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¿Qué es la purificación?

 

Introducción


         Este texto es un estudio de la purificación ateniéndonos exclusivamente a lo que dice al respecto el honrado Alcorán. No se pretende, evidentemente, sentar cátedra. Más bien aportar un punto de vista para quien lo encuentre útil.

           Entiendo que existe una visión ritualista de la purificación en la que no siempre se aprecia todo el contenido del tema que encierra el honrado Alcorán y que detrae de las ventajas y facilidades para la sinceridad y la vida espiritual que ofrece éste a los creyentes. El limitar la purificación al ritual fijado en el derecho canónico ha resultado en lo que parecen excesos, como el decir que no es válido un azalá que no reúna todas las condiciones fijadas por el derecho canónico. Habría que preguntarse ¿válido para quién o para qué? Y también, de esa  manera, hemos venido a encontrarnos con algo tan drástico y peregrino como la prohibición del azalá y del ayuno a las mujeres que tienen la regla.

       No me cabe duda de que ese resultado no es necesariamente fruto de la malevolencia por parte de ninguno de los doctores del fiqh que nos precedieron. Estoy segura de que al, menos en muy buena parte, estuvieron movidos por limpios sentimientos de hermandad dados su momento y circunstancias.

        Sin embargo, hoy, a la luz del honrado Alcorán, ante algunas elaboraciones del fiqh, que han podido ser de lo más oportuno en su día, tal vez habría que volver la mirada al texto revelado, sin intermediario ninguno, y, tal como nos manda, razonar, reflexionar, pensar y sacar de él las enseñanzas más puras ya que, como dice en la azora 80, aleya 14, y en la 98, aleya 2, se trata de una escritura  que ha sido purificada.

 

 

         Veamos, pues, qué nos dice el honrado Alcorán

        Una confusión mayor en los significados de la purificación parece ser el entender ésta como sinónimo de lavado, ablución o baño, dejando así de lado el sentido real de la palabra en el árabe del honrado Alcorán para darle un valor ritualista y un sentido jurídico fijo que no es parte de la revelación sino algo elaborado por la práctica del derecho canónico, sentido que luego se ha aplicado retroactivamente al texto del honrado Alcorán subordinando éste a los criterios humanos elaborados a lo largo del tiempo.

         Se reproducirán a continuación las aleyas en que, con verbos o sustantivos, se habla de la purificación.        

       Hay dos verbos árabes que denotan el purificar o purificarse, a saber, Tahhara y taTahhara. Ambos son de la misma raíz T-h-r. El Tahhara, de la forma verbal II,  es transitivo, es algo que se ha hace a otra persona u otra cosa. El taTahhara tiene el mismo significado pero es intransitivo, es algo que se hace uno a sí mismo.

         A continuación se reproducen en cuadros las aleyas en que aparecen los verbos mencionados seguidas de su traducción al castellano y también una aleya en la que aparece la palabra "yunub" que igualmente hace al caso. Debajo de cada cuadro se hará el comentario de la aleya o aleyas.

 


Aleyas y comentarios

 

Con el verbo Tahhara:

 

 

Comentario:

        Vemos que Dios, en esta aleya, purifica a alguien y se entiende con toda facilidad que esa purificación no consiste en ningún lavado o ablución y ni siquiera en ningún gesto físico. Además, a tenor de todo el contenido del honrado Alcorán y de la historia de Maryam, se entiende que la purifica de entre todas las mujeres para una finalidad clara, la de su cometido espiritual como enviada divina con una misión específica que entrañaba enorme sacrificio.

 

 

 

Comentarios:

       1. Como en el caso de Maryam, a quien Dios purifica con una finalidad, también en esta aleya la purificación tiene una finalidad: pasar a hacer el azalá.

        2. En esta aleya aparecen los dos verbos, Tahhara y taTahhara. Primero el taTahhara. Se dice a los hombres que se purifiquen (taTahhara) si están en Yunub y al final explica que Dios quiere purificarnos (Tahhara).

      3. Manda en detalle lavarse (aghsilu), con palabras que cuyo significado habitual es precisamente lavarse, palabras completamente distintas de Tahhara y taTahhara y de las de esa raíz.

       4. Y, si se está “Yunub” (veremos esta palabra más adelante), manda purificarse y, en esta ocasión, no dice que haga falta lavarse en caso de estar “Yunub” (Aunque sí lo dice en la otra aleya, 4.46, en que aparece la palabra en el mismo contexto), si bien, como se habla de hacer el azalá y de todas formas ya hay que lavarse para ello, cabe entender que “Yunub” es un estado que exige por sí sólo purificación, distinta de la de lavarse o además de ella.


        5. Se ha solido traducir un “pero” antes de “si estáis enfermos” y, si bien es cierto que la conjunción wa (y) puede tener un uso adversativo, en este caso ¿se deriva necesariamente del original ese significado adversativo o está sólo en la idea del traductor? El significado también queda perfectamente claro si se toma como la conjunción copulativa “y” habitual y se traduce, sin adversatividad ninguna, con un simple “y si estáis enfermos…” puesto que la manera en que discurre la aleya parece indicar que se hace una relación de tres circunstancias distintas: a) “cuando os dispongáis a rezar”, sin ninguna circunstancia modificativa, b) “si estáis “Yunub” y c) “si estáis enfermos, de viaje o si...”, es decir el caso general y dos casos particulares.

         6. Dios quiere purificarnos.

       Vemos que Dios purifica y los hombres se purifican. Para que Dios purifique, los hombres, a su vez, han de purificarse. El lavarse sería una de las cosas que se pueden hacer como parte de la purificación o para ayudar a ella. En el caso del azalá se advierte que lo que cuenta no es tanto el hecho de estar perfectamente limpio desde el punto de vista físico como la intención de purificarse para el azalá, ya que, si no hay agua con qué lavarse, vale buscar arena o tierra limpia y pasársela. Y fijémonos bien en lo que dice a continuación:Dios no quiere imponeros la dificultad (YarH) sino que quiere purificaros y concederos la medida completa de Sus bendiciones para que esto os mueva a ser agradecidos”.

        Si esta última frase de la aleya 5.6 se colocase frente a frente con la presunta prohibición (nada menos que prohibición) de hacer el azalá mientras se tiene la regla se podría pensar que Dios es incoherente, astaghfirul-lah, porque para media humanidad no es que no facilite o que imponga dificultad, es que sencillamente hace del todo imposible conceder "la medida completa de Sus bendiciones para que esto os mueva a ser agradecidos" durante mucho días al año, durante muchos años. ¿Negó Dios a Maryam la medida completa de sus bendiciones?

         Naturalmente, como no es Dios quien prohíbe rezar a las menstruantes sino que se trata de una suposición de algunos, guiados tal vez por otras tradiciones o usos culturales y no por la guía divina del honrado Alcorán, lo que hace esa última frase de la aleya es dejar patente, si ya no lo estuviera, que Dios no impide a nadie alcanzar “la medida completa de sus bendiciones” (que traduce Asad) y de lo dicho se entiende que si el azalá no es la medida completa de las bendiciones divinas, por lo menos sí forma parte de esa medida completa que Dios quiere que alcancemos todos varias veces al día cuando hacemos el azalá.

       menos, claro, que se entienda que Dios está constreñido por las ideas de pureza ritual elaboradas por los hombres y es impotente (astaghfirul-lah) para decretar por Sí mismo lo que quiere que sea puro y lo que quiere que no lo sea y que por tanto no tiene autoridad para librar a las mujeres de la suposición de impureza ritual que los hombres (varones o mujeres), no Dios, han adjudicado a la regla.

 

 

Comentario:

        Una vez más el Tahhara no entraña ritual ni lavado. Y la finalidad de la purificación en este caso hubiera sido librar a los interesados de la hipocresía, de su afición a negar la verdad, etc. Y no se los purifica porque se entiende que ellos, con su actitud, ya están diciendo que no quieren purificarse para ver la verdad y vivir con ella y sin hacer trampas, que sería en este caso la finalidad de la hipotética purificación.

