan cuenta de que no se los ha creado para ser de fuego sino de barro y no se esperan subordinación de las mujeres sino que, por el contrario, quieren servirles de apoyo, están tan necesitados de reconocimiento como las propias mujeres. Los que siguen atrapados en el espejismo del varón hecho de fuego lo único que pueden alcanzar en cualquier sociedad humana es frustración, la propia y la de la sociedad. Aunque consigan la adoración que pretenden, nunca les satisfará, porque, aun gozándola, saben en su fuero interno que es sólo una apariencia extorsionada al destino.

Volviendo a la panorámica del primer mundo, vemos que ya se han abrogado o modificado radicalmente las leyes derivadas del código Napoleón. Ahora “la mujer es igual al varón” y tenemos derecho a ser lo que pretendamos ser (no entraré en el esfuerzo que hayan de hacer para lograrlo). Sin embargo, sigue ocurriendo que aunque la mujer es igual que el varón, el varón no es igual que la mujer y que seguimos asentados en el patrón varonil, seguimos obligadas a ser varones funcionales al tiempo que seguimos soportando toda la carga de la reproducción pero sin que se nos reconozca esa carga, porque eso es algo excepcional y no de toda la población, ya que al grueso de la especie, ellos, no les ocurre y como si el reproducirse fuera un caprichito privado de las mujeres.

Aun así, es innegable que en la lucha por la igualdad se han alcanzo logros importantes para la mujeres, aunque, desde luego, la situación actual crea menos conflictos a unas mujeres que otras. En general las mujeres de los países ricos están mejor que las de los países pobres. El dinero no lo arregla todo pero sí lo hace más llevadero. Posibilita, por ejemplo, el trabajo inmigrante en aquellos hogares en que la mujer trabaja y tendría, sin ese trabajo, que ocuparse de todo. También en los países que tienen buenas estructuras sociales, ricos normalmente, la vida para la mujer es más fácil que en los que carecen de ellas. En otro orden de cosas, las mujeres acomodadas de los países pobres, con abundancia de mano de obra barata, pueden vivir incluso mejor que las de los países ricos y disfrutar de su “igualdad” casi como los varones, si sus circunstancias domésticas se lo permiten.

Sin embargo, en algunas partes del primer mundo, las cosas están yendo a peor. Para la mayoría de las mujeres, el trabajar hoy día no es cuestión de elección sino de necesidad, dada la precariedad de los empleos y lo exiguo de la remuneración que hace que todo el que puede encontrar un empleo de hecho trabaje.

En resumen, sigue mandando la mentalidad de varón de fuego y hay demasiados habitantes en la tierra para que a nadie le preocupe la reproducción. Estamos muy lejos de ninguna crisis que amenace con la desaparición de la especie humana. Como en una sociedad en la que todos fuesen cojos y se exigiera a los nuevos que se cortaran una pierna para ser admitidos, hoy se obliga a las mujeres a elegir entre cortarse una pierna o atenerse a las consecuencias, ya que no hay necesidad ninguna de hacer concesiones a cambio de algo que ya se tiene sin necesidad de hacerlas. No hay ninguna necesidad de honrar a las mujeres o de mimarlas para que siga la especie. La poca reproducción que necesitamos la podemos tener sin transigir con nada. Nada, pues, nos obliga a cambiar. E, incluso, si la necesidad fuera grande, a las mujeres siempre se las puede forzar a reproducirse, al menos hasta cierto punto. Porque, eso sí, si se tira mucho de la cuerda esta podría romperse y la especie desaparecer junto con las mujeres. Hasta ahora, los seres humanos del tipo varón de fuego han conseguido pararse antes del abismo.

 

Lo dicho vale, por supuesto, a menos que se planteen las cosas desde el punto de vista moral, o sea, desde el punto de vista del ser humano “de barro”, como una exigencia de la realidad. Aunque, sin entrar en esas consideraciones, ahora que somos tantísimos millones también existen los medios y la posibilidad de eliminar igualmente a muchos millones en un abrir y cerrar de ojos por no decir en un par de añitos, por ejemplo, con una buena pandemia. Esto es de interés en el caso de aquellos que desdeñan las consideraciones morales por considerarlas carentes de objetividad.  Aunque,  moral aparte, los peligros que acechan a la humanidad podrían hacer del cambio la única alternativa.