 

 

 

 

Comentario:

        Tampoco en este caso puede decirse, aunque haya agua de lluvia,  que se trata de un lavado en sentido literal y esa purificación del agua de lluvia parece que los hace despertar, refrescarse y librarse así de los susurros malsanos de dentro de uno mismo.

 

 

 

Comentarios:

          A la 9.103En este caso es el Profeta el que mediante la aceptación de los bienes de quienes los dan por amor a Dios purifica a los dadores. Semejante a lo que ocurre con el azaque, que purifica los bienes bien adquiridos.  

    

    A la 33.33Igual que en casos anteriores, Dios quiere purificar. Aun siendo la familia del Profeta, D..b.s., de elevada condición moral y espiritual, sólo Dios es absolutamente puro y todos, pues, estamos necesitados de continua purificación en nuestro camino de vuelta a Él.

 

 

 Comentarios:

        A la 22.26Cabe decir lo mismo que con respecto a la 2.125.

      A la 74.4Entiéndase que no dice que lave su ropa, aunque seguramente la indicación comprende la pulcritud de la vestimenta. En el conjunto de la azora, cabe entenderlo como que no envuelva con sus ropas ningún acto que no sea de pureza extrema, que su mensaje no se vea contaminado por ropas mal obtenidas por ejemplo o regalo indebido o que todo en él ha de estar por encima de cualquier mácula, para que el vaso por el que llega el honradísimo Alcorán sea incontaminado por cualquier flojedad terrena y la limpieza material sería una parte de la pureza general de la persona.

 

 

 

 

Comentarios:

      A la 3.55: Dios purifica el nombre de 3isa de forma que no lo manche la maldad de los negadores.

     A la 2.25Nuevamente, no es que nadie haya lavado a nadie sino que Dios ha purificado a esos seres para llegar a ese estado de dicha ultra terrena.

 

 

Comentarios:

        A la 4.57 y 3.15: Como en la 3.25, no es que nadie haya lavado a nadie sino que Dios ha purificado a esos seres para llegar a ese estado de dicha ultra terrena

       A la 56.79:  Hay quienes lo interpretan en un sentido ritual de que para tocar, es decir, como se toca con las manos, un libro que contenga el honrado Alcorán es preciso lavarse antes, lo que se llama hacer la ablución. Sin embargo, teniendo en cuenta el contexto y que el honrado Alcorán sigue siendo el honrado Alcorán aunque no se tenga a mano ningún libro material que lo contenga y que se puede saber todo el libro entero y no tener necesidad de tocar ningún libro físicamente y que en tiempos en los que los libros no estaban al alcance era en la memoria o escuchándolos como la gente disponía de ellos, es indudable que la aleya ha de interpretarse en el sentido de la pureza de voluntad e intenciones. Naturalmente eso no quita para que se trate con el debido respeto el libro impreso que contenga el honrado Alcorán.

 

 

 

Comentario:

       A la 80.14 y 98.2:  Ambas hablan de las escrituras. ¿Se puede purificar una escritura? Sin duda las escrituras reveladas son de por sí, por su origen divino, tan puras como pueda ser una escritura. Se entiende que Dios las despoja de todo lo que pudiera ser falaz, inútil, dudoso...  Falta sin duda que quien las recibe se purifique asimismo para que esas escrituras purificadas ingresen en su mente y corazón. Es decir los libros son honrados y purificados a la medida de la mente que los contempla.

 

Con el verbo taTahhara

        Lo  encontramos en las siguientes aleyas:

 

Comentarios:

        Dice primero yathurna. Se trata de la tercera persona del plural femenino del verbo Tahara, forma I, es decir, de la misma raíz que los dos verbos mencionados como (Tahhara y taTahhara), que significa estar limpio de algo. Luego dice “y se hayan purificado”. Aquí son ellas las que se purifican a sí mismas. Ya hemos visto que purificar no entraña lavarse, aunque dependiendo de lo que se trate puede incluirlo. En este caso, el lavarse sería una cuestión de higiene y limpieza personal y no de purificación de la índole que se suele entender, y mucho menos ritual, que sólo es requerida para el azalá. Como es patente, en este caso no se habla para nada del azalá ya que de lo que se ha tratado es de que los maridos, ellos, no las requieran cuando se sienten molestas. Una vez que ha pasado la molestia y que ellas se sientan libres, purificadas, de ella, ellos ya pueden volver a solicitar a las mujeres.     

        Siendo el verbo reflexivo y habiéndose ya dicho que han dejado de sangrar (yaThurna), cabe entender que una cosa para ellas es que ya no sangren y otra es que ellas ya se sientan en condiciones para la cuestión de que se trata que son las relaciones carnales, que era por lo que se le preguntó al Profeta. Es decir, hay dos finales, uno el objetivo, ya no pierden sangre, y el otro lo que ellas experimentan como verse libres de molestia.

          Cuando al final de la aleya dice “Ciertamente, Al-lah ama a los que se arrepienten y ama a los que se purifican (mutaTahhirin), este “mutaTahhirin” (los que se purifican) está en plural masculino o en plural genérico, en lo que es seguro que no está es en plural femenino. Lo que nos viene a indicar que de lo que se ha hablado no es de ninguna impureza ritual de la mujer. Cuando en el honrado Alcorán se dice que Dios ama a quienes hacen esto o aquello, siempre lo que se hace es algo voluntario, algo en lo que los creyentes se esfuerzan para ser mejores. La regla no es algo que dependa de la voluntad de nadie, ni el comenzarla ni el terminarla, por eso estos mutaTahhirin de que se habla difícilmente pueden ser ellas

       Los que se han purificado absteniéndose de importunarlas son ellos, que han purificado sus relaciones conyugales mostrando consideración y deferencia a sus mujeres en esos días. Esa es la purificación de sus actos conyugales, lo mismo que el azaque (la donación o caridad) es la purificación de la posesión de los bienes que se tengan. Si las necesitadas de purificación mediante lavado -y el lavado sí es voluntario- en todo este asunto hubieran sido ellas porque la regla en sí fuese impura, entonces el honrado Alcorán no hablaría de “los que se purifican” sino de “las que se purifican”. En realidad, y según la aleya 5.6, todo el mundo debe lavarse para hacer el azalá y específicamente se dice que hay que purificarse de esa manera o con arena si se ha tenido relación carnal. Sería el sumun del absurdo que se exigiera a nadie hacer ese lavado ritual para acto seguido cometer actos que después hacen necesario purificarse lavándose antes del azalá. Para el acto carnal no es exigible ningún lavado ritual que purifique. Está claro, pues, que la impureza en forma de molestia de ellas no es para el azalá, sino para las relaciones carnales. Y la impureza de ellos sería importunarlas a ellas. El buen uso de algo es la purificación de ese uso. Una relación carnal en la que hay abuso, evidentemente no es pura ni purificada.

        Si la regla hubiera sido un impedimento apara el azalá, esa misma aleya 5.6 hubiera podido contener ese impedimento. Pero ni lo contiene esa aleya ni ninguna otra. Si hay alguien, pues, que piensa que la mujer no debe hacer el azalá ni el ramadán cuando tiene la regla, ese alguien no es Dios y ni las mujeres ni los varones necesitan intermediario para adorarlo a Él ni para plegarse a lo que Él disponga.

 

Comentario al verbo Tahhara:

          Reléase lo dicho a propósito de esta aleya al tratar del verbo  Tahhara en la primera parte del estudio.

 

 

Comentarios: 

        A la aleya 9.108:   Si los hombres aman purificarse, y seguro que no consiste sólo en lavarse y que el lavarse sería lo de menos, entonces Dios los ama a ellos. Hermoso paralelismo.

        A las aleyas 7.82 y 27.56:    Esas palabras las dice la gente o gentuza de Lut hablando de los seguidores de éste. Una vez más, podemos suponer que esa gente hacia lavados rituales o no suponerlo, en cambio lo que no podemos dejar de entender es que los seguidores de Lut se purificaban obrando con pureza y evitando los vicios. Es decir, se trata de pureza moral y de rectitud, no de lavarse x veces al día. Nada nos dice por otra parte que los enemigos de Lut no se lavasen. De hecho se sabe de gente muy viciosa y de costumbres muy licenciosas y, sin embargo, muy civilizados y aficionadísimos a pasarse la vida en el baño.   

 

La palabra "yunub" 

 

 

        Una última consideración en este tema, al menos de momento, es el significado de Yunub. Se ha traducido muchas veces como estado de impureza ritual. En vista de todo lo que precede cuesta creer ahora que el honrado Alcorán establezca categorías de pureza ritual. En cualquier caso, en ninguna parte del honrado Alcorán se  da una definición de Yunub. Eso me hace pensar que el honrado Alcorán no le da ninguna significación especial fuera de lo que fuese su sentido corriente. El significado de Yunub es "forastero", alguien que no es de la misma tribu, también, en plural, “lados” “costados”.

        No se aprecia que aquí se clasifiquen las “impurezas” como rituales o no rituales sino que se citan cosas que hay que hacer o no hacer para el azalá. El Yunub, atendiendo a su significado, tal como aparece, me recuerda un poco la expresión francesa “a coté” en el sentido de “sin estar en lo que se está” “fuera de caja” y, en vista del significado de la palabra en sí, del contexto y de que cuando hablamos de rezar o meditar la concentración es primordial, tal vez por Yunub pudiera entenderse “distraído”, “con la mente dispersa", "sin concentración". Su mención inmediatamente después del estado de enajenación alcohólica hace pensar que bien pudiera ser precisamente eso, un estado mental que, a nuestro pesar, nos impidiría sacar provecho de la oración. Para lograr esto último, se nos invita a purificarnos, se menciona el lavado, pero es evidente que no se desprende de nada que se trate de una impureza corporal, sino de una impureza a efectos del azalá en sí, que es algo que trasciende lo corporal y que consistiría en llevar la atención a aquello a lo que nos vamos a dedicar quitándonos la atención de otras cosas.    

        Por otra parte en esta aleya, como en la 5.6, se ve que el lavado no se indica sólo para el caso de haber hecho uno sus necesidades o de haber mantenido relaciones sexuales sino que se dice que siempre, para hacer el azalá, es preciso lavarse, es decir, la purificación no es porque por este u otro motivo uno se haya impurificado sino que de lo que se trata es de ponernos en un estado de purificación previa al azalá, o sea de ponernos en las mejores condiciones para concentrarnos en el azalá y vivirlo con el mayor provecho. Yunub, en realidad, parece el estado menos propicio para el azalá y el lavarse y el concentrarse en la preparación debería ser un instrumento para recogerse de la dispersión. Creo que es al Yunub a lo que se responde con la “formulación de la intención” antes del azalá, como se nos enseña cuando aprendemos a hacerlo. O sea, con ese lavado, con esa formulación de la intención se trata de encauzar el ánimo y el pensamiento a la conciencia del amor divino alejándolo de lo mundano. Y es esta una de las veces en que siento que la sunna no se basa en los hadices, o no principalmente, sino en la tradición de padres a hijos, de boca a boca, como el honrado Alcorán.

 

Comentario final:

        La purificación no es algo puramente religioso. Es un concepto general y existe en todos los dominios de la vida humana. Cuando se trabaja en la química se purifican las sustancias y se purifican hasta el grado necesario para la tarea propuesta; cuando se planea hacer cualquier cosa se aclaran las ideas, se las despoja de lo superfluo, se purifican en suma. Un escrito se repasa y se repasa hasta dejar en él sólo lo que debe estar en él y hace al caso de lo que se trate, es decir, se purifica el escrito. La purificación es, pues, un fenómeno y actividad universal en todos los órdenes.

     De todas las aleyas citadas en este estudio se desprende sin dificultad que la purificación no es un rito, sino un proceso real y efectivo por el que, para lo que sea que se persiga, se procura aquel estado de purificación que permita hacerlo depuradamente, sin confusión y con integridad. Si se reza, se reza y no se piensa en el presupuesto del próximo mes o en si nos faltan 102 euros para llegar a él. Si se lava uno porque está sucio, uno mira bien que se le quite toda la mugre o los pintarrajos de bolígrafo o todo lo que detraiga de esa limpieza. Si se lava para rezar, mira bien de despojarse de todos los pensamientos y estados de ánimos que lo desvíen de ese propósito y, para ello, el poner la atención en el lavado ayuda a salir de otras ocupaciones mentales. La finalidad no es estar limpio sino estar en el rezo, hacer los gestos que nos ayuden a concentrarnos en la entrega a la presencia divina. Cuando en la aleya 2.222 se habla de purificarse de la menstruación para mantener relaciones sexuales, es precisamente de eso de lo que se trata, de poder concentrarse en esas relaciones sin la rémora de las molestias y el malestar. Es decir, la purificación es para algo en concreto y, en el plano espiritual, para la finalidad general de acercarnos más a la conciencia de la relación con nuestro Creador.

        Otra cosa que cabe señalar es que cuando en el honrado Alcorán se habla de purificar no necesariamente se parte de que se haya hecho algo impuro o de que se esté particularmente impuro puesto que Dios purifica también a los profetas y a las personas puras, las purifica más. Es decir, algo puede ser puro y sin embargo purificarse más o purificarse para alguna finalidad específica como, en el caso de Maryam, para ilustrar algo que Dios nos ha querido enseñar y que parece que no queremos aprender.  Pero ése sería ya otro capítulo que, Dios mediante, también trataremos en esta página de Honrado Alcorán.

        Los errores míos, los aciertos divinos.



 




Varones de fuego, mujeres de barro


«7.11. Y, ciertamente, os [plural] creamos y luego os [plural]

dimos forma; y luego dijimos a los ángeles: “¡Postraos ante adam!”

–y se postraron excepto Ibliis, que no fue de los que se postraron. .»

«7.12. Y dijo Dios: “¿Qué te impidió postrarte cuando te lo ordené?”

Respondió: “Yo soy mejor que él: a mí me creaste de fuego

mientras que a él lo creaste de barro»

«38.75. Dijo Dios: “¡Oh Ibliis! ¿Qué te ha impedido postrarte

ante lo que he creado con Mis manos? ¿Te tomas por más o por encima

de otros?” »

«38.76. Respondió: “Soy mejor que él: A mí me creaste de fuego

y a él lo creaste de barro.” »          (Honrado Alcorán)

En mis últimos años, dedicados a la exégesis coránica, me he encontrado, por una parte,  con algo que me ha sorprendido gratamente y, por otra, con algo que no me ha agradado tanto.

Lo que he descubierto con agrado –aunque para otros no será un descubrimiento- es que el feminismo que se desprende del honrado Alcorán no es el feminismo al uso por el que se revisa la interpretación del texto revelado para adaptarla a las circunstancias del mundo actual y colocar a las mujeres al mismo nivel que los varones. Al contrario, el feminismo que se desprende del honrado Alcorán es radical, radicalmente feminista y radicalmente islámico y sin el prurito de tener que gustar a unos o a otros.

En cuanto a lo que digo que ya no me ha agrada tanto es que aquello que hasta no hace mucho se consideraba el sumun, que era alcanzar la igualdad con los varones, ya no parece satisfacer a algunas de nosotras que nos consideramos feministas, aunque eso en su día fuera un paso necesario. Es una situación que, aunque sigue considerándose deseable, ya no nos conviene, dado que su punto de partida está fijado a la conveniencia del varón y para satisfacer sus exigencias, ya sean estas legítimas o no y, preciso es reconocerlo, los varones no son la Humanidad. Nosotras, las mujeres, somos la Humanidad.