Por otra parte ¿hay que hacer caso a quienes rechazan la moral? Para las personas con ética o creyentes siempre existe la obligación de obrar bien tanto en la índole (fitra) humana como en los  mandamientos divinos. Para los creyentes, el mandamiento de redimirnos de los delirios del varón de fuego y de recuperar nuestra naturaleza de barro, de seres sexuados, que no pueden esperar que se los adore, sino que son ellos los que deben adoración es fuente de conformidad y de las enseñanzas del honrado Alcorán se sigue para nosotros un gozo que podemos compartir con todos los seres humanos.

El honrado Alcorán encierra todos los elementos para crear una sociedad en la que las mujeres no tengan que ser cojas y los varones sean apreciados por sus obras generosas y buenas y no por su fuerza. Pero ¡qué pena que la luz del honrado Alcorán, esa luz que no ciega sino que surge de los corazones como una corriente de paz interior, esa luz ha quedado anegada en la riada de pensamientos ajenos a ella y hemos de volver al texto y sacar esa luz de debajo de todas las extrañas interpretaciones y traducciones que se le han superpuesto!

El honrado Alcorán es inequívoco. Aunque hay quienes lo pretenden, es falso que el honrado Alcorán asigne ningún rol a la mujer. En ninguna parte dice semejante cosa. Lo que sin embargo sí hace el honrado Alcorán es reconocer la función natural de las mujeres en tanto que mujeres y la falta de semejantes funciones en los varones en tanto que varones y, atendiendo a la carga que soportan las mujeres y no los varones en la reproducción, se asigna a estos el papel que equilibre la carga de las mujeres. Las mujeres asumen la carga de la reproducción y los varones les sirven a ellas de apoyo y auxilio en todo, incluida la aportación económica. El gran pensador indio fallecido no hace mucho, Ashghar Ali Engineer, escribió una serie de textos en los que acertadamente señalaba que en el honrado Alcorán se habla de las mujeres en términos de derechos y de los varones en términos de deberes. Aunque solo fuera por esa percepción, Engineer merece que se lo recuerde con deferencia porque ese solo hecho es un factor fundamental en el entendimiento del honrado Alcorán y para la paz interior de los creyentes.

Ahora bien ¿es cierta esa apreciación? Así lo creo. Como creo también que el honrado Alcorán no prohíbe a las mujeres absolutamente nada que les esté permitido a los varones ni otorga a estos autoridad ninguna sobre las mujeres. Lo que hace el honrado Alcorán es imponer a los varones la carga de ver que las mujeres estén perfectamente atendidas en todos los aspectos. Son muchas las formas en que esta encomienda se expresa en el honrado Alcorán pero, puesto que el presente es un texto breve, nos limitaremos a analizar con igual brevedad la aleya que fija la misión asignada a cada sexo en tanto que tal en la sociedad humana. Suelo hablar de esta aleya como la aleya de la balanza porque eso es lo que parece sugerir. Examinemos, pues, la aleya 4.34:

“4.34 Los varones (ellos) son responsables del cuidado (qawwamun) de las mujeres (ellas) en virtud de aquello con que Dios ha dotado mejor a los unos que a los otros (ba3Dahum 3ala baa3Din) y ello gastando de sus bienes y las virtuosas (ellas) son las verdaderamente devotas a Dios y guardadoras de lo oculto guardado por Dios. Y a aquellas de quienes temáis (vosotros, la comunidad de creyentes) que caigan en conducta inmoral (“nushuz”), exhortadlas, dejadlas en sus moradas (madayi’,) resolved con ellas su situación (iDribuhunna) y, si os hacen caso, (a vosotros, la comunidad de creyentes), dejadlas en paz. ¡Dios es en verdad excelso, grande!”

Un grupo de mujeres que mantenemos un vivo intercambio de pareceres llamamos a esta aleya la “superaleya” porque, de verdad, siendo la aleya maestra en la que Dios distribuye la carga de cada sexo, también se ha convertido en una ciudadela a modo de cebolla en la que se almacena todo un arsenal de armas y munición de forma que no consigamos ir más allá de la primera capa para llegar a esta divina gema, todo ello con el fin de mantener el territorio dominado por el varón de fuego fuera del alcance de las mujeres de barro. Cada paso de esta aleya está cargado y con doble bala. La labor de desmontaje de cada capa es ardua y hay muchos musulmanes, varones y mujeres que han puesto dedicación en hacerlo. Trataré de resumirlo. 

Con el papel de los varones como apoyo y auxiliares de las mujeres (qawwamun) casi siempre traducido hasta ahora como “los varones tienen autoridad sobre las mujeres”, parece que no estamos tan mal y actualmente se suele reflejar en las traducciones (véase también qawwamun en las aleyas 4.235 y 5.8). Sin embargo lo siguiente, la expresión de reciprocidad ba3Dahum 3ala ba3din, aunque tímidamente reflejada alguna vez, sigue haciéndosele caso omiso en muchas otras y traducirse como “algunos (o algunos varones) son mejores que otros” en la formulación que sea, o, descaradamente, “los varones son superiores a las mujeres”. De hecho, lo que dice la aleya es que Dios ha favorecido a los varones con respecto a las mujeres en algo y ha favorecido a las mujeres con respecto a los varones igualmente en algo y que, atendiendo a aquello en que se ha favorecido respectivamente a cada uno, los varones deben a las mujeres toda clase de apoyo y cuidados incluido explícitamente el apoyo económico.

Ahora bien ¿en qué ha favorecido Dios a las mujeres por encima de los varones y que sea específico de las mujeres en cuanto tales y que Dios considere importante y lo sea también para la especie, puesto que es de la especie de la que hablamos, dado que mujeres y varones constituyen la especie? Si nos hacemos los tontos podemos responder: las mujeres son más bajitas, más bonitas, los varones son más fortachones… En realidad, las mujeres también pueden ser fortachonas, más altas que muchos varones y además hay varones que tiran de espaldas de guapos que son… Estadísticamente puede haber más de una cosa en un sexo que en el otro pero la regla, que no necesita de ninguna estadística para distinguir un varón de una mujer, es que nunca, ni siquiera una sola vez, un varón va a concebir, quedarse preñado o parir. Esa es una capacidad y una facultad que poseen las mujeres y no los varones. Con ello, Dios ha favorecido claramente a las mujeres. Y ¿Cuál es la contrapartida del varón? Pues precisamente la inversa: la concepción puede no ser una carga pero todo lo que viene después lo es. Una carga muy pesada que determina el destino de toda mujer desde cualquier punto de vista, porque, aun cuando sea estéril, puede haber tenido expectativas y todos los que no son ella haber tenido expectativas a su respecto.

Y de qué manera tan concisa e inteligente expresa todo eso el honrado Alcorán. Una cara de la moneda es la carga femenina y la otra el verse libre de la carga de lo que se beneficia el varón. Pero puesto que lo que rige la creación divina es el equilibrio, la moneda se completa y lo que es el favor a cada uno se transforma en el favor a ambos mediante el papel del varón como apoyo y auxilio de la mujer, papel dictado por Dios y no por ninguna ambición femenina de castrarlo, como han podido formular algunos dementes. Los varones han de ser el apoyo de la mujer invirtiéndose en ellas ellos mismos y su fortuna. 

Esos son los deberes de los varones. En el caso de las mujeres Dios no formula ningún deber. No hace falta, visto que la naturaleza ya tiene bien atrapadas a las mujeres, como muy bien sabe Dios, claro está. Las mujeres desempeñan su función sin necesidad de ningún mandamiento divino como han demostrado fehacientemente los hechos. Lo que se refiere a las mujeres Dios lo remite a Sí mismo: “y las virtuosas (ellas) son las verdaderamente devotas a Dios y guardadoras de lo oculto guardado por Dios.” Y ¿qué es lo oculto que guardan ellas si son virtuosas y devotas a Dios pero no los varones? La fidelidad en el matrimonio no es, puesto que esa incumbe por igual a varones y a mujeres; tampoco los secretos, cuya guarda incumbe igualmente a ambos sexos. Entonces ¿qué es eso que solamente las mujeres pueden guardar y que Dios ha guardado o habrá guardado? ¿Pudiera ser la concepción, el embarazo, lo oculto, la nueva criatura humana y lo que la atañe? Y ¿no concordaría eso con el mandamiento de la aleya 4.1. “honrad a Dios (ittaqwllah) por quien os preguntáis y honrad las matrices”? Esta es la única vez en todo el honrado Alcorán en que se nos manda honrar a Dios y a otra cosa junto con Él.