¿Me he pasado de la raya al decir esto? En un sentido, desde luego, pero en otro no, para nada. Creo que para muchos de nosotros, la cosa está clara. Las mujeres son como los varones, sí, pero, como dice muy bien el honrado Alcorán en la aleya 3.36: “El varón no es como la mujer”.  Todo lo que en la vida le puede ocurrir a un varón, le puede también pasar a una mujer, pero hay cosas que les pueden ocurrir a las mujeres y que les pasan todo el tiempo y que no le pueden ocurrir ni siquiera una sola vez en toda su vida a un solo varón. Ellos no concebirán, no se embarazarán, no parirán y no amamantarán nunca. Si eso que les ocurre a las mujeres pero no a los varones fuera algo baladí o accesorio, como dejarse barba larga o corta o no dejársela o, estadísticamente, ser más altos o más bajos o más o menos fuertes,   podríamos no darle importancia pero es que aquello en lo que el varón no es como la mujer es precisamente la capacidad para perpetuar la especie, que es la primera necesidad de cualquier especie y que en los mamíferos exige de las hembras una inversión desmedida. Esta capacidad y la posibilidad de ser madre condicionan enteramente la vida de las mujeres, sin equivalente ninguno en lo que puedan experimentar los varones.

Por otra parte, el ideal sería que todos, mujeres y varones, nos encontráramos en igualdad de condiciones. Nadie, creo, está en desacuerdo con eso. La cuestión es cuáles habrían de ser esas condiciones para que fueran iguales para todos, aunque el dilema se resuelve solo porque, como ya hemos dicho, las exigencias femeninas encierran todas las exigencias masculinas porque ¿qué necesidades podrían tener los varones que no tuvieran también las mujeres? Todos queremos libertad, todos queremos seguridad, dignidad, derecho a la vida privada… No hay nada en la vida normal de un varón que no figure también en la vida normal de una mujer.

La inversa, sin embargo, no se da. Las necesidades de los varones no incluyen nada relativo a la capacidad de concebir, la capacidad para los embarazos, la capacidad de menstruar, la capacidad de parir o la posibilidad de no conseguir cualquiera de esas cosas. De hecho, esas necesidades de las mujeres, no es meramente que se hayan descuidado bajo las normas masculinas que llevan milenios rigiendo a la humanidad sino que se han utilizado con saña en perjuicio de las propias mujeres, muchísimas veces despojándolas gravemente de su capacidad reproductiva sometiendo esta a la voluntad y capricho de los varones, haciendo de ellas un apero para la reproducción que se maneja a voluntad para que dé hijos o para que no los dé y en las condiciones fijadas por el poder patriarcal, dividiendo para ello a  las mujeres en “las buenas”, que se reproducen con la aprobación masculina, y “las malas”, que no se emplean para la reproducción sino exclusivamente para el disfrute de los varones y que, si se reproducen, se las castiga y se castiga cruelmente a su prole o se la mata.

El Código Napoleón y sus derivados vinieron a compendiar el dominio masculino.  En   ellos  se reunían y sistematizaban todas las leyes hasta entonces dispersas en distintos códigos y costumbres a lo largo de siglos. Bajo esas leyes, vigentes en muchos países del primer mundo  hasta la segunda mitad del siglo pasado, a todos los efectos, las mujeres eran menores de edad y empleadas, sin sueldo ni vacaciones ni descanso semanal, de los maridos, los padres o los hermanos con horario de 24 horas. Lo hijos, por supuesto, eran responsabilidad y propiedad del padre y la madre mera prestadora de servicios reproductivos y domésticos también bajo la autoridad del padre. Por otra parte, mientras que el adulterio de la mujer constituía delito, no sucedía lo  mismo con el del varón. La mera idea de que se penara el adulterio masculino hubiera dado risa –y todavía la da-. La mujer no podía disponer de sus propios bienes, siendo el marido el único con derecho a hacerlo. Cualquier alcohólico, por ejemplo, podía disponer  de los bienes de su esposa y dejarla a ella y a sus hijos en la miseria, algo que sin duda consternaba a la buena gente que debía ser testigo de ello pero que no podían hacer nada por evitarlo, al tiempo que otras personas, no tan honradas, se veían alentadas por la propia ley a aprovecharse de mujeres y niños.´

(Véase la traducción de este texto al final del artículo)

 

Seguimos teniendo arraigada esa subordinación de nuestro sexo al bien común (es decir, al bien de los varones). Incluso cuando ya no siguen vigentes las leyes del Código Napoleón, muchos siguen creyendo, por ejemplo, que el Estado u otras instituciones y, claro está, los varones a través de ellas, tienen el derecho de entrometerse en el cuerpo de las mujeres con el pretexto de que el aborto es un crimen. Pero resulta que el que las mujeres den la vida no es ningún logro masculino, no es nada que ellos hayan conseguido con gran esfuerzo y diligencia, sino algo completamente ajeno a su actividad o intención. Dios quiso crear a los mamíferos y asignar la carga y el honor de dar la vida a las hembras. A pesar de eso, la arrogante mentalidad varócéntrica, a semejanza de Ibliis, el ser hecho de fuego de que nos habla el honrado Alcorán, pretende poner los cuerpos femeninos a disposición de la colectividad. Es decir las mujeres no tienen vida privada ni propia. Su función dadora de vida, lejos de atraerle honores, da el pretexto a sus opresores para que se la tenga, como a una bandida, bajo vigilancia, a entrometerse en su intimidad, a que se la despoje de su cuerpo. Lo mismo sucede cuando se la espía e inspecciona a ver si sigue virgen o se le imponen reglas constringentes  en sus salidas, su vestimenta o relaciones de cualquier tipo.

Puede ser que no se deba abortar o también puede ser que haya motivo para ello en según qué condiciones. Sea como sea, el cuerpo de las mujeres no es un cuerpo compartido con la sociedad ni con el Estado, no es propiedad pública sino muy privada. No se puede quebrantar la intimidad ni la privacidad femenina bajo ningún pretexto. Dios no da facultad o poder para eso a nadie, a nadie, salvo en el caso de aquellos derechos particulares que puedan derivarse de un contrato de matrimonio y que solo asistiría a la otra parte conforme a lo contratado y nunca a ninguna colectividad ni por voluntad ajena a los contratantes ni más allá de lo contratado. No puede nacionalizarse el cuerpo femenino como si fuera una riqueza nacional. Para llegar a semejante injuria, antes debería haberse nacionalizado el cuerpo de todos los varones.

Algo que vale la pena resaltar cuando hoy en día se lamenta tanto que seamos demasiados en el planeta y que por ese motivo se halle en un estado catastrófico  es que, si eso demuestra algo, es que las mujeres no han fallado en su misión de dar vida, antes al contrario la han cumplido más allá de cualquier expectativa. Es chocante, pues, que las mismas fuerzas que mantienen en todo el mundo a millones de mujeres como rameras a las que, claro está, no se solicita para procrear sino para todo lo contrario, se pretenda que se inspeccione a las mujeres para evitar que se deshagan de algo que de todas formas no le interesa un pimiento al orden patriarcal, a menos que le sea útil , puesto que vemos perfectamente que los varones no van de vez por las mancebías para averiguar si por ventura de alguna de sus actividades hubiera surgido una nueva criatura. En el aborto solo vale la pena pensar si sirve para perseguir a las mujeres, si no, por favor, que continúe y allá se apañen ellas como puedan mientras no se nos dé la lata con ello.   

Así pues, aunque muchas veces se trate como si lo fuera, el cuerpo de una mujer no es un activo del Estado ni un peligro público. Nada de eso. Es el medio de cumplir la encomienda que Dios les ha dado directamente y sin intermediarios ni tutelaje ninguno a las mujeres. Es una encomienda tan sagrada como privada de Dios a cada mujer. Debería ser fuente de honra para ella y no de esclavitud ni censura y, para todos los hombres, varones y mujeres, debiera ser un honor proceder de esa encomienda divina y no de lo que decida ningún varón  con veleidades de poder ni ningún aquelarre masculino o su seguimiento femenino.

Tampoco hay que olvidar que su constitución expone a las mujeres a otros peligros, como la violación, la trata, la prostitución, el abuso y la violencia doméstica o de género, que si bien pueden acechar también a los varones, en su caso son mucho menos frecuentes o se limitan a la infancia. Así pues, comprobamos que, a pesar de ser quienes proporcionan a la sociedad y a la especie su  principal activo, que son las nuevas generaciones, lejos de granjearse  con ello las mujeres respeto y consideración, lo que les ha atraído casi siempre ha sido opresión, persecución, represalias, penalidades, crueldad y abuso. Cabe decir que el presente orden patriarcal desequilibra a la sociedad humana y oprime y frustra a todo el mundo.

Se suele objetar a los feministas que también los varones lo pasan mal, que también ellos se preocupan por sus familias y son víctimas de la sociedad tanto como las mujeres. Eso es cierto en algunos sentidos, pero hay feministas y pensadores de distintas tendencias que afirman que ello obedece precisamente a la estructura y mentalidad patriarcal que, en última instancia, reconoce la fuerza como el primer principio de autoridad. No hace falta indagar mucho para comprobar que es así. Por otra parte, la fuerza siempre es favorable a los varones, dado que a las  mujeres, por la carga que soportan y su constitución, les resultaría difícil mantener una autoridad sobre esa base. Es de lamentar que hoy día a quien renuncia a la fuerza no se lo ve como buena persona sino como a un tonto. La autoridad hoy día sigue la mentalidad de Ibliis. ¿Acaso no protestó Ibliis por tener que postrarse él, que estaba hecho de fuego, ante una enclenque criatura hecha de barro? En términos coránicos podríamos decir, a tenor del paradigma de la fuerza, que los varones que hacen como Ibliis se pretenden hechos de fuego y las mujeres de barro. ¿Es que va a someterse el fuego al barro? Los varones de bien que se dan cuenta de que no se los ha creado para ser de fuego sino de barro y no se esperan subordinación de las mujeres sino que, por el contrario, quieren servirles de apoyo, están tan necesitados de reconocimiento como las propias mujeres. Los que siguen atrapados en el espejismo del varón hecho de fuego lo único que pueden alcanzar en cualquier sociedad humana es frustración, la propia y la de la sociedad. Aunque consigan la adoración que pretenden, nunca les satisfará, porque, aun gozándola, saben en su fuero interno que es sólo una apariencia extorsionada al destino.

Volviendo a la panorámica del primer mundo, vemos que ya se han abrogado o modificado radicalmente las leyes derivadas del código Napoleón. Ahora “la mujer es igual al varón” y tenemos derecho a ser lo que pretendamos ser (no entraré en el esfuerzo que hayan de hacer para lograrlo). Sin embargo, sigue ocurriendo que aunque la mujer es igual que el varón, el varón no es igual que la mujer y que seguimos asentados en el patrón varonil, seguimos obligadas a ser varones funcionales al tiempo que seguimos soportando toda la carga de la reproducción pero sin que se nos reconozca esa carga, porque eso es algo excepcional y no de toda la población, ya que al grueso de la especie, ellos, no les ocurre y como si el reproducirse fuera un caprichito privado de las mujeres.

Aun así, es innegable que en la lucha por la igualdad se han alcanzo logros importantes para la mujeres, aunque, desde luego, la situación actual crea menos conflictos a unas mujeres que otras. En general las mujeres de los países ricos están mejor que las de los países pobres. El dinero no lo arregla todo pero sí lo hace más llevadero. Posibilita, por ejemplo, el trabajo inmigrante en aquellos hogares en que la mujer trabaja y tendría, sin ese trabajo, que ocuparse de todo. También en los países que tienen buenas estructuras sociales, ricos normalmente, la vida para la mujer es más fácil que en los que carecen de ellas. En otro orden de cosas, las mujeres acomodadas de los países pobres, con abundancia de mano de obra barata, pueden vivir incluso mejor que las de los países ricos y disfrutar de su “igualdad” casi como los varones, si sus circunstancias domésticas se lo permiten.

Sin embargo, en algunas partes del primer mundo, las cosas están yendo a peor. Para la mayoría de las mujeres, el trabajar hoy día no es cuestión de elección sino de necesidad, dada la precariedad de los empleos y lo exiguo de la remuneración que hace que todo el que puede encontrar un empleo de hecho trabaje.

En resumen, sigue mandando la mentalidad de varón de fuego y hay demasiados habitantes en la tierra para que a nadie le preocupe la reproducción. Estamos muy lejos de ninguna crisis que amenace con la desaparición de la especie humana. Como en una sociedad en la que todos fuesen cojos y se exigiera a los nuevos que se cortaran una pierna para ser admitidos, hoy se obliga a las mujeres a elegir entre cortarse una pierna o atenerse a las consecuencias, ya que no hay necesidad ninguna de hacer concesiones a cambio de algo que ya se tiene sin necesidad de hacerlas. No hay ninguna necesidad de honrar a las mujeres o de mimarlas para que siga la especie. La poca reproducción que necesitamos la podemos tener sin transigir con nada. Nada, pues, nos obliga a cambiar. E, incluso, si la necesidad fuera grande, a las mujeres siempre se las puede forzar a reproducirse, al menos hasta cierto punto. Porque, eso sí, si se tira mucho de la cuerda esta podría romperse y la especie desaparecer junto con las mujeres. Hasta ahora, los seres humanos del tipo varón de fuego han conseguido pararse antes del abismo.

 

Lo dicho vale, por supuesto, a menos que se planteen las cosas desde el punto de vista moral, o sea, desde el punto de vista del ser humano “de barro”, como una exigencia de la realidad. Aunque, sin entrar en esas consideraciones, ahora que somos tantísimos millones también existen los medios y la posibilidad de eliminar igualmente a muchos millones en un abrir y cerrar de ojos por no decir en un par de añitos, por ejemplo, con una buena pandemia. Esto es de interés en el caso de aquellos que desdeñan las consideraciones morales por considerarlas carentes de objetividad.  Aunque,  moral aparte, los peligros que acechan a la humanidad podrían hacer del cambio la única alternativa.

Por otra parte ¿hay que hacer caso a quienes rechazan la moral? Para las personas con ética o creyentes siempre existe la obligación de obrar bien tanto en la índole (fitra) humana como en los  mandamientos divinos. Para los creyentes, el mandamiento de redimirnos de los delirios del varón de fuego y de recuperar nuestra naturaleza de barro, de seres sexuados, que no pueden esperar que se los adore, sino que son ellos los que deben adoración es fuente de conformidad y de las enseñanzas del honrado Alcorán se sigue para nosotros un gozo que podemos compartir con todos los seres humanos.

El honrado Alcorán encierra todos los elementos para crear una sociedad en la que las mujeres no tengan que ser cojas y los varones sean apreciados por sus obras generosas y buenas y no por su fuerza. Pero ¡qué pena que la luz del honrado Alcorán, esa luz que no ciega sino que surge de los corazones como una corriente de paz interior, esa luz ha quedado anegada en la riada de pensamientos ajenos a ella y hemos de volver al texto y sacar esa luz de debajo de todas las extrañas interpretaciones y traducciones que se le han superpuesto!

El honrado Alcorán es inequívoco. Aunque hay quienes lo pretenden, es falso que el honrado Alcorán asigne ningún rol a la mujer. En ninguna parte dice semejante cosa. Lo que sin embargo sí hace el honrado Alcorán es reconocer la función natural de las mujeres en tanto que mujeres y la falta de semejantes funciones en los varones en tanto que varones y, atendiendo a la carga que soportan las mujeres y no los varones en la reproducción, se asigna a estos el papel que equilibre la carga de las mujeres. Las mujeres asumen la carga de la reproducción y los varones les sirven a ellas de apoyo y auxilio en todo, incluida la aportación económica. El gran pensador indio fallecido no hace mucho, Ashghar Ali Engineer, escribió una serie de textos en los que acertadamente señalaba que en el honrado Alcorán se habla de las mujeres en términos de derechos y de los varones en términos de deberes. Aunque solo fuera por esa percepción, Engineer merece que se lo recuerde con deferencia porque ese solo hecho es un factor fundamental en el entendimiento del honrado Alcorán y para la paz interior de los creyentes.