El que en esta parte de la aleya 4.34 que habla exclusivamente de las mujeres y su relación con lo que guarda Dios se haya forzado la existencia de unos maridos (los maridos ausentes, los secretos de los maridos o la reputación de los maridos) que no existen en el texto ni explícitos ni implícitos, delata cómo se ha convertido el honrado Alcorán en un documento interesado al servicio de los varones de fuego en el que la única función de las mujeres consiste en serles útiles a ellos, ni siquiera a la especie o a los hijos, sino a ellos.  

Sigue a esa frase sobre lo oculto otra maravilla de concisión  que igualmente ha servido para otro logro de la mentalidad del varón de fuego ante las palabras divinas. Nunca deja una de sorprenderse ante tanta confusión acumulada sobre esta aleya. Sigue siendo de aplicación el símil de la cebolla pero sólo si se trata de una cebolla enorme con muchísimas capas. Cuando salvamos una creemos que hemos llegado a alguna parte pero no, no hemos dado más que un pasito y sin saber siquiera en qué dirección.

Bien, como decíamos, sigue a esa frase la última oración de la aleya que, como no podía dejar de ser, gira también en torno a los maridos hechos de fuego. Las mujeres no pueden existir aparte de un varón al que pertenezcan  y les dé una razón de ser y eso a pesar de que en la aleya jamás se habla de maridos o de esposas y que sólo se trata de varones y de mujeres. Entonces, lo que diga el honrado Alcorán no importa porque el honrado Alcorán no puede hablar, no se le permite  hablar de las mujeres si no es con referencia a varones que constituyan la razón de su existencia.

El mayor escollo en general con que suele tropezar la gente en la lectura de esta aleya parece haber sido la palabra “iDribuhunna”, que aparece en su última parte. Habitualmente se ha traducido como “pegadlas” y muchos han investigado y dado buenas razones para no aceptar esa traducción. En esta ocasión yo iré un poquito más allá: una vez salvadas unas cuantas capas de la cebolla, se advierte que el significado no pude ser “pegadlas” por un buen número de razones, aparte de las que ya se han solido dar. Para empezar, aquí el honrado Alcorán no se dirige a ningún marido ni a los maridos en general. Ni siquiera se dirige a los varones. ¿A quién se dirige Dios en esa aleya? Volvamos a la aleya 4.29. Empieza con el vocativo: “Ya ayyuha al-ladhina amanu”, “Oh, vosotros que habéis llegado a creer”. A esos va dirigida, a aquellos que han llegado a creer, mujeres y varones, los creyentes en general. A ellos se dirige toda esta serie de aleyas. Véase y examínese con detención cada aleya después de la 29 y hasta la 42, en todos ellas se mantiene el mismo destinatario. Después de la aleya 42, en la aleya 43, se renueva el mismo vocativo iniciándola con “Oh vosotros que habéis llegado a creer”. Vemos pues que la alocución no se dirige a ningún marido de nadie, sino que se dirige a todos los creyentes, sí también a las mujeres y a los niños y también a los varones que no son de fuego sino de barro.

 

Así pues, hasta aquí no ha aparecido ningún marido en el horizonte, tampoco ninguna esposa, solo varones en general, mujeres en general, luego mujeres virtuosas, que es de desear que seamos todas, pero que por si acaso algunas mujeres estuvieran en dificultades y pudieran extraviarse, a nosotros, los creyentes se nos ordena no quedarnos de brazos cruzados sino prevenir lo que tememos que pueda ocurrir. “IDribuhunna” con el significado de “golpear” o “azotar” no puede ser más que un sinsentido, en primer lugar porque se habla de temor o sospecha, no de nada que se tenga constancia de que haya ocurrido como para ya sin más, liarse a repartir estopa. En segundo lugar, porque, como queda mencionado, la alocución no va dirigida a ningún marido, sino a toda la comunidad de creyentes y es de esperar que estos no se liarían a apalear mujeres  a mansalva porque resulta que se sospecha de ellas.

En lugar de eso, lo que se instruye a los creyentes es que aborden a las mujeres por las que temen expresándoles esos temores, luego dejar que las mujeres reflexionen sobre ello por su cuenta y, por último, resolver con ellas cualquiera que sea la situación en que están si es que esa situación existe. El famoso “nushuz” en este contexto y dado su sentido semántico como lo contrapuesto a las virtuosas, no podemos equivocarnos mucho si pensamos que lo que se teme es que esas mujeres hagan algo que las aparte de la conducta aceptada  o correcta en cuanto a su relación con  Dios en tanto que mujeres y que sería la que se menciona en la oración anterior de guardar lo que Dios guardó.  