Ahora bien ¿es cierta esa apreciación? Así lo creo. Como creo también que el honrado Alcorán no prohíbe a las mujeres absolutamente nada que les esté permitido a los varones ni otorga a estos autoridad ninguna sobre las mujeres. Lo que hace el honrado Alcorán es imponer a los varones la carga de ver que las mujeres estén perfectamente atendidas en todos los aspectos. Son muchas las formas en que esta encomienda se expresa en el honrado Alcorán pero, puesto que el presente es un texto breve, nos limitaremos a analizar con igual brevedad la aleya que fija la misión asignada a cada sexo en tanto que tal en la sociedad humana. Suelo hablar de esta aleya como la aleya de la balanza porque eso es lo que parece sugerir. Examinemos, pues, la aleya 4.34:

“4.34 Los varones (ellos) son responsables del cuidado (qawwamun) de las mujeres (ellas) en virtud de aquello con que Dios ha dotado mejor a los unos que a los otros (ba3Dahum 3ala baa3Din) y ello gastando de sus bienes y las virtuosas (ellas) son las verdaderamente devotas a Dios y guardadoras de lo oculto guardado por Dios. Y a aquellas de quienes temáis (vosotros, la comunidad de creyentes) que caigan en conducta inmoral (“nushuz”), exhortadlas, dejadlas en sus moradas (madayi’,) resolved con ellas su situación (iDribuhunna) y, si os hacen caso, (a vosotros, la comunidad de creyentes), dejadlas en paz. ¡Dios es en verdad excelso, grande!”

Un grupo de mujeres que mantenemos un vivo intercambio de pareceres llamamos a esta aleya la “superaleya” porque, de verdad, siendo la aleya maestra en la que Dios distribuye la carga de cada sexo, también se ha convertido en una ciudadela a modo de cebolla en la que se almacena todo un arsenal de armas y munición de forma que no consigamos ir más allá de la primera capa para llegar a esta divina gema, todo ello con el fin de mantener el territorio dominado por el varón de fuego fuera del alcance de las mujeres de barro. Cada paso de esta aleya está cargado y con doble bala. La labor de desmontaje de cada capa es ardua y hay muchos musulmanes, varones y mujeres que han puesto dedicación en hacerlo. Trataré de resumirlo. 

Con el papel de los varones como apoyo y auxiliares de las mujeres (qawwamun) casi siempre traducido hasta ahora como “los varones tienen autoridad sobre las mujeres”, parece que no estamos tan mal y actualmente se suele reflejar en las traducciones (véase también qawwamun en las aleyas 4.235 y 5.8). Sin embargo lo siguiente, la expresión de reciprocidad ba3Dahum 3ala ba3din, aunque tímidamente reflejada alguna vez, sigue haciéndosele caso omiso en muchas otras y traducirse como “algunos (o algunos varones) son mejores que otros” en la formulación que sea, o, descaradamente, “los varones son superiores a las mujeres”. De hecho, lo que dice la aleya es que Dios ha favorecido a los varones con respecto a las mujeres en algo y ha favorecido a las mujeres con respecto a los varones igualmente en algo y que, atendiendo a aquello en que se ha favorecido respectivamente a cada uno, los varones deben a las mujeres toda clase de apoyo y cuidados incluido explícitamente el apoyo económico.

Ahora bien ¿en qué ha favorecido Dios a las mujeres por encima de los varones y que sea específico de las mujeres en cuanto tales y que Dios considere importante y lo sea también para la especie, puesto que es de la especie de la que hablamos, dado que mujeres y varones constituyen la especie? Si nos hacemos los tontos podemos responder: las mujeres son más bajitas, más bonitas, los varones son más fortachones… En realidad, las mujeres también pueden ser fortachonas, más altas que muchos varones y además hay varones que tiran de espaldas de guapos que son… Estadísticamente puede haber más de una cosa en un sexo que en el otro pero la regla, que no necesita de ninguna estadística para distinguir un varón de una mujer, es que nunca, ni siquiera una sola vez, un varón va a concebir, quedarse preñado o parir. Esa es una capacidad y una facultad que poseen las mujeres y no los varones. Con ello, Dios ha favorecido claramente a las mujeres. Y ¿Cuál es la contrapartida del varón? Pues precisamente la inversa: la concepción puede no ser una carga pero todo lo que viene después lo es. Una carga muy pesada que determina el destino de toda mujer desde cualquier punto de vista, porque, aun cuando sea estéril, puede haber tenido expectativas y todos los que no son ella haber tenido expectativas a su respecto.

Y de qué manera tan concisa e inteligente expresa todo eso el honrado Alcorán. Una cara de la moneda es la carga femenina y la otra el verse libre de la carga de lo que se beneficia el varón. Pero puesto que lo que rige la creación divina es el equilibrio, la moneda se completa y lo que es el favor a cada uno se transforma en el favor a ambos mediante el papel del varón como apoyo y auxilio de la mujer, papel dictado por Dios y no por ninguna ambición femenina de castrarlo, como han podido formular algunos dementes. Los varones han de ser el apoyo de la mujer invirtiéndose en ellas ellos mismos y su fortuna. 

Esos son los deberes de los varones. En el caso de las mujeres Dios no formula ningún deber. No hace falta, visto que la naturaleza ya tiene bien atrapadas a las mujeres, como muy bien sabe Dios, claro está. Las mujeres desempeñan su función sin necesidad de ningún mandamiento divino como han demostrado fehacientemente los hechos. Lo que se refiere a las mujeres Dios lo remite a Sí mismo: “y las virtuosas (ellas) son las verdaderamente devotas a Dios y guardadoras de lo oculto guardado por Dios.” Y ¿qué es lo oculto que guardan ellas si son virtuosas y devotas a Dios pero no los varones? La fidelidad en el matrimonio no es, puesto que esa incumbe por igual a varones y a mujeres; tampoco los secretos, cuya guarda incumbe igualmente a ambos sexos. Entonces ¿qué es eso que solamente las mujeres pueden guardar y que Dios ha guardado o habrá guardado? ¿Pudiera ser la concepción, el embarazo, lo oculto, la nueva criatura humana y lo que la atañe? Y ¿no concordaría eso con el mandamiento de la aleya 4.1. “honrad a Dios (ittaqwllah) por quien os preguntáis y honrad las matrices”? Esta es la única vez en todo el honrado Alcorán en que se nos manda honrar a Dios y a otra cosa junto con Él.

El que en esta parte de la aleya 4.34 que habla exclusivamente de las mujeres y su relación con lo que guarda Dios se haya forzado la existencia de unos maridos (los maridos ausentes, los secretos de los maridos o la reputación de los maridos) que no existen en el texto ni explícitos ni implícitos, delata cómo se ha convertido el honrado Alcorán en un documento interesado al servicio de los varones de fuego en el que la única función de las mujeres consiste en serles útiles a ellos, ni siquiera a la especie o a los hijos, sino a ellos.  

Sigue a esa frase sobre lo oculto otra maravilla de concisión  que igualmente ha servido para otro logro de la mentalidad del varón de fuego ante las palabras divinas. Nunca deja una de sorprenderse ante tanta confusión acumulada sobre esta aleya. Sigue siendo de aplicación el símil de la cebolla pero sólo si se trata de una cebolla enorme con muchísimas capas. Cuando salvamos una creemos que hemos llegado a alguna parte pero no, no hemos dado más que un pasito y sin saber siquiera en qué dirección.

Bien, como decíamos, sigue a esa frase la última oración de la aleya que, como no podía dejar de ser, gira también en torno a los maridos hechos de fuego. Las mujeres no pueden existir aparte de un varón al que pertenezcan  y les dé una razón de ser y eso a pesar de que en la aleya jamás se habla de maridos o de esposas y que sólo se trata de varones y de mujeres. Entonces, lo que diga el honrado Alcorán no importa porque el honrado Alcorán no puede hablar, no se le permite  hablar de las mujeres si no es con referencia a varones que constituyan la razón de su existencia.

El mayor escollo en general con que suele tropezar la gente en la lectura de esta aleya parece haber sido la palabra “iDribuhunna”, que aparece en su última parte. Habitualmente se ha traducido como “pegadlas” y muchos han investigado y dado buenas razones para no aceptar esa traducción. En esta ocasión yo iré un poquito más allá: una vez salvadas unas cuantas capas de la cebolla, se advierte que el significado no pude ser “pegadlas” por un buen número de razones, aparte de las que ya se han solido dar. Para empezar, aquí el honrado Alcorán no se dirige a ningún marido ni a los maridos en general. Ni siquiera se dirige a los varones. ¿A quién se dirige Dios en esa aleya? Volvamos a la aleya 4.29. Empieza con el vocativo: “Ya ayyuha al-ladhina amanu”, “Oh, vosotros que habéis llegado a creer”. A esos va dirigida, a aquellos que han llegado a creer, mujeres y varones, los creyentes en general. A ellos se dirige toda esta serie de aleyas. Véase y examínese con detención cada aleya después de la 29 y hasta la 42, en todos ellas se mantiene el mismo destinatario. Después de la aleya 42, en la aleya 43, se renueva el mismo vocativo iniciándola con “Oh vosotros que habéis llegado a creer”. Vemos pues que la alocución no se dirige a ningún marido de nadie, sino que se dirige a todos los creyentes, sí también a las mujeres y a los niños y también a los varones que no son de fuego sino de barro.

 

Así pues, hasta aquí no ha aparecido ningún marido en el horizonte, tampoco ninguna esposa, solo varones en general, mujeres en general, luego mujeres virtuosas, que es de desear que seamos todas, pero que por si acaso algunas mujeres estuvieran en dificultades y pudieran extraviarse, a nosotros, los creyentes se nos ordena no quedarnos de brazos cruzados sino prevenir lo que tememos que pueda ocurrir. “IDribuhunna” con el significado de “golpear” o “azotar” no puede ser más que un sinsentido, en primer lugar porque se habla de temor o sospecha, no de nada que se tenga constancia de que haya ocurrido como para ya sin más, liarse a repartir estopa. En segundo lugar, porque, como queda mencionado, la alocución no va dirigida a ningún marido, sino a toda la comunidad de creyentes y es de esperar que estos no se liarían a apalear mujeres  a mansalva porque resulta que se sospecha de ellas.

En lugar de eso, lo que se instruye a los creyentes es que aborden a las mujeres por las que temen expresándoles esos temores, luego dejar que las mujeres reflexionen sobre ello por su cuenta y, por último, resolver con ellas cualquiera que sea la situación en que están si es que esa situación existe. El famoso “nushuz” en este contexto y dado su sentido semántico como lo contrapuesto a las virtuosas, no podemos equivocarnos mucho si pensamos que lo que se teme es que esas mujeres hagan algo que las aparte de la conducta aceptada  o correcta en cuanto a su relación con  Dios en tanto que mujeres y que sería la que se menciona en la oración anterior de guardar lo que Dios guardó.  

Si retrocedemos a la aleya 4.15 en la que se nos instruye sobre aquellas que “ya’atina el fahisha”, que vivan en la indecencia (el aspecto del verbo es de acción inacabada, de donde se sigue que es algo que se hace habitualmente o repetidamente) y sabiendo lo que han sido y son las sociedades humanas, no nos costaría mucho entender que lo que dice, si no exclusivamente, sí casa perfectamente con las mujeres atrapadas en la prostitución. Y si, como vemos, en la 4.15 se nos ordena recogerlas en las casas, ¿dónde entonces están antes de que las recojamos en las casas? ¿En la calle tal vez? Si también tenemos en cuenta que estos grupos de aleyas de la azora 4 Las mujeres no tienen por objeto legislar penalmente, sino que, muy al contrario,  se dedican a la protección social de los más desprotegidos, vemos que lo que se nos hace dice es que debemos ocuparnos de los más abandonados por la sociedad, en particular las mujeres, como misión específica de los varones y como deber de toda la sociedad, sobre la que recae el deber de protección de todos sus miembros.   

¡Ah! Pero ¿no nos habremos precipitado un poco? ¡Sí! ¡Esperen, esperen! Porque la mentalidad del varón de fuego con su necesidad de estrellato tiene un as en la manga y nos increpa: “¡Eh, eh! ¿Cómo puedo abandonarlas en el lecho si no soy su marido?” El varón de fuego se refiere a eso que se suele traducir como “… abandonadlas en el lecho…” o algo parecido. ¡Que nadie se asuste! A ver que nadie se asuste que nosotros también tenemos un as en la manga, porque ¿dónde está esa ley universal que dice que las mujeres solo pueden irse a la cama para tener en ella a un varón y tener el honor de darle gusto pero nunca, nunca, jamás de los jamases, meramente para dormir? Perdóneseme la guasa. Es que nos lo ponen muy fácil. Y no hay que olvidar tampoco de que, dormir o no, lecho o yacija, lo que dice la aleya no se dirige a ningún marido en cuanto tal sino al conjunto de los creyentes, varones y mujeres.

Entremos en detalle. Hoy día, la cama se ha convertido en un eufemismo de las relaciones carnales porque la especie humana en esta época adora los eufemismos. Pero eso ¿siempre ha sido así? En el honrado Alcorán seguro que no, que desde luego en él no se anda con eufemismos ni ñoñerías. Entonces ¿era ese el caso en Arabia en la época de la revelación? ¿Eran tantas las camas que había allí en aquel entonces? Lo cierto es que la imagen que se viene a la mente con la interpretación que hace de esta aleya la mentalidad del varón de fuego es la del mundillo del “petit-bourgeois” del siglo XIX y parte del XX, todavía tan añorada por los musulmanes “tradicionales“, que asocian la familia ideal con esa imagen de la familia burguesita de la época colonial.

Procedamos entonces con rigor, examinemos esa palabra que hace tan felices a los varocéntricos de fuego porque les da ese pequeño plus por encima de las mujeres. Aunque no sea “pegar”, pero, por favor, por favor de los favores, no se lo arranquemos. Si lo pierden jamás volverán a recuperarse, por favor no los castremos.

Bien, pongámonos serios, esta vez sí, y coloquémonos en una situación que pueda corresponder a la descrita en el texto y que yo he ilustrado como se sugiere en la 4.15 y en esta última parte de la 4.34: Mujeres que pueden no tener medios económicos y que probablemente tengan hijos y a las que se nos dice que recojamos en las casas. La palabra empleada en la última parte de la aleya 4.34 y que se ha traducido como “cama” o “lecho” es “madayi3”. “Madayi3” no es cama,  no es un mueble, no hay ningún marido que deje de irse con ellas a la cama. Lo más probable es que ellas no tengan una cama y ni siquiera un hogar. Puede comprobarse que “madayi3” en su origen y en el honrado Alcorán significa el lugar en que uno se echa sobre el costado para dormir (en castellano a-costarse), ya sea en el santo suelo o en la santa tierra al aire libre, si también pudiera ser en una cama pero no siempre todo el mundo en todas partes ha tenido una cama, pero nunca ha dejado de acostarse a dormir. El honrado Alcorán también piensa en esas personas que pueden no tener una casa, por no hablar calo de un dormitorio, sobre todo precisamente en esta azora 4, Las mujeres.  Para hablar de la relación carnal en el honrado Alcorán jamás se emplea el término madja3, plural madaji3, ni esa palabra ni siquiera cualquier otra que tenga nada que ver con dormir. “Dormir”, otro nuevo eufemismo para hablar de relaciones carnales. ¿Va a querer decir eso que en el honrado Alcorán se prohíbe dormir a todos los que aparecen en él a menos que siempre eso signifique tener relaciones carnales? No si yo ya sospechaba que los mencionados en el honrado Alcorán era gente muy despierta. Rematemos esta glosa de los madayi3 con algo sacado del diccionario. Muchas palabras del árabe, desde la revelación del honrado Alcorán han podido adquirir otros significados, pero el verbo del que se deriva madayi3 sigue significando echarse a dormir y, aquí viene lo curioso hay dos palabras dayi3 y mudaayi3 que significan compañero de cama, camarada, compañero… Una indicación más de que los madayi3 de que habla el honrado Alcorán no tienen nada que ver con maridos ni con esposas ni con sexo. Incluso cuando se comparten esos madayi3 es con camaradas. Confío en que, de momento y al paso que vamos, “camarada” no se haya transformado ya en algún eufemismo de amante o concubino.