Si retrocedemos a la aleya 4.15 en la que se nos instruye sobre aquellas que “ya’atina el fahisha”, que vivan en la indecencia (el aspecto del verbo es de acción inacabada, de donde se sigue que es algo que se hace habitualmente o repetidamente) y sabiendo lo que han sido y son las sociedades humanas, no nos costaría mucho entender que lo que dice, si no exclusivamente, sí casa perfectamente con las mujeres atrapadas en la prostitución. Y si, como vemos, en la 4.15 se nos ordena recogerlas en las casas, ¿dónde entonces están antes de que las recojamos en las casas? ¿En la calle tal vez? Si también tenemos en cuenta que estos grupos de aleyas de la azora 4 Las mujeres no tienen por objeto legislar penalmente, sino que, muy al contrario,  se dedican a la protección social de los más desprotegidos, vemos que lo que se nos hace dice es que debemos ocuparnos de los más abandonados por la sociedad, en particular las mujeres, como misión específica de los varones y como deber de toda la sociedad, sobre la que recae el deber de protección de todos sus miembros.   

¡Ah! Pero ¿no nos habremos precipitado un poco? ¡Sí! ¡Esperen, esperen! Porque la mentalidad del varón de fuego con su necesidad de estrellato tiene un as en la manga y nos increpa: “¡Eh, eh! ¿Cómo puedo abandonarlas en el lecho si no soy su marido?” El varón de fuego se refiere a eso que se suele traducir como “… abandonadlas en el lecho…” o algo parecido. ¡Que nadie se asuste! A ver que nadie se asuste que nosotros también tenemos un as en la manga, porque ¿dónde está esa ley universal que dice que las mujeres solo pueden irse a la cama para tener en ella a un varón y tener el honor de darle gusto pero nunca, nunca, jamás de los jamases, meramente para dormir? Perdóneseme la guasa. Es que nos lo ponen muy fácil. Y no hay que olvidar tampoco de que, dormir o no, lecho o yacija, lo que dice la aleya no se dirige a ningún marido en cuanto tal sino al conjunto de los creyentes, varones y mujeres.

Entremos en detalle. Hoy día, la cama se ha convertido en un eufemismo de las relaciones carnales porque la especie humana en esta época adora los eufemismos. Pero eso ¿siempre ha sido así? En el honrado Alcorán seguro que no, que desde luego en él no se anda con eufemismos ni ñoñerías. Entonces ¿era ese el caso en Arabia en la época de la revelación? ¿Eran tantas las camas que había allí en aquel entonces? Lo cierto es que la imagen que se viene a la mente con la interpretación que hace de esta aleya la mentalidad del varón de fuego es la del mundillo del “petit-bourgeois” del siglo XIX y parte del XX, todavía tan añorada por los musulmanes “tradicionales“, que asocian la familia ideal con esa imagen de la familia burguesita de la época colonial.

Procedamos entonces con rigor, examinemos esa palabra que hace tan felices a los varocéntricos de fuego porque les da ese pequeño plus por encima de las mujeres. Aunque no sea “pegar”, pero, por favor, por favor de los favores, no se lo arranquemos. Si lo pierden jamás volverán a recuperarse, por favor no los castremos.

Bien, pongámonos serios, esta vez sí, y coloquémonos en una situación que pueda corresponder a la descrita en el texto y que yo he ilustrado como se sugiere en la 4.15 y en esta última parte de la 4.34: Mujeres que pueden no tener medios económicos y que probablemente tengan hijos y a las que se nos dice que recojamos en las casas. La palabra empleada en la última parte de la aleya 4.34 y que se ha traducido como “cama” o “lecho” es “madayi3”. “Madayi3” no es cama,  no es un mueble, no hay ningún marido que deje de irse con ellas a la cama. Lo más probable es que ellas no tengan una cama y ni siquiera un hogar. Puede comprobarse que “madayi3” en su origen y en el honrado Alcorán significa el lugar en que uno se echa sobre el costado para dormir (en castellano a-costarse), ya sea en el santo suelo o en la santa tierra al aire libre, si también pudiera ser en una cama pero no siempre todo el mundo en todas partes ha tenido una cama, pero nunca ha dejado de acostarse a dormir. El honrado Alcorán también piensa en esas personas que pueden no tener una casa, por no hablar calo de un dormitorio, sobre todo precisamente en esta azora 4, Las mujeres.  Para hablar de la relación carnal en el honrado Alcorán jamás se emplea el término madja3, plural madaji3, ni esa palabra ni siquiera cualquier otra que tenga nada que ver con dormir. “Dormir”, otro nuevo eufemismo para hablar de relaciones carnales. ¿Va a querer decir eso que en el honrado Alcorán se prohíbe dormir a todos los que aparecen en él a menos que siempre eso signifique tener relaciones carnales? No si yo ya sospechaba que los mencionados en el honrado Alcorán era gente muy despierta. Rematemos esta glosa de los madayi3 con algo sacado del diccionario. Muchas palabras del árabe, desde la revelación del honrado Alcorán han podido adquirir otros significados, pero el verbo del que se deriva madayi3 sigue significando echarse a dormir y, aquí viene lo curioso hay dos palabras dayi3 y mudaayi3 que significan compañero de cama, camarada, compañero… Una indicación más de que los madayi3 de que habla el honrado Alcorán no tienen nada que ver con maridos ni con esposas ni con sexo. Incluso cuando se comparten esos madayi3 es con camaradas. Confío en que, de momento y al paso que vamos, “camarada” no se haya transformado ya en algún eufemismo de amante o concubino.

Visto lo anterior, no resultará sorprendente que en cambio la palabra madaji3 sí se use en el honrado Alcorán con el significado que afirmamos aquí de lugar en el que una persona se acuesta para dormir. El lugar donde se sabe que se le encontrará a uno porque le es propio. Creo, incluso, si no  me equivoco, que un habitáculo muy común en Arabia eran las jaimas y dudo de que en ellas hubiera muchas camas y alcobas matrimoniales. Asimismo, si el tiempo es clemente, la gente puede dormir al aire libre sin cama ninguna. Hoy día, en nuestro mundo tan eufemístico, eso es lo que hacen los sin techo todo el tiempo. Podríamos preguntarnos ¿quedan excluidos del honrado Alcorán los sin techo de nuestra época? ¿Se reveló el honrado Alcorán solo a beneficio de la gente “decente” y burguesita que tiene dormitorios y camas?

En un mundo en el que no todos podrían tener una casa o un piso en el que vivir, lo que sí tendrían sería un lugar en el que pararan habitualmente, donde se les podría encontrar, el sitio donde se echarían a dormir, es decir, sus madaji3. Podrían ser sus cartones colocados en el suelo en algún lugar resguardado, tal vez bajo un puente. Si pensamos que, aunque no de manera exclusiva, la disposición de la 4.34 puede referirse a mujeres que no tengan lo que se pueda llamar un hogar, el uso de madaji3 tal como aparece en el honrado Alcorán en varias ocasiones, sin ninguna connotación familiar o sexual, queda plenamente justificado, ya que en su sentido básico no excluye a nadie, ni a los más abandonados, es decir, a aquellos más necesitados de que los auxilie la sociedad y a los que se dedica la azora 4 Las mujeres.

Entonces, cuando se dice a los creyentes, varones y mujeres, que dejen a las mujeres en los madaji3, no podemos errar mucho si entendemos que debemos dejarlas reflexionar sobre su situación y, como se suele decir, que consulten con la almohada. No sé si tendrían almohada, pero vemos que la asociación de ideas que se refleja en este pasaje es perfectamente legítima y compartida en muchos idiomas, entre otros el nuestro. Después ver con ellas qué es lo que las coloca en la tesitura de verse marginadas e “iDribuhunna”, llegar a una solución, hacer lo más eficaz para sacarlas del apuro. “Hunna”, porque ha de hacerse con ellas, “iDribu”, porque no ha de quedarse en meras palabras, sino de verdad, sacarlas del atolladero y no dejarlas que, por ejemplo, se echen a la calle para vender su cuerpo. Hoy en día se conoce esto como asistencia social.