Visto lo anterior, no resultará sorprendente que en cambio la palabra madaji3 sí se use en el honrado Alcorán con el significado que afirmamos aquí de lugar en el que una persona se acuesta para dormir. El lugar donde se sabe que se le encontrará a uno porque le es propio. Creo, incluso, si no  me equivoco, que un habitáculo muy común en Arabia eran las jaimas y dudo de que en ellas hubiera muchas camas y alcobas matrimoniales. Asimismo, si el tiempo es clemente, la gente puede dormir al aire libre sin cama ninguna. Hoy día, en nuestro mundo tan eufemístico, eso es lo que hacen los sin techo todo el tiempo. Podríamos preguntarnos ¿quedan excluidos del honrado Alcorán los sin techo de nuestra época? ¿Se reveló el honrado Alcorán solo a beneficio de la gente “decente” y burguesita que tiene dormitorios y camas?

En un mundo en el que no todos podrían tener una casa o un piso en el que vivir, lo que sí tendrían sería un lugar en el que pararan habitualmente, donde se les podría encontrar, el sitio donde se echarían a dormir, es decir, sus madaji3. Podrían ser sus cartones colocados en el suelo en algún lugar resguardado, tal vez bajo un puente. Si pensamos que, aunque no de manera exclusiva, la disposición de la 4.34 puede referirse a mujeres que no tengan lo que se pueda llamar un hogar, el uso de madaji3 tal como aparece en el honrado Alcorán en varias ocasiones, sin ninguna connotación familiar o sexual, queda plenamente justificado, ya que en su sentido básico no excluye a nadie, ni a los más abandonados, es decir, a aquellos más necesitados de que los auxilie la sociedad y a los que se dedica la azora 4 Las mujeres.

Entonces, cuando se dice a los creyentes, varones y mujeres, que dejen a las mujeres en los madaji3, no podemos errar mucho si entendemos que debemos dejarlas reflexionar sobre su situación y, como se suele decir, que consulten con la almohada. No sé si tendrían almohada, pero vemos que la asociación de ideas que se refleja en este pasaje es perfectamente legítima y compartida en muchos idiomas, entre otros el nuestro. Después ver con ellas qué es lo que las coloca en la tesitura de verse marginadas e “iDribuhunna”, llegar a una solución, hacer lo más eficaz para sacarlas del apuro. “Hunna”, porque ha de hacerse con ellas, “iDribu”, porque no ha de quedarse en meras palabras, sino de verdad, sacarlas del atolladero y no dejarlas que, por ejemplo, se echen a la calle para vender su cuerpo. Hoy en día se conoce esto como asistencia social.

A los varones musulmanes de fuego no se les ocurriría nunca pensar en la 4.15 o en la 4.34 en relación con la prostitución, a pesar de que hay y siempre habido prostitución en sus sociedades. Pero, como quedó dicho, para ellos la prostitución no es un problema sino una solución. El problema es de las rameras y no tiene nada que ver con ellos y por tanto no tiene por qué encontrarse en el honrado Alcorán. Si las necesitan, visitan las mancebías y ya está. ¿A qué vendría gastar más tinta en ello? En cambio, sus mujeres son suyas y esa propiedad debe estar protegida en el honrado Alcorán. En consecuencia esta aleya debe referirse a las cosas que pudieran hacer sus esposas y que ellos no aprueben. El ir más allá de eso, para el varón de fuego, es “haram”, pecado, prohibido.

“...y las virtuosas [ellas] son las verdaderamente devotas, guardadoras de lo oculto guardado por Dios. Y a aquellas de quienes temáis [vosotros, la comunidad de creyentes] que vayan a caer en conducta inmoral (nushuz) exhortadlas, dejadlas en sus moradas (madayi3) y resolved con ellas su situación (iDribuhunna) y, si os hacen caso, [a vosotros, la comunidad de creyentes], dejadlas en paz.”


Vemos que la aleya es perfectamente coherente en sus distintas partes: los varones tienen un deber general para con las mujeres. No se dice qué sucede con los varones que no contribuyen según su capacidad, aunque eso deberá abordarlo la sociedad con equidad y fundándose en los principios coránicos. Luego, con respecto a las mujeres, se hacen dos consideraciones y ninguna de ellas entraña castigo ninguno: Las mujeres virtuosas guardan lo que Dios ha guardado y les da a guardar (Obsérvese que se habla de Dios y que no hay ningún marido por ningún lado ni explícito ni implícito), y puede que haya mujeres que se tema que puedan hacer lo que no hacen las virtuosas y caer en malos pasos y en cuyo favor deben intervenir los creyentes. A todos, varones y mujeres, se dirigen estas instrucciones de ocuparse de esas mujeres.

Se suele aducir que la siguiente aleya, 4.35, habla de una pareja. Correcto: la siguiente aleya. Cuando nos ocupemos de ella veremos sus beneficios y enseñanzas pero ahora estamos en la 4.34 y vemos lo que tiene que decir, que es abundante y claro: varones y mujeres son socios y unos, los varones han de ordenar sus deberes en torno al otro socio, ellas, a las que Dios ya ha dado su carga en origen. Los varones deben sostener a las mujeres y esto nos depara otra perla de la enseñanza coránica. Hemos hablado de la reproducción y de cómo las mujeres llevan esa carga. También sabemos que las mujeres no son fértiles toda su vida sino solo un intervalo e incluso en este pueden no reproducirse o reproducirse muy pocas veces. La naturaleza y el honrado Alcorán, por medio de las mujeres, deja a la especie un margen de maniobra generoso en el que el talento, la inspiración y la capacidad de las mujeres puede dedicarse a otras tareas distintas de la imperativa de la reproducción cuando y como ellas se vean en disposición de hacerlo.

En una sociedad regida por los principios coránicos, las mujeres y varones de barro pueden abrir el camino hacia esa tierra prometida, esa tierra sin mal que ha soñado cada pueblo de la tierra, o al menos acercarse a ella un poco más, a un futuro en el que los pájaros de barro formados por el hijo de Maryam, puedan levantar el vuelo.

 

 

 

Traducción de la imagen El Código Napoleón:

El Código Napoleón

¡Una catástrofe para las mujeres!

En 1804, el Código Napoleón afirma la incapacidad jurídica total de la mujer casada:

– Prohibición de acceso a liceos y universidades 

– Prohibición de firmar contratos y de administrar sus bienes

– Exclusión total de los derechos políticos

– Prohibición de trabajar sin la autorización del marido

– Prohibición de cobrar sus sueldos por sí misma

– Control de su correspondencia y relaciones por el marido

– Prohibición de viajar al extranjero sin autorización

– Imposición a las mujeres de penas graves por adulterio.

– Las madres solteras y los hijos naturales carecen de cualquier derecho

En el artículo 1124 de ese monumento a la misoginia que es el código civil, Napoleón define sin ambigüedad ninguna el lugar de la ciudadana en la sociedad: Son personas privadas de drechos jurídicos los menores, las mujeres casadas, los delincuentes y los deficientes mentales.

Añádase en 1910:

-La mujer y sus entrañas son propiedad del varón y puede hacer con ellas lo que le parezca (Código Napoleón)