A los varones musulmanes de fuego no se les ocurriría nunca pensar en la 4.15 o en la 4.34 en relación con la prostitución, a pesar de que hay y siempre habido prostitución en sus sociedades. Pero, como quedó dicho, para ellos la prostitución no es un problema sino una solución. El problema es de las rameras y no tiene nada que ver con ellos y por tanto no tiene por qué encontrarse en el honrado Alcorán. Si las necesitan, visitan las mancebías y ya está. ¿A qué vendría gastar más tinta en ello? En cambio, sus mujeres son suyas y esa propiedad debe estar protegida en el honrado Alcorán. En consecuencia esta aleya debe referirse a las cosas que pudieran hacer sus esposas y que ellos no aprueben. El ir más allá de eso, para el varón de fuego, es “haram”, pecado, prohibido.

“...y las virtuosas [ellas] son las verdaderamente devotas, guardadoras de lo oculto guardado por Dios. Y a aquellas de quienes temáis [vosotros, la comunidad de creyentes] que vayan a caer en conducta inmoral (nushuz) exhortadlas, dejadlas en sus moradas (madayi3) y resolved con ellas su situación (iDribuhunna) y, si os hacen caso, [a vosotros, la comunidad de creyentes], dejadlas en paz.”


Vemos que la aleya es perfectamente coherente en sus distintas partes: los varones tienen un deber general para con las mujeres. No se dice qué sucede con los varones que no contribuyen según su capacidad, aunque eso deberá abordarlo la sociedad con equidad y fundándose en los principios coránicos. Luego, con respecto a las mujeres, se hacen dos consideraciones y ninguna de ellas entraña castigo ninguno: Las mujeres virtuosas guardan lo que Dios ha guardado y les da a guardar (Obsérvese que se habla de Dios y que no hay ningún marido por ningún lado ni explícito ni implícito), y puede que haya mujeres que se tema que puedan hacer lo que no hacen las virtuosas y caer en malos pasos y en cuyo favor deben intervenir los creyentes. A todos, varones y mujeres, se dirigen estas instrucciones de ocuparse de esas mujeres.

Se suele aducir que la siguiente aleya, 4.35, habla de una pareja. Correcto: la siguiente aleya. Cuando nos ocupemos de ella veremos sus beneficios y enseñanzas pero ahora estamos en la 4.34 y vemos lo que tiene que decir, que es abundante y claro: varones y mujeres son socios y unos, los varones han de ordenar sus deberes en torno al otro socio, ellas, a las que Dios ya ha dado su carga en origen. Los varones deben sostener a las mujeres y esto nos depara otra perla de la enseñanza coránica. Hemos hablado de la reproducción y de cómo las mujeres llevan esa carga. También sabemos que las mujeres no son fértiles toda su vida sino solo un intervalo e incluso en este pueden no reproducirse o reproducirse muy pocas veces. La naturaleza y el honrado Alcorán, por medio de las mujeres, deja a la especie un margen de maniobra generoso en el que el talento, la inspiración y la capacidad de las mujeres puede dedicarse a otras tareas distintas de la imperativa de la reproducción cuando y como ellas se vean en disposición de hacerlo.

En una sociedad regida por los principios coránicos, las mujeres y varones de barro pueden abrir el camino hacia esa tierra prometida, esa tierra sin mal que ha soñado cada pueblo de la tierra, o al menos acercarse a ella un poco más, a un futuro en el que los pájaros de barro formados por el hijo de Maryam, puedan levantar el vuelo.

 

 

 

Traducción de la imagen El Código Napoleón:

El Código Napoleón

¡Una catástrofe para las mujeres!

En 1804, el Código Napoleón afirma la incapacidad jurídica total de la mujer casada:

– Prohibición de acceso a liceos y universidades 

– Prohibición de firmar contratos y de administrar sus bienes

– Exclusión total de los derechos políticos

– Prohibición de trabajar sin la autorización del marido

– Prohibición de cobrar sus sueldos por sí misma

– Control de su correspondencia y relaciones por el marido

– Prohibición de viajar al extranjero sin autorización

– Imposición a las mujeres de penas graves por adulterio.

– Las madres solteras y los hijos naturales carecen de cualquier derecho

En el artículo 1124 de ese monumento a la misoginia que es el código civil, Napoleón define sin ambigüedad ninguna el lugar de la ciudadana en la sociedad: Son personas privadas de drechos jurídicos los menores, las mujeres casadas, los delincuentes y los deficientes mentales.

Añádase en 1910:

-La mujer y sus entrañas son propiedad del varón y puede hacer con ellas lo que le parezca (Código Napoleón)